En su breve visita a la Argentina, el director bilbaíno asegura que la industria cinematográfica de su país atraviesa un gran momento creativo y una crisis económica al mismo tiempo.
Vosotros vais hacia arriba y nosotros hacía abajo”, dice Alex de la Iglesia (Bilbao, 1965), maestro circense y de culto de cierto cine entre guarro y enamorado que ha filmado alteraciones gallegas al género como El día de la bestia y La comunidad. De pasada por Buenos Aires, De la Iglesia vino a Constelaciones, muestra de cine español, y a presentar la recién estrenada Las brujas de Zugarramundi (“el Salem español, qué tanto”), su flirteo con la brujería donde acusa, riéndose, a Angela Merkel de ser parte de un linaje de brujería milenario. De la Iglesia: “No había mucho que pensar si hablamos de brujería y una historia cómica del asunto”.
Pero De la Iglesia, dentro de su orondo salvajismo y de un film que logró ser la película más taquillera nacional de 2013 en su país, ha sido también uno de los más preocupados directores (fue presidente de la Academia de Cine de España y renunció) por el estado actual del cine. Respecto de hacer género guarro para adultos: “A mí me da la sensación de que, intentando abrir las posibilidades a mayor cantidad de público, en Hollywood se edulcoran cada vez más las películas. La corrección política ha llevado a que el público sean niños de 8 años. Nosotros tenemos margen de libertad respecto de eso, del género”. Ese “nosotros”, el cine español, enfrenta un instante que De la Iglesia define: “En cuanto a contenidos, el cine español puede sentirse orgulloso, estamos haciendo mejores películas que nunca. Desde dentro, vemos una situación crispada y contrariada. Una parte de la sociedad está en contra del cine español (como si nosotros fuéramos controladores aéreos o políticos), lo considera un capricho ya que habla de la cultura como que no es un asunto de primera necesidad (puedo entenderlo, pero no creo sea ésta la situación). Pero es cierto que la salud y la educación están sufriendo más que nosotros. No tenemos que quejarnos”.
Pero insiste en que sí hay que cambiar y responde frente a la consulta de si las multinacionales como Telefónica se mueven impunes: “Es una conclusión obvia. Innegable. Deberían financiar películas, es un hecho. El asunto está en que el gobierno que ahora lleva el control de la situación tiene un criterio muy particular acerca de cómo se tienen que solucionar los problemas, que yo respeto. Nunca le diría a un político lo que tiene que hacer; lo votaría o no, no corresponde ser tan frívolo”. Y sigue: “Como dije cuando era presidente de la Academia, creo que estamos en un momento de cambio. Que lo que se toma como un problema puede ser una solución, internet: es un momento de reconversión industrial, tendríamos que cambiar el modelo de financiación y tendríamos que cambiar el modelo de mercado. Hay que cambiar la forma en que hacemos rentables y financiamos las películas, buscar inversión privada y que los subsidios del Estado no tengan que ser directos (a través de exención de impuestos). El cine americano, con todo su poder, está infinitamente más subvencionado que el nuestro. Tenemos que ser conscientes de que no podemos hablar de una oferta ilegal si no hay una manera legal. Todos lo saben”.