Un homenaje a Julio Cortázar y una receta para Sabella y su selección en Brasil.
Augusto Do Santos
En primer lugar, es importante ser un país con nativos afectos a la práctica del fútbol y acertar con la elección del director técnico, que a su vez deberá acertar con la elección de los veintitrés jugadores que representarán a la nación en la Copa del Mundo.
Hay que aclarar, sobre lo mencionado, dos cuestiones: por un lado, no es privativo que los futbolistas sean nacidos en el país aunque es lo recomendable, sobre todo para evitar escenas tristes como las de un extranjero que no puede pedir un café en nuestro idioma pero canta nuestro himno. Por otra parte, cabe señalar que, para llegar al Mundial, es recomendable clasificarse al mismo a través de las Eliminatorias; también se puede ir a la Copa del Mundo sin haberse clasificado, aunque en este caso sería para disfrutarlo desde la platea, con los costos que esto implica y, sobre todo, sin la oportunidad de quedarse con el trofeo.
Una vez en competencia, hay que quedar ubicado en primera o segunda posición en la denominada fase de grupos; previamente, es recomendable tener buena suerte en el sorteo que determina en qué grupo jugará nuestra selección. Todo tipo de plegaria, o de arte sobrenatural, o de cábala, suele emplearse para evitar el popular grupo de la muerte, que es aquel en el que hay más de dos países con posibilidades serias de pelear por el título (algunos países, sin fe pero con mayor peso en cuanto a poder refiere, simplemente solucionan este peligro con llamadas telefónicas, correos electrónicos o mensajes de texto).
Resulta fundamental remarcar que la manera de avanzar en el Mundial, en la fase de grupos, es sumando más puntos que los rivales; para ello, hay que ganar más y perder menos que los otros, aunque por alguna combinación de resultados también puede servir empatar lo mismo que los demás. Más adelante, de octavos de final en adelante, para seguir en carrera a la gloria solo sirve ganar y, para ganar, hay que meter más goles que el equipo contrario, ya sea durante los noventa minutos, el tiempo extra o los penales, instancias estas últimas que se disputan ante un eventual empate durante el tiempo de juego de rigor. Información clave para meter goles: hay que lograr que la pelota ingrese en el arco rival y luego festejar agitadamente, bailando o practicando una montonera sobre el autor del gol, para que todos se enteren de la anotación; si se produce un gol en contra que nos favorece, se sugiere no celebrar por caballerosidad deportiva, respeto al dolor del contrario y respeto a uno mismo.
Para ganar la Copa del Mundo, hay que llegar a la final y ganarla; se recomienda tener cuidado con no imponerse en las semifinales, ya que en ese caso uno jugará otra instancia pero que no le dará la posibilidad del trofeo sino de quedar tercero o cuarto en las posiciones finales.
Algunas recomendaciones más, todas ellas importantes, son las de intentar contar en nuestras filas con el mejor jugador del mundo, disponer de un arquero con manos y pantalones cortos; poseer un futbolista de funciones defensivas con cara de malo y que el director técnico, además de acertar con los convocados, tenga un aura que mezcle locura y sabiduría. Si se puede incluir como titular un jugador con barba tupida, mejor. Hay quienes creen que también influye contar con hinchas hermosas en las inmediaciones de los estadios y en los estadios mismos, pero la implicancia de ello en los resultados no ha sido comprobada aún.
Finalmente, una vez ganada la final del Mundial, para que no queden dudas que nuestra selección es la triunfadora y acreedora de la Copa del Mundo, es fundamental participar de la ceremonia de premiación. En la misma, el capitán del conjunto deberá reclamar el trofeo y, rodeado de sus compañeros, levantar escandalosamente la copa al tiempo que exclamará gritos onomatopéyicos de alegría y evitará que el papel picado de rigor ingrese en su boca.
Posteriormente, tanto el director técnico como los futbolistas podrán dedicar el logro no solo al pueblo que tanto los alentó, sino también a todos aquellos que jamás confiaron en ellos y no hicieron sino criticarlos hasta al hartazgo, a veces hasta con mala intención, poniendo más piedras en el camino que el peor de los rivales.
(*) Especial para 442