Sumando a la extensa historia de la ciudad, la Basílica Inmaculada Concepción está situada en el casco céntrico. En la nota, se contará una historia poco conocida del templo.
Al fundar Tomás de Rocamora la villa de “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, le asigna a la parroquia de la nueva ciudad un sitio frente a la plaza principal, hoy plaza “Francisco Ramírez”. Si bien en los primeros años la capilla siguió siendo la vieja “Capilla de Almirón”, consagrada el 1781, ya para 1802 se encontraba funcionando la primera parroquia de la Inmaculada Concepción, ubicada en el centro de la manzana en el mismo sitio dónde se encuentra el actual templo.
Aquella primera capilla de la villa funcionó entre principio del siglo XIX y el 2 de noviembre de 1849, cuando un voraz incendio la destruyó casi completamente. El padre a cargo de la parroquia, José Benito Cotelo, en una carta dirigida a Urquiza, describe el incendio expresando que: “toda la iglesia ha sido presa de las llamas. De cuanto había en la sacristía nada se pudo salvar, por empezar allí el fuego, y sólo se salvó lo que había en el cuerpo de la Iglesia”.
Luego de esto, la capilla funcionó en un espacio del Colegio del Uruguay hasta el 25 de marzo de 1859 fecha en que es consagrado el nuevo templo, el actual.
Esto se generó debido a una iniciativa del General Urquiza, asesorado por sus cercanos Pbro. Miguel Vidal (Vicario General y Senador nacional); el Deán de la Catedral de Paraná, Dr. Juan José Álvarez y el Vicario Foráneo, Pbro. Domingo Ereño.
Producto de esas charlas, en el año 1857, el general Urquiza, presidente de la Confederación, informa al párroco Domingo Ereño que había encargado el proyecto de construcción del nuevo templo al Arquitecto italiano Pedro Fossati, quién elaboró los planos y presupuestó la obra en 156.000 pesos, estos planos y el presupuesto fueron aprobados por la Comisión creada al efecto, y que se componía del padre Domingo Ereño como presidente y la completaban Eulogio Redruello, Wenceslao López, Pedro M. Irigoyen, Nicolás Jorge, Fidel Sagastume, Antonio Palomar, Juan G. Barañao (Tesorero), Manuel A, Urdinarrain.
El contrato con Pedro Fossati no incluía la construcción de los altares y de las torres-campanarios, se deduce que estos últimos, estaban en el proyecto original. El acta-contrato firmada por Fossati y la Comisión encargada de llevar adelante las obras, fue firmada el 16 de febrero de 1856, estableciendo un plazo de entrega de 18 meses. En uno de sus puntos expresó que “Los altares, torres y casa del cura no están comprendidos en el presente contrato”.
Si bien la Basílica de la Inmaculada Concepción, fue consagrada el 25 de marzo de 1859, la primera vez que se oyó la campana donada por Dolores Costa fue el 8 de diciembre de 1858, ya que para inaugurarla se rezó la misa mayor en la iglesia meses antes de su consagración por parte del Nuncio Apostólico Marino Marini.
En el año 1947, se desató una gran polémica, las dos campanas donadas por Urquiza y su esposa, se encontraban dañadas. En este marco, el cura párroco de la Inmaculada, Pbro. Zoilo Bel, dispuso que las mismas sean retiradas y remitidas al Arsenal de Guerra de la Armada Naval, para que allí fueran fundidas, y luego, con ese material, fueran hechas nuevas campanas que retornarían al templo para continuar con su función.
Esta actitud provocó una polémica en la ciudad, ya que había otras personas que opinaban que, aunque le fueran dadas sus antiguas formas y leyendas, ya las campanas no serían las mismas que acompañaran durante tanto tiempo y en muchas circunstancias tristes y felices a los habitantes locales, aunque algunos pensaban que era lo adecuado.
Otros, creían que lo mejor era retirarlas así como estaban y donarlas a un museo, mencionándose al Palacio San José o al Colegio del Uruguay; para luego considerar la posibilidad de adquirir otras, ya sea por aportes del gobierno o por una colecta comunitaria de los uruguayenses. De todas formas, se pedía al Comisionado Municipal que convocara a una amplia reunión con personas e instituciones de la localidad, para analizar el tema y tomar la decisión más conveniente.
Llegado el 13 de mayo de 1947, el cura párroco Pbro. Zoilo N. Bel, resolvió enviar las campanas agrietadas, casi 1000 kg. de bronce, a los talleres de fundición del Ministerio de Marina de la Nación, dando por finalizado el debate sobre el destino de la viejas campanas.
Dos años debieron pasar para que las campanas vuelvan a su histórico lugar, precisamente el 6 de octubre de 1949, el cura de la parroquia, anuncia que las campanas estaban en el templo, conservándose tal como habían sido colocadas en 1858 y 1864. Hoy, debido a su antigüedad y a su frágil estado, solo se las utiliza en acontecimientos especiales, como por ejemplo, el fallecimiento de un Papa.
Las campanas actualmente
Actualmente el campanario sur, que originalmente estuvo vacío, tiene campanas nuevas que fueron agregadas en la última puesta en valor en el 2010.
Rindiendo homenaje a personajes históricos de la ciudad, la campana mayor se denominó “Don Tomás de Rocamora”, la campana de la derecha lleva el nombre de “Don León Almirón”, habitante de la Villa del Arroyo de la China, que hacia 1778 solicito a las autoridades Virreinales autorización para levantar la primera capilla, origen de la villa. La campana de la izquierda se denomina “Fray Pedro de Goytía” primer sacerdote a cargo de la capilla, designado por el cabildo de la Catedral de Buenos Aires.