La pasión desmedida del hincha por el crack rosarino. El año de Cristiano Ronaldo.
Dije que Messi perdió, merecidamente, en 2013 el ‘Balón de Oro’ a manos de Cristiano Ronaldo y un montón de ultranacionalistas me mandaron a comentar patín artístico. No es nuevo que el hincha es pasión pura. Ese hincha, además, se supone patriota defendiendo a ‘uno de los suyos’ porque sí. El argumento silencioso no pasa de un “porque es argentino como yo” aunque no lo diga así y lo adorne de diversas manera. Es el mismo hincha que no consigue reconocer al Maradona drogadicto sólo porque fue el jugador que más lo alegró en la vida. Siento, luego existo. Pensar jamás. Es unidireccional, sesgado hasta la necedad. Ya se sabe, ser hincha es ser niño otra vez. Por eso nos gusta el fútbol y adoramos ‘hinchar’. Aún en su evolución, sino niño, el hombre-de-fútbol se torna primario cuando hincha, y por ello trastabilla tanto cuando ‘se pone’ a dirigente de ‘su club’. Ese hincha argentino, en particular, es la perfecta ratificación del amor ciego, de la pasión desenfrenada, de ser como no se debe ser. Es la patria chauvinista, popularmente llamada de ‘patria burra’ que, si algo tiene y no es nuevo, son embajadores…
Ese argentino es tan irracional cuando de Selecciones se trata que está convencido de que Los Pumas son unos fenómenos. No se permite ver que son los mayores coleccionadores de derrotas del deporte nacional. Las estadísticas son negativamente contundentes. Y está muy bien alentar aunque se pierda, es muy noble, siempre que esa actitud se manifieste en todas las expresiones y no sólo en el rugby. Irónicamente podría decirse que en el uniforme sucio de los Pumas ‘ese’ patriota ve ‘esfuerzo’, no ve ‘consecuencia’ (la de un juego donde nadie termina limpio…). Si el fútbol argentino internacionalmente obtuviese los mismos resultados del rugby, cuando este juega con rivales de verdad y no en los pamplinosos torneos sudamericanos donde enfrenta ‘a nadie’, ya habría muerto algún jugador o técnico nacional. O, si al rugby se le exigiese mitad de lo que se le pide al fútbol, en cuanto a resultados, ya se hubiese quemado la sede de la UAR varias veces. Pero somos hinchas y argentinos. Combinación fatal. Un cóctel molotov. Que por alguna extraña razón, en la ‘patria burra’ sólo explota cuando de fútbol se trata…
Vuelvo al ‘derrotado’ Messi. Quien haya acompañado la temporada de ambos cracks sabe que el metrosexual portugués tuvo, en 2013, un año mejor que Messi y lo que se vota es el año y no las capacidades como ‘un todo’ ni las trayectorias. De hecho, Messi quedó bastante atrás de Cristiano en la votación, y apenas arriba del francés Frank Ribéry: el delantero del Real Madrid sumó el 27,99 % de los votos; Messi un tres por ciento menos, el 24,72 % y Ribéry, tercero, el 23,36 %. Quienes votan son ‘entendidos y sus propios colegas’ de todo el mundo. No soy yo. Tener que explicar esto, a esta altura, habla de lo poco que se entiende de fútbol, principalmente por culpa de la pasión, en un país (aparentemente) tan futbolero.
