La derrota contra Brasil se puede superar. Tevez ya es pasado, como muchos del ciclo de Sabella.
Edgardo Martolio
Estimado Tata,
Le confieso que comentar amistosos entre jugadores millonarios, partidos que sólo tienen alguna utilidad para ustedes, los directores técnicos (y para los organizadores / recaudadores), es puro onanismo periodístico. Cuando no se juega por algo importante los esfuerzos se limitan, las motivaciones desaparecen. Más aún con cracks que ya le resolvieron la vida a las cinco generaciones siguientes. No digo que los jugadores ‘saquen la pierna’, pero sí digo que son partidos que ‘no tienen la misma intensidad’ de cuando se disputa un título con prestigio o valor, como una Eliminatoria, un Sudamericano o un Mundial.
De todos modos, el más importante clásico mundial, la rivalidad entre Argentina y Brasil aunque sea por una Copa nueva, invento de estos tiempos en los que hay que llenar la programación televisiva, ‘nunca es un amistoso más’. Reconozco que siempre tiene ‘algo de especial’. Y el primer clásico que usted juega con Brasil, lo pierde. Por eso le escribo. Puede ser una derrota positiva, siempre que sea una, cuanto más dos, no decenas de frustraciones en fila como sucede con los Pumas: a usted no se lo van a perdonar.
Por más que Brasil necesitaba ganar este partido en particular y por más que necesite vencer muchos de estos clásicos para hacerle olvidar a su pueblo el oprobioso 7 a 1 que le propinó Alemania, mientras que su Argentina venía ‘dulce’ después de golear a la misma Alemania –no, no a la misma, estaba diciendo una burrada propia de la mitad de los lectores que me responden a textos de rugby–, ‘el Clásico de las Américas’ no deja de ser un partido de esos que no hay que perder nunca, mejor dicho que ‘hay que ganar siempre’ (así es y debe ser en el mundo profesional: el ‘jugar por jugar, para divertirse’ o porque ‘lo importante es competir’ es reserva y privilegio de los deportistas amateurs).
Como algunos brasileños, entre ellos el ex goleador Ronaldo, subieron a sus redes sociales mensajes con frases revanchistas, del tipo “Argentina decime qué se siente”, muchos ‘argentos’, dolidos con esas provocaciones y un equipo sin respuesta, ya comenzaron a cuestionarle algunas cosas a usted, principalmente por qué no lo convocó a Carlitos Tevez. No les haga caso. No lo convoque nunca a Tevez, haga lo que usted deba hacer y lo que la Selección precise. A Tevez no lo necesita aunque atraviese una buena racha en Italia. Tevez ya es pasado.
Como son pasado muchos otros que por inercia –espero que sea por eso– usted continuó llamando: Demichelis, Federico Fernández, Marcos Rojo y Zavaleta entre los que usó en Beijing, más algunos que están para completar la lista, como Gago, Enzo Pérez y Banega, y otros porque hubo que improvisar, caso Roncaglia. Más alguno que usted llama porque es de su propia cuna como el arquero Nahuel Guzmán, quien posiblemente será su talón de Aquiles (aunque espero que no) si insiste con él. Igual, muera con la suya que nadie le va a agradecer nada: estamos en Argentina.
Pero, caro Martino, no se preocupe demasiado con la derrota ni con lo que digan los demás; perder, en circunstancias como esta, puede ser cosa buena; puede ayudarlo a pisar tierra firme, esa que nos disfrazó el subcampeonato mundial coronado en el Maracaná sólo porque Dios, a veces, se acuerda de nosotros. Esta derrota le da licencia para cambiar la herencia vencida en sus plazos de validad que le dejó el sensato y suertudo Sabella. Usted, como yo, bien sabe que hay gente mejor que esa que está jugando a la sombra y disimulo de la genialidad de Di Maria, de los goles de Messi y del sacrificio sobrehumano de Mascherano.
