La fotonovela que Beba Galotto escribió para Alfredo Alcón

p8 20-4-14En la década de los años 60, muchos actores, que luego fueron íconos del teatro y la televisión, deleitaban a sus lectores con una categoría especial de gráfica, apenas por encima del radioteatro y como paso previo a las telenovelas.

Las fotonovelas o fotohistorias eran narraciones en fotografías. Fue un género editorial muy conocido en Italia y México, que trata generalmente argumentos de orden sentimental. Se relaciona al cómic y el cine. Con el primero comparte muchas similitudes gráficas y estructurales: la página está dividida en viñetas y los diálogos aparecen en bocadillos, por mencionar algunos.

 

Su parentesco cercano con el cine, especialmente en las publicaciones que reivindican una cierta calidad editorial y recurren a procedimientos pensados para que la historia resulte más dinámica como el juego con diferentes planos. Parte de un guión que constituye la trama narrativa y se apoya simultáneamente en imágenes, diálogos y comentarios de una voz en off. Crear una fotonovela requirió conocimientos tanto de escritura de guiones y diálogos como de fotografía, además de las competencias propias del mundo editorial, como organización de un proyecto, trabajo con todos los profesionales que intervienen, composición y tratamiento digital de las imágenes y finalmente la imprenta. El reemplazo de dibujos por fotos, obligó al proceso a la intervención de actores.

 

Marisa Allende: un paso necesario
Beba Galotto viajó por cientos de teatros argentinos de la mano de sus creaciones, aunque la aparición y desarrollo del radioteatro, sumada a la posibilidad que se abrió a las editoriales por el éxito de las  fotonovelas, la colocó en un escenario similar al que hoy disponen las redes sociales. Sin televisión, al menos para el gran público, las voces que cautivaban a la familia en torno a los aparatos de radio, comenzar a hacerse visibles en una categoría de comic que incorporaba la fotografía. Sonido e imagen, aunque por separado, conformaron un imaginario social perfectamente comparable a facebook o twiter, aunque sin posibilidad comunitaria de intervención. Los actores viajaron desde sus teatros por el aire de las frecuencias AM y los kioscos vendían por miles, ediciones de novelas de amor con las cuales las adolescentes atemperaron las prohibiciones del entorno, en años de cerrada censura familiar.

 

Fue un proceso que se inició en la Argentina en la década de los años 40 y cuya pionera fue la revista Idilio, publicada por primera vez en octubre de 1948. Para esa editorial, Beba Galotto, bajo el seudónimo Marisa Allende, escribió varios éxitos. Uno de ellos, Cuatro ladrillos y un sueño, protagonizado nada menos que por Elcira Olivera Garcés y Alfredo Alcón, maestro de muchas generaciones de artistas de teatro y protagonista en obras de televisión y cine, en más de 70 años de carrera. Los argumentos utilizados por la escritora no eran diferentes a los de otras obras del género, pero la dimensión nacional alcanzada por sus novelas y el reconocimiento, en este caso, de la pareja de artistas más importante del país para llevarla a la actuación, de otorga al hecho una relevancia que Concepción del Uruguay no ha reconocido cabalmente.

 

Pero ahí están sus historias, escritas en las revistas de mayor circulación de la Argentina desde 1940 a 1970, como testimonio del lugar hasta donde llegaron algunos de nuestros escritores. Hace un par de semanas moría Alfredo Alcón y el 15 de marzo, se cumplieron dos años del fallecimiento de Beba Galotto. Quienes tuvimos la suerte de compartir con ella espacios de trabajo, reflexión o debate, sabemos lo esquiva que era a los homenajes. Pero la referencia que trae la muerte de Alcón a nuestra memoria, como a la de tantos uruguayenses, es razón suficiente para mencionar, aunque más no sea brevemente, a dos grandes que tanto le han dejado a su pueblo.

 

La familia en los tiempos de Idilio
La revista Idilio era, en primer lugar, una revista juvenil femenina y más bien popular. cuyo contenido incluía fotonovelas, artículos que aconsejaban a las mujeres respecto de tareas hogareñas, como quitar una mancha, o cómo dejar relucientes los ceniceros de sus esposos, crucigramas cuyo único contenido eran nombres de actores y actrices del cine de la época y publicidades que esencialmente vendían cosméticos y artículos de belleza para la mujer. Gino Germani, uno de los editores de la revista, plantea que a partir de la década del 40 se produjo en la Argentina una fase de creciente industrialización que estuvo acompañada de la inmigración masiva de la población del interior del país hacia las ciudades, especialmente, Buenos Aires y «este proceso debía, como es obvio, influir en la organización familiar de los diferentes grupos rurales y urbanos afectados por tales cambios».

 

A modo de ejemplo, Germani muestra cómo el tamaño de la unidad familiar se redujo gradualmente lo cual evidencia la emergencia de la familia nuclear urbana. Sin embargo, destaca que en las zonas rurales del interior del país, los porcentajes continuaban siendo altos. Lo que vale aquí destacar, es que el autor caracteriza a esos tipos de familia y muestra que las urbanas modernas se orientaron hacia una progresiva desaparición del «patriarcado», un aumento del número de mujeres asalariadas y un repunte de la natalidad controlada. Es en este contexto en el que se publica la revista Idilio. Es una época de cambios y «es claro que esos cambios se acompañan de transformaciones en la vida y la conducta familiar que tienen, como condición, los cambios en la sociedad.»