Un poema que refleja la suerte de Argentina para llegar a semis del Mundial. Que las rosas continúen creciendo.
Edgardo Martolio
Argentina le ganó bien a una descolorida Bélgica y pasó a semifinales. Terminé el partido elogiando a Garay y lamentando la lesión de Di María, pero inmediatamente, cuando tomé conciencia de que se había llegado a semifinales y que se habían ganando, por segunda vez en la historia cinco partidos seguidos y que la vez anterior fue en 1986, cuando Bilardo nos dio el segundo título, recordé que el argentino –recientemente fallecido en México– Juan Gelman alguna vez dijo: “El milagro de los milagros es que a veces se producen”.
Sin embargo, inspirado por la memoria poética de Gelman, decidí no escribir esta columna, apenas reproducir un poema de la magnífica uruguaya Juana F. de Ibarbourou, que alivia la razón cuando queremos entender lo que está sucediendo en Brasil; se llama ‘El Dulce Milagro’:
¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besome las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.
Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Y murmura al verme la gente que pasa:
«¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!»
¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que sólo entiende,
que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!
Que requiere líneas y color y forma,
y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: «Voy con la dulzura»,
de inmediato buscan a la criatura.
Que me digan loca, que en celda me encierren,
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo, carcelero fiel.
Cantaré lo mismo: «Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen».
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!
Fueron de Bélgica, pero pudieron serlo de Francia como lo fueron para Alemania, o de Costa Rica como lo fueron para Holanda, o de Colombia como lo fueron para Brasil. Lo cierto es que crecieron rosas en nuestras manos (o pies) y que Argentina, con toda la suerte del mundo, con rivales que se niegan a ofenderla y sorteos que la miman, más la rara pachorra de Sabella, los goles de Messi, la recuperación de Mascherano y los denuedos de Di María –de los que ahora sentiremos falta– llegamos ya tan lejos como lejos se podía llegar.
La Selección, esta desequilibrada Selección, cumplió su parte. Ya fue hasta donde no había ido en los últimos 24 años. ¡Viva el presente! El futuro a los milagros corresponde. Que las rosas continúen creciendo más allá de los rosales…
IN TEMPORE: recomiendo la columna de Roberto Perfumo en Olé: “Los fantásticos están atrás” porque hace justicia, en nombre de todos los que desmerecimos a la defensa y, tal vez, exageramos con los de adelante…
(*) Director Perfil Brasil, creador de SóloFútbol y autor de Archivo [sin] Final.