La sorpresiva eliminación de grandes potencias mundiales no deja de ser un tema de análisis y de cuidado de cara al resto de la Copa del Mundo para aquellos países que continúan.
Alejandro Fabbri
Podía pasar, pero no con tanta contundencia. Era posible, aunque las muy pobres demostraciones de fútbol excedieron las palabras. Españoles, ingleses e italianos dejaron la Copa del Mundo antes de tiempo. En realidad, se fueron rápido a casa por méritos propios. Hicieron muy poco y lo pagaron caro. ¿Saturación? ¿Cansancio por tanta presión periodística?
En la Argentina, los campeonatos de estos países son los que más consumidores tienen. No hay casi ningún futbolero que no vea –por lo menos esporádicamente- partidos de torneos que tienen como animadores al Barcelona, Real Madrid, Juventus, Roma, Inter, Chelsea, Manchester City o Liverpool. Casi siempre, la historia no sale de dos o tres equipos en cada campeonato, o a lo sumo cuatro animadores por vez.
El problema es que la enorme cantidad de futbolistas extranjeros limita seriamente las chances de crecimiento de sus propias figuras. Las ligas realzan a varios cracks de otros países, pero los jugadores locales van quedando relegados, muy atrás. Y eso, lo sufren las selecciones de esos países. Porque una cosa es la liga española con Cristiano Ronaldo, Bale, Di María y Benzema en Real Madrid, otra muy distinta sin ellos. O el Barsa sin Messi ni Dani Alves, ni Alexis Sánchez ni el Atlético madrileño sin Diego Costa, Godin o Courtois. ¿Qué sería de esos equipos?
La liga española, encima, es la más injusta en cuanto a la distribución de dinero entre los clubes y las diferencias son cada vez mayores. No parece haber voluntad de modificar una forma de ver el fútbol que cansa y no permite novedades para progresar. España pagará, sin dudas, el lento pero inexorable deterioro físico de una generación notable de futbolistas propios que han llegado a su techo y no tienen recambio. El torneo local no ayuda para encontrar a los sustitutos.
El saludable cambio de estilo que intentó imponer Cesare Prandelli en el combinado italiano no llegó lejos. La eliminación selló la salida del entrenador, hostigado por buena parte de un periodismo acostumbrado a elogiar mezquindades y posturas defensivas. Sin las joyas de otros años (Baggio, Del Piero, Totti) y los duros defensores de hace poco (Cannavaro, Matterazzi entre tantos) la lista de jugadores de primer nivel se ha ido achicando hasta la exasperación. La presencia del argentino Paletta, el conflictivo Cassano, el mediocre Balotelli y varios jóvenes de aceptable labor en la liga local (Darmian, Candreva, Inmóbile) no le aportaron casi nada a un cuadro que si quiso cambiar su estilo histórico, nunca tuvo decisión real ni actitud para hacerlo. El miedo, la especulación, el jugar a ver qué pasa siguió siendo su modelo en cada partido.
¿Qué pasaría sin Carlitos Tévez, Arturo Vidal, Rodrigo Palacio y tantos sudamericanos que actúan en el fútbol italiano? ¿Tendría la misma atracción? Pasando al torneo inglés, resulta difícil pensar en un certamen sin KunAgüero, Dzeko, Luis Suárez, Chicharito Hernández, Ozil o el brasileño Oscar. En el seleccionado inglés siguen estando Lampard, Gerrard y varios emblemas de otras épocas pequeñas en triunfos y extensas en frustraciones. Lo mismo que pasa con Italia, donde Pirlo ha sido depositario de todas las ilusiones de conducciones cuando está en los pasos finales de su respetable carrera.
No hay mucho reemplazo. Hay saturación de extranjeros, un producto bienvendido comercialmente, pero a futuro sobrevuelan más dudas que certezas. ¿Aparecerán pichones de estrellas, se logrará establecer el recambio para volver a ser lo que alguna vez se consiguió? ¿Quién está peor: Inglaterra, España o Italia?
Está claro que para varios de los dirigentes principales de esos países, la competencia entre selecciones no es la más atractiva. Ellos y buena parte de quienes conducen la Unión Europea de Fútbol (UEFA) sueñan con un torneo muy distinto. Bien eurocéntrico y que los demás lo sigan por televisión. Nada mejor para ellos que mantener las incorporaciones de Sudamérica, África o países eslavos, haciendo una Champions League que reemplace a la Copa del Mundo. Con todos los cracks no europeos brillando en los equipos más populares y nosotros, los productores de materia prima, viéndolo a la distancia.
Sería una manera muy inteligente de quedarse con todo. Los mejores futbolistas aunque no sean propios y un torneo hecho a su medida. De no prosperar la idea, pronto faltarán nombres y piernas nacidas en esos territorios para representarlos en cada cita mundialista. Y habrá que poblar selecciones con gente de otros lares. ¿Tendrá sentido hacerlo? Es una duda que los carcome. Ojalá les salga el tiro por la culata.