La actriz le hace frente a una temporada que preocupa por la baja en el público, y continúa férrea con sus convicciones políticas y sociales.
Por María José Garufi (desde Mar del Plata)
Hace varios años que Florencia Peña se ha acostumbrado a estar en el foco mediático. Hoy, en la mitad de su vida, se encuentra atravesando una temporada adversa en Mar del Plata. Adversa por los números que el teatro arroja y por una obra (Se quieren mucho, poquito… nada) a cuyo texto, junto a su amigo y compañero Gabriel “el Puma” Goity, le van encontrando el punto justo: “Necesito entender hacia dónde va”, asegura.
La temporada y la política se entrecruzan en sus palabras y pensamientos: “Está complicada. Inclusive a los que van arriba no les va tan bien. Quisiera que la justicia social que pido en mi vida cotidiana se traslade al teatro, porque no sirve de nada que haya unos a los que les va muy bien y muchos más a los que les va mal. Viven muchas familias de esto”.
Acostumbrada a los “palos” por sus declaraciones, asegura que si atendiera todo lo que dice la crítica social y periodística sobre su persona, “hoy no sería más actriz…”.
“No entra en juicio de valor si está bien lo que pienso o no. Todos pensamos distinto y eso no nos hace malos o buenos. Cuando entendamos que no somos enemigos por pensar diferente vamos a llevar mejor esta Argentina. Cuando necesité salir (n.d.r.: a opinar de política), ahí hubo algo que no medí. Hubo resistencia. Creo que para muchos era mejor cuando era neutra… Tengo la sensación de que el mundo es de los neutros, les va mejor a los tibios. No jugársela por un pensamiento te trae mejores posibilidades, pero yo prefiero ser la que soy, no lo cambio por nada. Recibí palazos injustos… Han sacado hasta mis cuentas personales en la tele…
—La caza de brujas de la que se habla en los últimos días…
—No sólo no estoy de acuerdo con buscarnos, tildarnos y marcarnos a los actores como gente que somos mantenidos. Es muy difícil ser actor en un país como el nuestro. No sabés si vas a tener trabajo, aunque seas hiperreconocido. Que el Estado pueda estar presente en un país –sea cual sea el Estado– y que invierta en cultura, en sus trabajadores del arte, es algo en lo que siempre estaré de acuerdo, en Argentina o donde sea. En España subsidian las obras de teatro muy por encima de lo que pasa acá. No me puedo hacer cargo de las proyecciones de quienes piensan distinto y del odio que eso genera, porque yo no lo tengo, porque incluso hasta cuando me he manifestado de una manera tranquila, me han tomado hasta como un panqueque. Resolví una cuestión personal y me la banco, me la recontra re banco. Porque lo hago con nombre y apellido, de lo que digo me hago cargo.
—¿Sentiste como un logro personal que el haberte manifestado haya generado que otros tantos actores lo hicieran también?
—Sí, totalmente. Yo la padecí con el pellejo. Ahora tenemos un chat, somos setenta actores, cantantes, todos los que se te ocurran que están apoyando ciertos pensamientos de la gestión anterior y una de las cosas que más hablamos es lo bueno de que haya existido una necesidad, de salir del lugar ecuánime, de la neutralidad. Por más que nos achaquen con que nos pagan, cada uno de nosotros y todos juntos sabemos las razones reales por las que lo hacemos, y están íntimamente ligadas con lo que pensamos. No habría dinero que pague la ideología de alguien que no se va a dedicar a la política, que no le interesa. Cuando nos expresamos, se nos hace complicado, se te empiezan a achicar espacios, cerrar puertas. Los productores tienen la sensación de que si decimos lo que pensamos, va a haber un sector de público que no te va a querer ver.
—Y ahora, ¿cómo ves lo que viene, teniendo en cuenta tu ideología y que hoy te tiene en la vereda de opositora al Gobierno?
—Siempre me he adaptado a estar en las antípodas del pensamiento del poder de turno, es un espacio que conozco. La militancia es personal, creo. Igual creo que es un momento… complicado. Veo que somos jóvenes en democracia, con muchos problemas de respeto al otro. Me llevo bien con los macristas copados, con los que puedo tener discusiones y seguimos conviviendo. No me llevo bien con los K recalcitrantes tampoco. ¿Ultra qué? Ultra nada, eso no te permite pensar, ir a ningún lado. ¿Qué es ser ultra algo? Yo veo situaciones, me enrolo en causas y voy tras ellas. No está ni todo bueno ni todo malo. Hay algo de poner en la ideología del otro al enemigo y tratar de ensuciar para reafirmar. Por ejemplo, eso de que nosotros cobramos. Yo no creo que (Juan José) Campanella cobre por apoyar abiertamente al macrismo. Jamás lo pensaría. Me encanta como director. No estoy de acuerdo en su ideología pero lo respeto.