Expresé que en ‘este exacto momento’ Messi no era, ni en el propio Barcelona, el mismo del 2012 y un puñado de lectores afilados me condenó ‘por mala leche’ porque, oh casualidad, ese mismo día Messi le hizo tres goles al Osasuna en el último 7-0 del Camp Nou. Juzgar a Messi por esos tres goles ante ese indefenso rival seria como condenarlo por su improductividad en el 0-0 ante Rumania. ¿Qué tiene que ver un único partido en una larga campaña? Entre 2007 y 2014 Lionel Messi marcó 27 hat-tricks, no hay novedad en eso. El primero fue contra el mismísimo Real Madrid, en un 3-3 que vale infinitamente más que estos tres tantos al desvalido Osasuna. En el 2010 le hizo otro hat-trick al Arsenal inglés por la Champions. Posiblemente la menos expresiva de todas las tripletas que marcó fue esta frente al equipo vasco…
Si se quiere medir a Messi por los hat-trick y, para ‘los cerebralmente más cerrados’ entender lo dicho, recuerdo que en 2012 Messi metió 9 veces tres goles en un mismo partido; y en 2013 cuando ‘perdió merecidamente’ el ‘Balón de Oro’ con Cristiano Ronaldo, sólo marcó 4 hat-tricks y de ellos tres en el primer semestre: en el segundo tuvo un pronunciado bajón que se continua hasta ahora a pesar de su venerada tripleta al Osasuna. Cristiano Ronaldo en ese 2013 anotó casi el doble de hat-tricks que Messi: 7 (atención: en el 2011 también marcó 9). No olvidemos que en 2011, en un recordado 8-0 y en 2013 en un 5-1, ambos del Barcelona al Osasuna, Messi ya le había marcado dos tricotas a los rojos de Pamplona. Entonces, es la tercera vez que les convierte tres goles. Nueve tantos en tres partidos. Genial. ¿Qué estamos descubriendo? Nada. ¿Qué estamos discutiendo? Lo obvio. ¿Pero, no querían hablar de tripletas?
Más: el primero de diciembre pasado, hace un trimestre nomás, el brasileño Jonas, del Valencia, le metió un lindo hat-trick al mismo Osasuna. Repito: Jonas. ¿Y por eso es el mejor del mundo ó tiene que ir a la Selección de Brasil?… Otro brasileño, Diego Costa, hoy estrella del Atlético Madrid de Simeone, en su debut en los ‘colchoneros’ le anotó una tricota al… ¡sí, al Osasuna! En noviembre de 2011 Cristiano Ronaldo le convirtió un lindo hat-trick al vasquismo Osasuna: terminó 7-1. Hasta el maltratado Osasuna cada tanto mete un hat-trick: si bien desde 2007 no registra ninguno, Roberto Soldado ese año fue autor de la última tripleta del club de Pamplona en Primera. No estoy desmereciendo a Messi – venero a Messi y no soy suicida – simplemente intento colocar las cosas en su lugar, desde mi lugar. Si este domingo uno de ellos, Messi o Cristiano, que estarán frente a frente, marca un hat-trick y el otro no grita siquiera un gol, nada se alterará. Sus dimensiones están muy por arriba de un partido. El Mundial, en cambio, hablará por ellos.
Estos hinchas son los que representan a la ‘patria burra’ y son los mismos que, si la Selección pierde en Octavos de Final y Messi, por esas cosas del destino, otra vez no marca ningún gol, volverán a ‘matarlo’ porque “no rinde en la Selección lo mismo que rinde en el equipo catalán”. Dije ‘otra vez’ porque, le recuerdo a los olvidadizos, Messi, en Sudáfrica 2010, no metió ningún gol en cinco partidos… El rosarino es el mejor jugador del mundo en la actualidad, sí, aunque no lo haya sido en el 2013 en particular, pero no es infalible ni un ekeko que concede deseos a los argentinos pasionales como si fuese Dios. Con él, en cancha, Bolivia nos metió 6 goles en las Eliminatorias de esa misma Copa. Con Messi, en campo, el Bayer Munich destrozó al Barça en la última Champions League. El diccionario dice que necio “se aplica a la acción o expresión que se hace o se dice de forma torpe o imprudente”. Bien, es imprudente creer que Messi nos hará ganar siempre y es una gran torpeza no admitir que Cristiano Ronaldo tuvo un mejor 2013 que ‘nuestro’ salvador.
