Por Carlos Lucio Godoy
Después de 31 años de vida Democrática en la Argentina es momento de vivir un cambio positivo. Esto no es lo mismo que la simpleza de aquellos que solo dicen que quieren un cambio. Si el cambio, a secas, está hecho con los mismos paradigmas que ahora vemos y sólo cambian la cara del proponente a nuevo gobernante, eso no sólo no alcanza sino que tampoco sirve. La palabra cambio no implica que por usarla alguien es bueno o más bueno que otros. Puede ser nuevo y malo a la vez también. ¿O no lo tenemos visto en cada una de nuestras vidas? Hasta las pestes a veces son nuevas. Lo que vale para la vida en sociedad es que las personas cambien primero en sí mismas y luego, la suma de la experiencia más el cambio sí se transforma en positivo.
Esta es la demanda de los más de 30 años de Democracia. Comenzamos en 1983 de manera excelente la Democracia, construyéndola entre todos gracias a un liderazgo inclusivo como fue el de Raúl Alfonsín. Juzgamos los genocidas, derrotamos en Semana Santa del 87 el último vestigio de golpe militar, tuvimos en ese momento el último balcón de la Casa Rosada con la imagen de la Unión Nacional y comenzamos con el Programa Alimentario Nacional, el primer proyecto profundo de equilibrar la sociedad por tanta pobreza. Y, como si eso fuera poco, como ejes centrales de una República Democrática, no hubo una denuncia de corrupción hacia ese gobierno y menos hacia ese gobernante. Fue un gobierno de moralidad pública ejemplar. Y ese debería ser el cambio. No volver al pasado pero si tomar la experiencia de ese pasado.
Eliminar los errores para no ser torpes, pero profundizar hacia las nuevas generaciones las buenas conductas y no los males que hoy practican los gobiernos actuales. Hoy lo nuevo es volver a la ejemplaridad en la función pública. Es tanta la degradación que produjo la inmoralidad y la corrupción que el cambio es volver a ser buenas personas e intachables en la función pública. Pero además se requiere no sólo que los gobernantes sean así, muy buenas personas, sin tachaduras como las que hoy pululan, sino también se debe tener para ello la experiencia por la vida hecha por los dirigentes que vienen para que garanticen que se cumplirá con este objetivo.
Personas nuevas, sin experiencia y tentados por cargos públicos, al estilo actual, en general, no son el cambio que requiere esta sociedad. Para cambiar se necesitan personas honestas, experimentadas y sin la tentación de los dineros públicos que éste claramente ha demostrado. Si no es así, no sólo no habrá cambio sino que seguiremos retrocediendo. El cambio de hoy es que en vez de juzgar genocidas juzguemos corruptos. Ese será el nuevo ejemplo que democratizara más a la Argentina. Y esto no implica generalizar porque sabemos quién es quién en cada lugar en los que vivimos. No digo que deba haber una ley de obediencia debida pero no podemos cortar con la misma medida a todos.