Perfil de un dirigente que edificó una impronta de hombre fuerte en época de clubes pobres.
Hugo Ramos
Le decían el patriarca. Julio Grondona, forjó una historia de poder sin límite, logros deportivos, liderazgo personal. Conviene analizar ésta sucesión imprevista , reseñando a este hombre de estilo descarnado y movimientos simples que marcó una época en la historia del fùtbol argentino.
Abruptamente, el escenario del fútbol, cambió en Argentina. “Líder” por mandato propio, poderes casi absolutos, Grondona se va dejando su marca, su impronta sin herederos, en la escena del fútbol local.
Sin medias tintas, pragmático, fino olfato político, edificó una impronta de hombre fuerte con negocios millonarios, época de clubes pobres, dirigentes tibios. De palabras medidas, precisas, el “Jefe” edificó su liderazgo con una meta clara: que el fútbol argentino crezca, trascienda como negocio rentable para la AFA, a través de los medios de comunicación, apadrinado en la aparición de héroes de la pelota como Diego Maradona y Messi, para ganar también torneos de gloria deportiva. Lograda esa meta, fue por más y se hizo lugar en la FIFA, retórica de líder fuerte pero negativo, poco fino en el trato, pragmático, autoritario.
Desarrolló poder en tres décadas y media, hilvanando negocios de alto rango, temperamento demoledor, indeclinable, líder influyente en trato con políticos. Descarnado, enfrentó a la prensa en modos fuera de tono, mano a mano, cara a cara como le gustaba o elegía.
Un líder negativo, manda, impone, usa poca verba, escasa comunicación, lleva el gesto adusto. En general “caudillo”, antes que componedor, decide en soledad, por sorpresa. Se suele rodear de “débiles”, quizás aplaudidores, que temen su reacción acaso seca, enardecida, hasta violenta en las palabras. Su elenco lo sigue, para sacar rédito, no porque lo admire o le tenga confianza, sacan chapa a su lado o logran ascenso, comparten alguna porción medida de poder. Lo secundan aunque no le creen, no los une la confianza sino los intereses en común, a veces la audacia o ansia de poder.
El caudillo, personalista y audaz, no debate ideas. Las impone a fuerza de pactos de ocasión, divide para reinar. A su alrededor no se genera aprendizaje, mas bien datos en off, o comentarios por lo bajo. Protege a sus amigos, muy pocos, divide o ataca a sus enemigos en batalla frontal o persuasión límite en base a necesidad.
Don Julio, como le gustaba ser llamado, fue audaz y pasional, indomable, firme. Se le reconocen grandes concreciones, como la creación de Arsenal de Sarandí, su lugar en el mundo, su paso por Independiente, o el predio de AFA, moderno y exclusivo. Su gran pasión el fútbol, su gran amor el poder.
Querido o discutido por propios y ajenos, en su mandato no genero semillero de dirigentes, no le interesó dejar descendientes. Solo en su familia hizo germinar la semilla, impuso a Humberto en juveniles, y Julito sigue sus pasos como presidente en Arsenal, aunque sin el peso de su padre.
Quiso y defendió a Bilardo, su debilidad. Se tenían mutuo respeto, cariño personal. Juntos lograron mucho, en el medio estaba Maradona, a la vez amigo o enemigo, en diferentes etapas. Diego, fue bandera de una época dorada con el Narigón, esfinge de esplendores y derrotas. Otro poderoso Diego, quizá el único de Julio respetó mucho por peso, aunque no se dobló ante él: lo corrió de la escena como DT de la mayor en 2010, a pesar del quinto puesto, con buen desempeño de Messi.
Patriarca por convicción, manejó el fútbol a su antojo. A su alrededor o a través suyo, contratos con el poder político o entidades privadas movieron fortunas. La AFA se hizo fuerte, los clubes ya le debían pleitesía. Nadie le discutió un fallo. Los dirigentes del comité ejecutivo, se movían a su sombra, en silencio casi.
Grondona, tuvo amigos queridos o seguidores de ocasión, nunca un equipo homogéneo de continuidad a futuro. Líder oportuno y sagaz, le gustaba definir en el área en soledad, sonrisa pícara o gesto adusto según el oyente o el tema. Sin él, AFA queda inmersa en una maraña de intereses o poder, de difícil resolución. El “Jefe”, disfrutaba del buen fútbol. Sus figuras de emblema Diego y Leo, le dieron lustre, copas y éxito a la selección.
La jerga dirá que no fue un líder positivo. No generó debate, no enroló por entusiasmo, no generó equipos sustentables, quienes puedan tomar la posta, seguir con un proyecto, no hay un camino a seguir, solo desconsuelo en algunos o pavura en otros. Fueron 35 años en la cresta de la ola.
Quiso modernizar el fútbol, hacerlo un negocio millonario, rentable, pero dejo clubes en ruinas, endeudados y dirigentes que deben dar un debate repentino para saber como se sigue. No supo o no quiso delegar ni compartir sus decisiones.
Caudillo de estirpe, bravo, polémico, temido o respetado, se llevó el secreto de su poder, sin descendientes a la vista.
(*) Periodista y Coach Deportivo.