Chauvinismo puro. Queremos ganar un Mundial sólo porque somos argentinos. ¿Y con eso qué? Los españoles quieren ganar porque son españoles. Y son los últimos campeones. Los alemanes quieren ganar porque son alemanes. Y son los favoritos en las apuestas. Los brasileños quieren ganar porque son brasileños. Y son anfitriones. Y pentacampeones. Ah, no, nosotros sumamos un gran argumento extra: tenemos a Messi. ¿Y con eso qué? Si con Messi en cancha nos ganó Venezuela –0-1– el once de octubre del 2011, por la última eliminatoria. Señores, Messi es tan humano que ¡ya desperdició una decena de penales!: erra uno cada siete que ejecuta. Y puede malograr un penal en el Mundial, como lo perdieron Zico y Platini en el ’86 y tantos cracks tantas veces. Un único jugador no gana un campeonato aunque creamos –por bastantes motivos– que Maradona solito ganó el ’86 y seamos injustos con Valdano, Burruchaga, Ruggeri y compañía.
La ‘patria burra’ quiere verse campeona porque tiene a Messi. Ignora que Portugal quiere ganar porque tiene a Cristiano Ronaldo. Francia porque tiene a Ribéry. Y Uruguay a Luis Suárez. Italia a Balotelli. Y Holanda a Robben. Estaría bueno despertarnos; nunca es tarde. Noreena Hertz, consultora especializada en ayudar gobiernos a resolver situaciones difíciles, profesora de globalización en el University College de Londres y en la Escuela de Finanzas Duisenberg de Amsterdam, recomienda, en su libro ‘Ojos bien abiertos: cómo tomar decisiones inteligentes en un mundo confuso’, a reevaluar el modo de pensar y decidir y alerta para no descontextualizar si queremos hacer elecciones más satisfactorias. Parece escrito para los argentinos… Y para los argentinos en torno del Mundial. No hay contexto: para esas cabezas no existe nada más que Messi. Parece un chiste. Se ignora que la defensa argentina resta más de lo que puede sumar Messi: no-lo-olvidemos.
Otra: Dije que el Napoli es un club sin pretensiones y eso también irritó a los irritables. Lo es. Un club con pretensiones no vende a Edinson Cavani, su ídolo y goleador (personalmente no me gusta Cavani, prefiero diez veces más a Luis Suárez, pero en Nápoles Cavani fue cosa de locos). Un club con aspiraciones compra a los Cavani, no los vende, aunque le hayan pagado el triple de lo que vale. No se trata sólo de dinero. Por eso no llama la atención que el Napoli esté 17 puntos atrás de la Juventus en 28 fechas (cada dos jornadas le saca un punto de ventaja). Esas son las señales que se deben observar. Después, como esto es fútbol, puede pasar cualquier cosa. Recordemos que Argentinos Juniors no fue campeón con Maradona: lo fue enseguida después de venderlo. Parece ilógico. De algún modo lo es. Pero en el fútbol no hay lógica. Ahora, no por ello, debemos ignorar todas las señales que sus radares emiten.
Breve: en respuesta a la columna ‘La peor defensa de la historia’ alguien, con tino y memoria, comentó que en Italia 90 la Selección jugó con Lorenzo, Monzón, Serrizuela, Fabri, Sensini… Concuerdo, era terrible aunque individualmente Sensini marcaba muy bien y Fabri se distinguía por su gran técnica. Esa opaca defensa, que perdió la Final por un muy discutible penal, tenía algo que la actual no posee: personalidad. Lorenzo era el ‘peludo de regalo’ que tenía esa línea defensiva, pero a Monzón, Serrizuela y Sensini no había modo de superarlos sin dejar un mes de vida en el intento. Tomó sólo 4 goles en 7 partidos; una de las dos mejores medias (más bajas) de la historia: 0,6 por partido. Era mala pero eficiente.
