Pese a no tener la cinta de capitán, el volante es el líder absoluto del equipo. Orgullo y corazón del dueño del juego. Fotos. Por Ursula Ures Poreda.
Hablar de Javier Mascherano en la Selección obliga a tender sobre Leo Messi un manto de sombras. Evitar la comparación entre ambos -posiciones aparte- es tan difícil como negar que la cinta de capitán está atada al aniñado talento, mientras el desarrollo del juego queda en manos de la fiera perseverancia.
En las últimas semanas, los relatos sobre el perfil del volante dieron cuenta de la personalidad de uno de los emblemas inamovibles de la Selección. El hartazgo de llevar la camiseta sin ganar una Copa, el paso del tiempo y la supervivencia a uno y otro DT, las promesas de un auspicioso futuro desde la Sub17 hasta la confirmación de que, ya en la Mayor, Javier llegaba para quedarse. Y se queda.
“Estoy orgulloso de formar parte de este grupo. Hemos sufrido mucho estos años, pero valió la pena”, festejó hoy, después de que Sergio Romero habilitara, en la definición por penales, el paso argentino hacia la final de la Copa. Una final que hace 24 años no tiene a Argentina entre los candidatos.
Masche, el DT en la cancha, tiene claro que el enfrentamiento con Alemania no deja margen alguno para un error. “No le podemos dar los espacios que le dio Brasil; es el partido de nuestras vidas”, evaluó. “Tenemos que jugar como lo hicimos hoy, con calma y tranquilidad, pero también con el alma y el corazón”, resumió el jugador, que ostenta dos campeonatos olímpicos (2004 y 2008) pero carga tres mundiales sin lauros a cuestas.
Acaso sea -junto a Romero, la otra figura del partido- uno de los jugadores que más tiempo hayan usado la camiseta argentina, en selecciones juveniles y la mayor, a la que llegó en 2003. De hecho, vistió la celeste y blanca antes que cualquier otra casaca de un club de primera.
El dueño del equipo todavía no jugó una final mundialista, pero se prepara desde hace años. Su provocador recelo para enfrentar al adversario lo convirtieron en el responsable del armado argentino, el capitán sin cinta. En 2011, le cedió el brazalete a Messi. El rol, nunca.
“Disfruten ustedes”, pidió hoy el mediocampista a la hinchada, apenas terminado el partido. Así fue: todos celebraron. Al Jefe no se le discute.