Por otro lado, no crea que la ‘Argentina / país’ tiene crédito como para criticar a su representación futbolística, esa Selección que está en sus manos. ¡No! Mire, le cuento a continuación todo lo que se destapó durante la semana en la que usted se fue a Oriente y cayó ante Brasil: Carlitos Gardel no era de Racing, era de Independiente según un viejo recorte rescatado, claro, por un hincha del ‘Rojo’ de Avellaneda. El prócer Manuel Belgrano era un salame de cuarta de acuerdo al principal historiador nacional, Tulio Halperin Donghi, que lo explica desde la lúcida estatura que le confieren sus 95 años. A una legisladora porteña se le congeló la plantita de marihuana en una madrugada reciente. La fogosa mujer del didáctico Diego Latorre confiesa que se inició sexualmente con mujeres y en un colegio, obvio, de monjas. Al periodista Marcelo Longobardi lo asaltan en el barrio más seguro de Buenos Aires y Juan Román Riquelme pide un monumento, en su amado Boca Juniors, para el echado Carlos Bianchi.
Hay más: El famoso ladrón de bancos de los noventa, ‘La Garza’ Sosa, es atracción en los boliches bailables. Rosario Central elimina a River y Huracán a Estudiantes de La Plata en la Copa Argentina. El gobierno, que no tiene para pagar las deudas contraídas, gasta mil pesos por habitante, por año, sólo en subsidios de transporte. Mauricio Macri pide que Ramón Díaz sea gobernador de La Rioja. Dos jóvenes roban una cortadora de césped en Olmos pero, más imbéciles que cacos, dejan sus huellas en el barro y la policía los atrapa. Vecinos de Boedo discuten por ruidos musicales y se apuñalan. Todo al revés. Todo, lo pequeño y lo grande. Al revés de lo lógico y de lo que debiese ser lo irrelevante y lo trascendente. Deprimente.
Usted ‘Tata’ no me cree, le parece mucho para una semana sola de ausencia y me pregunta: ¿Qué país es ese?, pensando que le estoy hablando de Liberia. Pero no. Es su Argentina, Martino, la mía, la que supimos construir y se pone nerviosa y habla de ‘paso atrás’ porque sus muchachos no le ganaron a Brasil. Todo eso, bronca incluida, además, sucedió en la semana en la cual se informaron los ganadores de los premios Nobel. El país del ‘todo al revés’, desde luego, no ganó ninguno. Es la actual Argentina que comparada con la vecina y siempre humillada Bolivia de Evo Morales pasa vergüenza. Los números económicos de la nueva Bolivia nos dan envidia, tanta como nos avergüenza que en Paraguay nos llamen ‘buitres’ no sin alguna razón.
Todo ello transcurre en el medio de los goles de Diego Tardelli que no supimos defender y mientras –por una supuesta provocación– le pegamos a los ingleses que vienen a filmarnos en tanto le pedimos al gobierno de Brasil que salga, ¡urgente!, a buscar el velero argentino Tunante II, perdido en el océano ‘de todos’ porque una borrosa foto satelital dice que puede estar flotando en aguas internacionales. ¿Por qué? Porque en la Argentina de Boudou y Bonafini, él mismo y su hija respectivamente, piden ser sobreseídos por portación de apellido; vale todo. Entonces, vale protestar porque perdimos 2 a 0 con un depreciado Brasil y vale defenestrar a Messi que vuelve a jugar mal en la Selección y, para peor, malogra el penal que pudo cambiar la historia y hacernos sentir falsamente los mejores.
