La actriz, que protagoniza Otro estilo de vida, de Coward, confiesa que se alejó del oficio porque no soportaba la presión, que vuelve desde otro lugar y revela que en su carrera su mejor función fue cuando un actor se cayó borracho en el escenario.
Con su papel protagónico en Otro estilo de vida, obra de Noel Coward, Inés Estévez completa su regreso a la actuación. Después de un largo paréntesis, llegaron trabajos en cine (El misterio de la felicidad, con Francella), televisión (Guapas) y en el teatro Tabarís. Estévez –quien cumplió 50 años en noviembre y sale con el músico Javier Malosetti luego de separarse de Fabián Vena– es uno de los vértices de un triángulo amoroso integrado junto a Alberto Ajaka y Marco Antonio Caponi, entre otros. “Fue un proceso de armado bastante particular porque Lía Jelín tiene un sistema más coreográfico que dramatúrgico en el abordaje de la dirección –le cuenta la actriz a PERFIL–. Creo que eso tiene que ver con su pasado de bailarina coreógrafa. Ella es más régisseur y puestista que directora de actores. La obra está empezando a asentarse, ésa es mi sensación”.
—¿En el teatro cómo se escapa de la rutina?
—A veces la rutina se rompe de una manera inesperada. En una obra que hice con Sergio Renán mi personaje tenía que tomar conciencia de un hecho lamentable del cual había sido causante. Tenía que largarme a llorar y a veces no me salía. Entonces recurrí más de una vez a un enojo conmigo misma para lograrlo. Era mi propio intento por devolverme una pasión que la rutina me estaba haciendo perder. También me pasó en otra obra, que prefiero no mencionar, que un actor se cayó borracho en escena y yo hice la mejor función de mi vida.
—En la obra, la sexualidad es un tema importante. Noel Coward la escribió en 1932. ¿No cambiaron mucho las cosas desde esa época hasta hoy en ese terreno? ¿No hay riesgo de quedar desactualizado?
—Creo que el nivel de tolerancia desembozada hacia un trío en el que, además, existe el plus de una mujer que se relaciona con dos varones es de una vigencia absoluta. Pero esta obra no habla de eso, sino de dos dicotomías que comparto: moral versus ética y arte versus éxito. Y lo hace con un lenguaje brillante e inteligente que quizás se opaca un poquito en esta versión porque hubo que reducir la obra, dado que era muy larga. Es una obra que tiene dos niveles, uno más superficial, anecdótico, y otro que tiene que ver con la postura acerca de esos temas que yo veo como dicotomías importantes.
—Hace poco volviste a la televisión, con la que habías sido muy crítica. ¿Cómo evaluás la experiencia?
—Nunca había hecho una tira, no sabía qué me esperaba, pero en Guapas todo me resultó fácil porque me reencontré con gente que quiero con todo mi corazón. Empecé de a poquito, para probar, y al final fueron tres meses muy intensos. Tampoco había hecho nunca entre 27 y treinta secuencias por día. Eso aceitó mucho la bisagra del ingreso y el egreso a la ficción, algo que representa un entrenamiento alucinante para cualquier actor, igual que pasar con tanta fluidez y velocidad de algo muy dramático a la comedia pura, como ocurría en esa tira. Respecto de mi postura frente a la televisión, me gustaría aclarar que lo que me agotó tuvo que ver con el sistema, con un momento del mundo en el que la hipercomunicación hizo que se banalizara mucho el rol del actor. La fama pasó a ser un valor en sí mismo, y eso hizo que me corriera para cuidarme. No soportaba la presión de erigirme en un factor de venta.
Alberto Ajaka y el cambio
Tiene una larga y elogiada trayectoria en el circuito del teatro independiente –al frente del Colectivo Escalada–, pero pasó a la fama por su trabajo en televisión: con su celebrado papel de Donofrio en la tira Guapas, Alberto Ajaka empezó a estar en boca de todos y desembarcó en la calle Corrientes con Otro estilo de vida, una obra que, asegura, está en pleno proceso de consolidación: “El teatro comercial te permite acumular muchas funciones en poco tiempo. Hacemos siete por semana, entonces recibimos una buena cantidad de información en el intercambio con el público– explica Ajaka–. Las circunstancias de cada obra son particulares. A veces uno entiende una obra después de trescientas funciones”. Sobre su relación con la popularidad a partir de su trabajo televisivo, el actor sostiene que “se trata de algo novedoso que para mí no representa hoy por hoy un peso; yo creo que a veces se gasta demasiada energía en correrse de una foto o en evitar un saludo –agrega–. Es mucho más económico dar la foto y el saludo, no es tan grave. Igual, mi situación es muy diferente a la de un galán de moda, que tiene que lidiar con otro tipo de cosas. Puedo tener algún arrebato de fobia social, pero nada muy importante”.