Ha llegado el bendito recambio generacional a la dirección técnica. Su importancia y el caso de los equipos “grandes”.
Juan Manuel Herbella
Llegan aires de renovación, soplan vientos de cambio. Ha llegado el bendito recambio generacional a la dirección técnica del fútbol argentino y parece que viene para quedarse. En un par de meses, importantes equipos de Primera División reemplazaron su staff técnico, optando por un grupo de trabajo más joven. No es un cambio ilógico o inesperado, simplemente sorprende por lo abrupto y lo generalizado.
Para entender el vaivén dirigencial y el cambio de paradigma, es menester remontarse a un par de años atrás. En los últimos meses del año 2012 y los primeros de 2013, se vivió el auge de la “moda Retro”. River Plate, que había retornado a Primera División con Matías Almeyda como DT, por un par de malos resultados, lo despidió para habilitar el retorno de Ramón Díaz. En Boca, y pese a la buena campaña, destituyeron a Julio Falcioni por pedido del hincha para consumar el retorno de Carlos Bianchi. De Independiente se iba por la puerta de atrás Cristian Díaz, para ser sucedido por Américo Gallego y luego por Miguel Brindisi. En Racing ocurría algo similar, despedían a Luis Zubeldía y en su reemplazo contrataban sucesivamente a dos entrenadores de los llamados experimentados (primero Carlos Ischia y después Reinaldo Merlo).
Pocos casos exitosos (Ramón Díaz) y muchos de los otros (Bianchi, Gallego, Brindisi y Merlo), dejó como balance el retorno de la Generación “Baby Boomers” (nacidos en los 50/60s) a los banquillos. Los dirigentes, en algunos casos cuestionados y en otros primerizos, habían decidido inclinarse por sus contemporáneos en edad, caras conocidas y pasados exitosos. Una apuesta que les garantizara inmunidad, no necesariamente buenos resultados.
“No soy un defensor de los entrenadores de fútbol viejos o nuevos. Creo en los buenos y en los malos, en los que alcanzan el éxito y los que no lo hacen”, dijo José Mourinho en España, hace un par de años, cuando en la Liga se generaba una corriente de recambio. Por estos días, en la Argentina, la “Generación X” (nacidos en los 70/80s) está acaparando el comando.
Las sociedades cambian, la estructuras sociales se modifican y el mundo del fútbol se altera al ritmo de las transformaciones. No existe más el biri-biri y el asado, como efecto aglutinador. Las largas charlas técnicas, muy graciosas pero que no dejan nada, han pasado al olvido. Hoy, la información es de suma relevancia, es tanta que lo importante es saber seleccionarla. La atención, en muchos casos, incluso es individualizada. Los entornos de aprendizaje cambian, al igual que los materiales. Cualquier futbolista es capaz de manejar una interfaz electrónica como herramienta de instrucción. Si quiere avanzar, el entrenador debe ser capaz de aprender nuevas cosas; también debe ser capaz de desaprender otras. El fútbol sigue siendo el mismo, pero el modo de captar la atención ha cambiado. Nada es igual que hace diez años.
Boca es el caso más emblemático del viraje generacional. Después de veinte meses de magros desempeños, la dirigencia reemplazó a Carlos Bianchi (65 años) por Rodolfo Arruabarrena (39 años). En River, pese a tener un escenario deportivo diferente, la decisión fue similar: cambió a Ramón Díaz (55 años), que salió campeón y se fue por motus propio, por Marcelo Gallardo (38 años). En Avellaneda, también se sumaron a la moda: Racing cambió a Reinaldo Merlo (64 años) por Diego Cocca (42 años) e Independiente reemplazó a Brindisi (64 años) con Omar De Felippe (52 años) en el Nacional B y este, a su vez, fue sucedido por Jorge Almirón (43 años) a comienzo de esta temporada.
La excepción que confirma la regla fue San Lorenzo. A fines del año pasado, con el título bajo el brazo y la mira puesta en la Copa, suplantó a Juan Antonio Pizzi (46 años) con Edgardo Bauza (56 años), quien tenía entre sus palmares una Copa Libertadores (Liga de Quito – 08) y una Sudamericana. Como es de público conocimiento, la elección terminó dándole muy buen resultado.
Hace un poco más de cincuenta años, en los estudios Columbia de Nueva York, un joven Bob Dylan grababa “The Times they are a-changin”, una de las mejores canciones de la historia del rock. Evocándolo, en circunstancias como estas, nos damos cuenta como ha pasado el tiempo. Para Dylan, su otrora canción revolucionaria, fue capaz de convertirse veinte años después en un jingle de comercial de “la Banca”. Las últimas estrofas de la canción pueden servir también como mensaje para los históricos entrenadores del fútbol argentino….
“La línea está dibujada, la maldición está echada.
El que era lento, más adelante será rápido.
El presente de ahora, más adelante será pasado.
El orden se está desvaneciendo rápidamente…porque los tiempos están cambiando”.