Gente buena que hace bien

p2-1 31-8-14Por monseñor Jorge Eduardo Lozano

En invierno oscurece más temprano. Ese martes, apenas pesadas las cinco y media de la tarde, el sol empezaba a bajar y se ocultaba de a ratos en la copa de la arboleda. Están haciendo algunos arreglos en la ruta, lo cual obliga a detenerme un par de veces. Ese martes estaba viajando de Victoria a Gualeguay.

Después de una curva larga vi a una mujer con un niño haciendo dedo. Mabel tiene poco más de 40 años y Pablo anda por los 10. Van para el mismo lado que yo. Me comentan que justo cuando estaban por salir no les arrancó el auto y no querían perder el turno con el dentista. Cuenta Mabel que después se vuelven a casa con su esposo que anda por allá. El trayecto no lleva más que unos 15 minutos, tiempo suficiente para contarme que un tío abuelo suyo fue sacerdote misionero en África y que había muerto en un ataque armado. Un grupo irrumpió en la noche de la aldea en la cual estaba y disparó varias ráfagas de metralla sobre las chozas. Se salvaron muy pocos. Mabel me pregunta por la tarea misionera hoy. Ella con otras amigas visitan enfermos todos los martes en el Hospital, una tarea que hacen con cariño: «Yo no puedo ir lejos como mi tío, pero algo tengo que hacer por los demás», me dijo. Le pregunté qué hacían. «Solemos ir 5 o 6. Primero rezamos un rato y luego nos dividimos en dos grupitos para ir a la salas.

 

Saludamos a los enfermos y las familias que acompañan. Nos presentamos de parte de la Parroquia y tratamos de no hablar de la enfermedad, salvo que ellos quieran contar. Después les ofrecemos alguna estampita que hayamos conseguido y, si es posible, un Rosario. Les ofrecemos rezar juntos cosa que, por lo general, aceptan. Y así seguimos con cada uno.» Me hubiera gustado charlar un poco más, pero ya llegamos a destino. Gente buena que hace bien. Al otro día me encontré con Carlos, un muchacho universitario. Junto a otros jóvenes se dedica a hacer apoyo escolar y juegos para niños y adolescentes de un barrio muy pobre. Todos los sábados ocupan de 3 a 4 horas en esta tarea. Está contento porque para esos chicos tan frágiles y vulnerables es la oportunidad de no perder escolaridad. En realidad, de no perder muchas cosas. Porque saben que dejar la escuela es el primer paso hacia la exclusión social. Afuera tampoco encontrarán trabajo. Andarán sin rumbo hasta entrar en alguna esclavitud de alcohol, droga, delito. Carlos y sus amigos saben que hacen patria, que dan aliento e inclusión, que abren horizontes.

 

Esto los colma de alegría. Pero también son conscientes de que no llegan a todos. Muchos quedan en el camino. Más gente buena que hace el bien. Y recuerdo el dicho «haz el bien sin mirar a quién», y pienso que estos amigos miran a los ojos, tienden puentes de comunidad. Y son muchos. En nuestras capillas y parroquias, comunidades educativas y movimientos, vecinos y Cáritas… Gracias a Dios hay mucha gente generosa. Pero hace falta más compromiso de parte de la sociedad en su conjunto. La primera responsabilidad es del Estado, lo sabemos. Pero eso no nos exime de nuestras responsabilidades ciudadanas. La semana pasada la Acción Católica Argentina promovió una campaña desde este martes 26 de agosto, Día de la Solidaridad, en coincidencia con el natalicio de la beata Madre Teresa de Calcuta, para»hacer visible la tarea solidaria de cada día a lo largo de esta semana». «Esta iniciativa es sólo un signo durante el año para reflexionar y profundizar el compromiso de que nuestra vida se acrecienta dándola, haciendo de la solidaridad una dimensión constitutiva del ser cristiano.

 

» Es una invitación a hombres y mujeres de buena a voluntad a protagonizar un cambio, sumándose o proponiendo un servicio solidario en cada comunidad. Me viene a la memoria una expresión de Juan Pablo II: «Si no hay esperanza para los pobres, tampoco la habrá para los llamados ricos». Desde la fe sabemos que tenemos un origen común, somos creados por el Amor del Padre; tenemos un destino común, la vida eterna. ¿Y no vamos a estar unidos también en el presente? Renovemos nuestro compromiso solidario. Francisco nos alienta: «La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo» (EG 24). Un mundo mejor es posible. Se hará realidad con la participación, el compromiso y la solidaridad. Y en esto, vos y yo podemos hacer mucho.