Jacinto Fabre cumplió 50 años hace un par de días. En su festejo, le pidió a sus “amigos de la vida” que no le hicieran regalos, que él iba poner una urna y a hacer una colecta solidaria a beneficio del Hospital Urquiza. El es de esos tipos a los que conoce todo el mundo, y por sus gestos, todos lo quieren. Canillita desde los 9, decidió dejar el oficio después de 41 años y nos pidió hacer una nota: “Quiero decirle gracias a la gente”, nos dijo. Y aquí en un puñado de palabras le damos la oportunidad a él, de estar dentro de diario, ese diario que tantas veces ‘voceó’ recorriendo las calles y ofreciendo noticias.
Y en la sala de Redacción de La Prensa Federal se sienta Jacinto con sus nervios, su humildad y sus recuerdos, ese gran tesoro que lleva con él por toda la ciudad que lo saluda a su paso: “Esto es algo que yo quería hacer hace un tiempo, tener la oportunidad de agradecer a una comunidad que siempre me dio una mano. A toda esa gente que me bancó en las buenas y en las malas, que siempre me preguntó si necesitaba algo, que muchas veces sin preguntar me acercaban un vaso de agua, un café caliente, un abrigo, un pedazo de pan. O a veces simplemente un abrazo, un saludo, que te hagan sentir querido y respetado después de estar más de 40 años trabajando en la calle… para mí es muy importante poder agradecerles”.
Jacinto se emociona. Ya había avisado que se iba a quebrar. Son muchas sensaciones que vuelven a su memoria y trata de darle forma de palabras, y en esa voz entrecortada le da vida a esos recuerdos. “Yo repartí diarios durante 41 años. Empecé a los 9 años, en la Panadería Maxim’s cuando mi abuela me compró el primer diario. Yo en ese tiempo recorría toda esa zona buscando cartón, y con el diario encontré algo más lindo. Me gustó, caminaba y caminaba vendiendo diarios en esa primera época. Después lo hice en bicicleta, salía a gritar el diario como se hacía antes. Fue una infancia difícil y si algo me hace seguir para adelante es que mis hijas no tengan que sufrir eso”.
Hablando de esfuerzos y sacrificios, Jacinto recuerda que: “hubo una vez que estuve 72 horas sin dormir, estaba trabajando en Onda Verde (empresa que realizó el servicio de recolección de residuos en la ciudad), corría atrás del camión toda la noche, después repartía los diarios a la mañana y a la tarde repartía revistas, además de otras changas que iban apareciendo. Pero siempre para adelante…”
Bellos milagros
Ese niño que enfrentó el frío, el cansancio, perdió horas de sueño y juego, se fue curtiendo en este hombre emocionado que no le afloja al laburo ni un cachito pese a los más de 40 años que pasaron desde entonces. “Yo hoy me siento muy feliz por los gestos de la gente. A mí la calle siempre me enseñó, me golpeó, pero nunca bajé los brazos, ni siquiera en el peor momento, cuando mi hija Milagros estaba tan mal y a nosotros parecía que el mundo se nos venía abajo (le diagnosticaron una infección pulmonar cuando tenía sólo 22 días de vida y tuvo que ser operada en Paraná). Creo que ahí también tomé dimensión de cuánta gente me apoyaba y me quería porque tantos amigos y amigas se acercaron y nos acompañaron. Para mi toda esa fuerza le llegó a Milagros para salir adelante. Hoy ella tiene 8 años, casi la edad a la que yo empecé a vender diarios, ella juega al básquet en Rocamora y como decimos con Natalia, su mamá, hoy es uno de nuestros soles. Al final tenía razón el Gordo Puchulu, como siempre tenía razón, me dijo: ‘acordate que el día de mañana ese nombre, Milagros, te va a quedar chico’. Seguro que desde allá arriba el Gordo me debe seguir ayudando y dando fuerzaa, como todos los amigos que ya no están”.
“Agradecer”, esa palabra que Jacinto repite una y otra vez, tiene que ver con una decisión tomada justamente para el cumpleaños de Milagros, en agosto. “Mariano Mista, dueño de la mensajería Full me abrió las puertas, me ofreció este trabajo y decidí dejar de vender diarios. Gracias a Dios me va bien, soy feliz. Se extraña un poco la vida de canillita, estar atento a las noticias para vender los diarios, la rutina con los vecinos, las charlas… pero la verdad es que fue mucho tiempo, hoy puedo disfrutar más de la familia y estar mejor económicamente. ‘Cumplí mi ciclo vendiendo diarios’, como le digo a mis amigos del fútbol. Me llevo el orgullo del trabajo día a día y el cariño de tanta gente”.
Jacinto no podría nombrar a todos sus “amigos de la vida”, ni tampoco a todos a los que quisiera agradecer porque le han dado una mano a lo largo de estas cuatro décadas. No alcanzarían las páginas del diario para dar las gracias, dice. “Yo aprendí que lo más lindo que tenemos en esta vida son los recuerdos, los amigos, es algo que trato de enseñarle a mis hijas (además de Milagros de 8, Jacinto es papá de Renata de 7). Ser solidario… tal vez alguien puede pensar, que puede aportar un canillita que se crió en la calle? Bueno, yo traté de ayudar siempre desde donde podía, para devolver todo ese cariño de la gente y poder decir ‘Gracias’ de la manera que uno puede. A mí nunca me sobró nada, pero si yo puedo comprarle una gaseosa a un gurisito que está juntando cartones, o darle una factura, unas galletitas, siempre lo voy a hacer. Porque yo se lo que es pasar calor, hambre o ese cansancio de andar todo el día por una moneda. Es lo que me enseñó la vida, ser solidario y buena gente, porque el día de mañana recibís el doble”.
“El que comparte nunca pierde”, dice Jacinto y suelta frases bonitas, a las que llena de sentido y contenido con 41 años de calles recorridas con frío, calor y lluvia. 41 años de golpes, caídas y vuelta a levantarse. 41 años de angustias, dolores y vuelta a sonreir. 41 años de canillita, gritando diarioooo y juntando amigos. Fueron 41 años de trabajo y Jacinto sólo pide un deseo final: poder decir GRACIAS.