Cada 14 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Diabetes, una enfermedad que no muestra signos de disminución y que, con la prevención adecuada, buenos tratamientos y educación a los pacientes puede controlarse satisfactoriamente.
Si no se controla puede provocar graves complicaciones e incluso la muerte. Por ello es tan importante dar a conocer las causas de la enfermedad, los síntomas y las posibles complicaciones, así como los tratamientos. Se debe actuar a todos los niveles, desde los profesionales de la sanidad hasta los pacientes y sus familiares.
El Día Mundial de la Diabetes se celebra desde 1991, promovido por la Federación Internacional de Diabetes (FID) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), que crearon esta campaña mundial ante el preocupante aumento en la incidencia de la diabetes alrededor del mundo.
La fecha del 14 de noviembre se escogió porque coincide con el aniversario de nacimiento de Frederick Banting quien, junto con Charles Best, concibió la idea que les conduciría al descubrimiento de la insulina, en octubre de 1921.
En 2007, Naciones Unidas celebró por primera vez este día tras la aprobación de la Resolución en diciembre de 2006 del Día Mundial de la Diabetes.
Lo más preocupante es que desde 1980 el número de personas con diabetes en el mundo casi se ha cuadruplicado, sobre todo en los países de medios y bajos ingresos. Este peligroso aumento se debe en parte al aumento de personas con sobrepeso y obesidad y a la inactividad física en general.
Según la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD), se estima que entre 800 y 1.000 niñas, niños y adolescentes son diagnosticados por año en Argentina con diabetes tipo 1, aquella que se suele detectar a edades tempranas y que se da cuando el páncreas no genera insulina. En este marco, advirtieron que en la actualidad hay tratamientos que permiten un mejor control de la patología.
Se estima que la diabetes tipo 1 representa a 1 de cada 10 personas con diabetes en Argentina; esta patología puede afectar a personas de cualquier edad, pero normalmente se diagnostica en niños o adultos jóvenes.
Las personas que viven con este tipo de diabetes necesitan la administración diaria de insulina para controlar sus niveles de glucosa en sangre; si no tienen acceso a la insulina su vida corre peligro.
La diabetes tipo 2 es la más común: representa el 90% de los diagnósticos. Es más frecuente en personas con obesidad y sobrepeso. Antes, la padecían sobre todo los mayores de 40 años. Sin embargo, debido al incremento de la obesidad, el sedentarismo y la mala alimentación, esta variante de la diabetes está aumentando en niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Claves para prevenir la diabetes en la alimentación diaria
La Lic. en Nutrición Silvia Juárez (MN 1150), profesora de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, dio a conocer algunos consejos para prevenir la diabetes tipo 2, la más común entre todas las diabetes.
“Si podés prevenir o retrasar la diabetes tipo 2, lograrás disminuir los riesgos de tener afecciones en la vista, los riñones y/o a nivel cardíaco”, dijo.
“En caso de sobrepeso, es importante ponerse la meta de reducir entre el 5 y 10% del peso. Para esto, además de evitar el sedentarismo y hacer ejercicio, existen algunas recomendaciones prácticas”.
Los sí
– Aumentar el consumo de fibra vegetal: verduras y frutas frescas. Incluirlas en las 4 comidas.
– Incorporar legumbres en granos enteros, como lentejas, garbanzos, porotos, brotes de soja y semillas.
– Cereales integrales o sus harinas. Centeno o avena.
– Lácteos descremados, ricota, yogures, tofu.
– Proteínas en pescados, carnes magras, blancas y rojas, y huevo.
– Consumo moderado de grasas insaturadas: aceites vegetales, frutos secos, palta.
– Aumentar el consumo de agua o de bebidas sin azúcar, por ejemplo, infusiones.
– Gelatinas dietéticas, dulces con edulcorante (consumo moderado).
Evitar o reducir (consultar siempre con el nutricionista):
– Verduras fuente de almidón sin aporte de fibra vegetal (por ejemplo, papa y batata).
– Harinas procesadas de legumbres.
– Harinas refinadas y sus productos.
– Lácteos enteros, leche condensada, quesos duros, manteca.
– Fiambres, embutidos, carnes de animales de caza.
– Grasas saturadas o trans en productos procesados, aderezos, chips de copetín o productos de pastelería.
– Jugos exprimidos de fruta o bebidas azucaradas.
– Miel, dulces con alta concentración de azúcares simples, golosinas.