—¿No le dirías que no en un trabajo?
—No. Como espero que a él no le fuera tan difícil llamarme. Se trata de eso. Está bravo porque hace mucho que no me siento en Tiene la palabra de TN, por ejemplo. Y quizás si me invitaran, pensaría cómo hacer que el panel no se vaya para un solo lugar y termine yo defendiéndome como en el banquillo de los acusados. Pero respeto a muchos periodistas que trabajan para Clarín, Perfil, La Nación. Me parece que hay que encontrar un punto de equilibrio. Que los artistas estemos en el paredón de los acusados como si le hubiéramos hecho mal a alguien… Yo no tomo decisiones que afecten el buen vivir de la gente o su bolsillo. Sólo tengo un pensamiento.
—¿Cuánto tuvo que ver el amor con palear todo esto?
—Parece trillado, pero es lo importante. Cuando vienen los ataques, el éxito o fracaso como demanda constante, no sólo es demostrar quién sos y ocupar un lugar cada vez que decidís encarar algo nuevo. El fracaso es necesario porque hace sentir a los otros más humanos… Pero sin el amor de mis hijos y mi amor elegido, se hace duro. Cuando vienen las épocas de palos me acobacho, me refugio en mi casa… o en Salta, que es mi nuevo lugar en el mundo. No le hago mal a nadie siendo quien soy. Estoy en un momento donde doy más espacio a mi vida personal, lo cual no hice en muchos años. Siempre trabajé mucho. Ahora estoy necesitando darle más espacio a mi vida afectiva.
El misterio del éxito
Como se dijo, Se quieren… es una de las obras que más sienten la falta de público en las salas marplatenses este verano. Sin embargo, Florencia Peña le pone el pecho, sin dejar de ser sincera: “La primera función fue fatal, la peor del mundo. Siempre que debutás en otro lado debutás mal. Ahora está mejor. Cuando hacés humor hay algo que empieza a sonarte o deja de hacerlo y sólo lo podés ver cuando hay gente. Porque en los ensayos el humor se gasta y surge una soledad espantosa que se revierte con la devolución del público”.
“Me divierten los desafíos, necesito el riesgo, necesito ir por más. Por eso me cuesta tanto agarrar obras como la que estamos haciendo con el Puma, porque es algo que yo ya sé que transito y tengo masticado. Siempre me gusta ir un paso más allá. No es que lo hago de taquito, si no, no la haría. Hay algo que me propone la obra que no resultó el día del estreno, pero en general tenemos que estar al taco porque depende de nosotros. Con el cuerpo, con entender por dónde va el humor, improvisar, seguirnos”.
—¿Cuánto pesa el éxito en vos? Has tenido grandes momentos y muchos otros que no lo fueron…
—Es un trabajo muy importante que hay que hacer para no perder el eje. Mi elección es actuar, pero el resultado final no me pertenece y no lo voy a saber nunca. Es desesperante, porque de verdad el amor que ponés a todo es lo mismo, te vaya bien o mal. La incertidumbre constante sobre lo que hacés, requiere que la elección primaria esté muy sólida. La verdad que no me he hecho cargo ni de los éxitos ni de los fracasos. He pasado por situaciones muy interesantes. Casados con hijos, como ejemplo, refleja lo que es la profesión: el primer año nos fue para el culo. Terminamos en el anuario de un diario como uno de los grandes fracasos. Sin embargo, habíamos sido felices haciéndolo. Me casé, me fui de luna de miel, volví y Casados… hacía 28 puntos con los mismos capítulos a las nueve de la noche. Le competía mano a mano a Sos mi vida y hasta le ganaba. ¿Entonces cómo es? Qué sé yo las variables que hicieron de aquello que había sido un bofe, pasar a convertirnos en los Rolling Stones.
—¿Lo entendiste con Casados… o ya venías en proceso?
—Venía de antes pero fue contundente lo que pasó. Me ha pasado de hacer un éxito rotundo como Sweet Charity y al otro año hice Frankie and Johnny, que no fue nadie.