Ya sabemos, como dicen los árabes, que “mientras la vara sube-y-baja descansa la espalda azotada”. Pero a la espalda Argentina la castigan demasiadas varas al mismo tiempo y desde hace rato. Su abierta herida social no tiene descanso. No hay ni habrá espalda, país, que aguante mucho más. Simplificadamente: los K de un lado, Lanata y sus traiciones mediáticas del otro y en el medio los De la Rúa, por no decir el abismo. Podría ser una descripción del infierno, pero no lo es. Es el país que nos toca padecer, el que se prepara para los posibles saqueos de fin de año. ¡Uau!, muy fuerte. Y dentro de ese cuadro, el deporte. Principalmente el fútbol y su Selección, ‘Tata’, que amaga unirnos aunque –a veces– también nos polariza con sus pelotazos en contra como la derrota en China.
¿Qué es injusto pedirle más al fútbol cuando nadie nos da nada? Sí, lo es, por eso, Martino, trabaje tranquilo y olvídese de todo esto, de Carlitos Tevez y Cía. ¡Si el fútbol es lo único que cada tanto nos hace un poco felices! Así como no se puede separar el arte del artista en el caso de Woody Allen, no podemos separar el fútbol de la felicidad en el caso argentino. Son construcciones únicas y uniones indivisibles aún en la derrota que, sufrida cada tanto, exalta el valor de las muchas victorias acumuladas. Además, ‘Tata’, este año usted no fue el único perdedor ante Brasil en fútbol: Brasil también nos ganó 5 a 3 en la Primera Copa América de una de las disciplinas que más debiese importarnos pero nadie divulga: Powerchair Football (fútbol en sillas de ruedas).
Decida tranquilo Martino, porque sólo usted con su Selección puede hacernos felices un instante. Aunque muchos se contenten porque una película de Darín tal vez compita por el Oscar que, claro, en el país donde se aplaude a los perdedores del rugby, un Oscar vale tanto o más que un premio Nobel (falta conceder el de economía: Kicillof seguro que no lo gana). O simplemente se alegren viendo el trailer de ‘Focus’, la película que Will Smith filmó en Buenos Aires, como si eso les cambiase algo o mejorase la cada vez más apaleada Buenos Aires. Aunque ‘nos pasen esas cosas tan lindas como idiotas’, lo único que hay con algún valor universal, histórico y comparable, verdadero entre tantos kilómetros de frontera mal aprovechados, es el fútbol. Y de él surge su Selección, ‘Tata’. Nuestra única alegría.
Le dejo mi mejor abrazo.
IN TEMPORE I: Así las cosas, todas tan mal, uno sabe que por yuxtaposición está en el camino correcto cuando escribe algo –Pumas, por caso– y lo insultan en casi todas las respuestas. Triste sería coincidir con quienes deforman y degradan al país diariamente desde ‘el mancillado poder’ o ‘las supuestas elites’, nuestros verdaderos ébolas. Gracias por no coincidir. Gracias, lo digo de corazón. No quiero ningún conchabo, paralelismo, simpatía, nada de nada con ningún protagonista de ese desquicio argentino bautizado ‘década ganada’.
IN TEMPORE II: Esta carta fue escrita antes del inútil partido de la Selección contra ‘un combinado de Hong Kong’, mientras observo una y otra vez al falso universo del rugby mostrándonos su ‘rara dignidad y mentirosa ética’ en la final de la Súper League de Inglaterra entre Wigan Warriors y St. Helens. Esta vergüenza (mírela por favor) puede verse en http://www.youtube.com/watch?v=UrPBnxacK2Q
IN TEMPORE III: Para no confundirnos, el gobierno de Evo Morales sólo es mucho mejor que el de Cristina, pero tampoco es una maravilla pese a su PIB de 6% de este año –gracias a la extracción de gas natural y la producción de cocaína–. Y no lo es porque diezmó a la oposición (en su mandato más de mil políticos y activistas, hostilizados, debieron irse del país como el empresario Branko Marinkovic, el senador Roger Pinto Molina y el intendente Manfred Reyes Villa) y porque manipula la justicia común y la justicia electoral para conseguir así su tercera elección consecutiva y ganar con el 70% de los votos. Los necesita para aprobar, sin discusión parlamentaria, la reelección indefinida que lo transforme en un dictador democrático.