Finalmente, Sorin. Otro querido de las masas, de modo especial, de la prensa y por sobre todas las cosas de la hinchada del Cruzeiro de Belo Horizonte. Decir que Sorin fue más problema que solución en la Selección, parece un insulto a las madres de todos. Saltan hasta los que no saben si era defensor o delantero. Bien, ese era uno de los problemas de Sorin: ¿qué era? Sorin era un desordenado. Sorin, uno de los jugadores de mayor entrega que ya vi, tácticamente fue de lo peor que también vi. Ojalá hubiese corrido menos y hecho más. Zanetti corre tanto como Sorin pero sabe correr la cancha. Angelito Labruna decía que “sólo el tiempo enseña a (re)correr la cancha”. Sorin se encargó de desmentirlo, terminó su carrera como la empezó: transpirando caóticamente y sin absorber la idea de juego colectivo en armonía y no de movimiento por el movimiento mismo (Pelé gambeteaba parado, usando el movimiento del rival).
Sorin, de principio a fin, jugó de una única manera, la suya, la natural y espontánea. Nunca se enteró que formaba parte de una comunidad conceptual y complementaria, que eran once. Y con todos los técnicos jugó igual, de él mismo. No lo sé en la vida, pero en la cancha era un hiperquinético, de esos a los que, cuando chicos, en el barrio les decíamos atolondrados. Lo comparo con Javier Zanetti porque de algún modo son contemporáneos y actuaron juntos. Y ambos laterales. Pero Zanetti era –y es– orden y solidaridad. Sorin asfixiaba a sus compañeros. Corría tanto y tan sin brújula que generalmente llegaba tarde y cansado, por eso su aparatosa estirada final parecía épica. Era atraso. Ese jugar al límite físico de principio a fin y a favor de su buena salud, lo obnubilaba. Pocos jugadores se han superpuesto tanto a sus compañeros de modo innecesario cuanto Sorin. Poseía mucha técnica, buen pie, no discuto nada de eso, pero su irrequieta presencia era molesta. Sorin pertenecía a la categoría de los que si no complican ya ayuda. Es mejor una ensalada sin vinagre que bañada en vinagre. Todo exceso es perjudicial e inconveniente. Didi (primero crack y bicampeón del mundo como jugador y luego DT de River –cuarenta años atrás– y del Perú que nos eliminó del Mundial 70) graciosamente decía que “a los malos jugadores no hay que entrenarlos porque se le entrena el defecto”. ¡Bingo! Es el caso.
Lo que más quiero preguntarle a Bielsa, técnico que respeto, es sobre Sorin. ¡Justamente Bielsa! El rey de la táctica usando a Sorin. Jugaba al ajedrez con una pieza de dominó. Descarrilada. Bielsa llegó a darle la capitanía. Parece una contradicción… En el Mundial de 2002 puso, juntos, a Sorin y Placente ante Nigeria e Inglaterra. Uno de los desquicios tácticos que más recuerdo. Un raro caso de incompatibilidad. Dos jugadores que no podían, bajo ninguna circunstancia, actuar juntos. Ahora, porque Sorin es amado por quienes sólo perciben a los que corren desmadradamente, a veces para la tribuna –no digo que sea el caso–, yo no voy a dejar de ver las sangrías tácticas que generaba. No. Sorin seguirá ocupando un lugar de destaque en mi lista de jugadores incomprensibles. Tampoco modifica mi pensamiento su paso por la Selección (Menotti convocó al ignoto boquense Jorge Cecchi que no pudo ser titular en Temperley, El Porvenir y otros clubes del ascenso). Hay trayectorias que hablan por sí solas y otras que mejor se llaman a silencio… Concluyo con una frase del inolvidable entrenador uruguayo Washington ‘Pulpa’ Etchamendi: “jugar al fútbol no es correr; también es correr”. Riquelme, Francescoli, Rubén Paz y Bochini no precisaron correr para demostrar cómo se juega. Es cierto, ninguno de ellos fue lateral, ocuparon otro espacio en la cancha. Y en la historia…
In tempore: el Manchester City es propiedad de un fondo de inversiones de los Emiratos Árabes, con el Sheik Mansour bin Zayed Al Nayham a la cabeza, y no de un millonario ruso (fue adquirido a Thaksin Shinawatra, ex primer ministro tailandés). El Chelsea sí pertenece a un millonario ruso: Roman Abramovich.
(*) Director Perfil Brasil y creador de SoloFútbol.