El análisis de lo que fue la primera parte del Torneo Final y lo que puede llegar a venir.
Cuando ya se disputó la novena fecha se establece que la mitad de los partidos del Torneo Final se han llevado a cabo. Quiere decir que el campeonato entra en su tramo más apasionante. En la lucha por ganar el título y por no descender se recorre el camino más angustiante, atrapante y duro que tiene la pelea por conseguir el objetivo más buscado.
Lo increíble es que tanta mediocridad futbolística, tanta irregularidad, lleva a que sean muchos –quizá demasiados- los equipos con chance de ganar el certamen. Seis puntos separan al inesperado líder Colón de aquellos que reúnen tres victorias, tres empates y tres caídas (All Boys, Rosario Central, Gimnasia, Boca y Rafaela). Entre ellos navegan Estudiantes, Godoy Cruz, Vélez, San Lorenzo, Olimpo, River, Newell’s y Lanús. Suman 14 participantes sobre 20.
Como se sostiene de manera total el sistema de promedios para decretar los tres descensos, hay que leer tres tablas para estar actualizado: las posiciones habituales, la que suma el rendimiento anual y la que junta los últimos tres campeonatos y decide los descensos por promedio. Una locura propia del fútbol argentino.
Es decir que sucede algo insólito: el recuperado Colón, junto a Godoy Cruz, Rafaela, Gimnasia, Central, Olimpo y All Boys, están luchando por mantener la categoría y les importa mucho menos pelear el título que zafar de irse a jugar la B Nacional, pero están arriba. De todos modos, suman puntos para escaparse y se entreveran en la lucha mayor. ¿Está bueno o es un despropósito del torneo corto que define los descensos?
Abajo, enfrascados en festejar cada punto como un tonel de agua en el desierto, caminan Argentinos Juniors, Tigre y Quilmes, que juntan la penuria actual con la escasa cosecha de puntos de años anteriores. Es un cóctel durísimo, porque la tendencia los lleva a considerarse bastante menos que aquellos equipos que están haciendo campañas aceptables en el Torneo Final.
También vale la pena mencionar la pobreza futbolística de Boca y River que, participando solamente de un campeonato y mirando la Copa Libertadores por la televisión, no han podido afirmarse en una línea de juego y se mezclan con los equipos más irregulares de todos. Ni Carlos Bianchi ni Ramón Díaz han sabido encontrar los nombres adecuados y cuando no consiguen ganar se sumergen en una larga lista de justificaciones, autoelogios y creencias en el más allá.
Al mismo tiempo, queda claro que si Vélez, Newell’s y Lanús jugasen únicamente el Torneo Final, estarían encaramados disputando la corona entre ellos. Son, claramente, más que los otros diecisiete cuadros que participan del fútbol argentino. La avaricia, el miedo, el terror a perder, la falta de variantes ofensivas, algo que ninguno de estos tres equipos tiene sino más bien todo lo contrario, han llevado al campeonato a un trístisimo promedio de 1,99 gol por partido. Como para que Erico, Labruna, Masantonio y Bernabé Ferreyra se levanten de la tumba y se vuelvan a enterrar.