Los hermanos de 26 y 20 años de Concordia, están procesados por prestar cuentas bancarias para las transferencias de la banda transnacional de estafadores, desbaratada hace algunas semanas. Se calcula que robaron $200 millones.
“Me siento bastante estúpida al día de hoy por haber prestado mi cuenta a los 18 años. Claramente no tenía idea, ni dimensionaba lo que era prestar los datos de mi cuenta para que me hagan una transferencia y también al día de hoy me siento víctima de eso. Jamás quise ser parte de una red criminal de estafas”, dijo A.S.A., una joven de Concordia que hoy tiene 20 años y junto a su hermano D.E.A. prestaban sus cuentas personales a integrantes de la banda criminal de estafas virtuales y bancarias liderada por un nigeriano que sustrajo unos 200 millones de pesos.
La explicación que dio la chica no fue suficiente para evitar que tanto ella como su hermano fuesen procesados con prisión preventiva, al igual que otras 20 personas de la organización de estafadores.
La resolución del juez Manuel De Campos, del Juzgado de Instrucción N° 5 de Buenos Aires, traza un panorama del peligro que atraviesa la sociedad con los delitos informáticos,
Se advierte una ampliación de modus operandi delincuencial, una reducción de costos para lo que significa la materialización de estos delitos, la existencia de medios que permiten transmitir fácilmente el know-how delincuencial, la posibilidad de concretar los ataques desde y hacia cualquier lugar del mundo y una tendencia marcada de reemplazar viejas formas de criminalidad económica por estas nuevas.
Tal como se ha visto en Entre Ríos, sobre todo a lo largo del año pasado desde los cambios que devinieron con la pandemia, “demuestra que las consecuencias las sufren personas reales” con “graves y prolongadas implicancias, a punto tal de poder desarmar el perfil financiero del blanco del ataque y generar deudas que, en muchos casos, no se pueden afrontar”, destaca el juez, y detalló: “En ninguno de los hechos incorporados a este proceso, que habrían sido cometidos por una misma organización, la víctima del delito es una empresa multinacional, un banco, una entidad financiera o una institución gubernamental; por el contrario, en su gran mayoría son docentes, jubilados o empleados administrativos”.
Esta organización utilizaba distintos ardides, algunos conocidos, pero particularmente contactaban a sus víctimas a través de la aplicación para citas Tinder, y luego de un tiempo lograban hacerse de sus datos bancarios y que les hicieran transferencias bancarias.
A diferencia de otros grupos que se han detectado funcionando desde distintas provincias y desde unidades penales, esta banda actuaba con integrantes en el exterior.
Contaba con “mulas bancarias” o “mulas de dinero”, reclutadas “para colocar a disposición las cuentas bancarias y para cumplir con la labor de extraer el dinero acreditado, o volver a transferirlo o depositarlo en otras cuentas; todo a cambio de una comisión”.
“El producido económico del delito y presunto financiamiento de actividades en otros países”, destacó De Campos.
Por ejemplo, mencionó que “se ha enviado dinero a Nigeria, del cual son nacionales dos personas acusadas, y a personas ubicadas en distintos lugares del mundo”.
Una vez concluida la investigación a cargo de la Policía Federal, se hicieron a fines de agosto múltiples allanamientos en barrios de clase media y media alta de la ciudad Buenos Aires, en las provincia de Buenos Aires y en San Luis, y en Entre Ríos en el domicilio de los hermanos sospechados, en la ciudad de Concordia. Más precisamente, en la vivienda de calle Gobernador Cresto, que había sido apuntada en distintos informes de la Delegación local de la Policía Federal. Pero no los encontraron allí, ya que ambos estaban en la Capital Federal.
El principal buscado, Obina Chukwuemeka Ejikeme no fue localizado. El hombre nigeriano más conocido como Bobby, está señalado como “uno de los líderes de esta empresa criminal, por lo menos a nivel local o regional”. Lo sigue John Umede, “quien ocupa un lugar dentro de la parte superior de la estructura criminal, considerado uno de los organizadores de la asociación”.
Luego vienen dos grupos: uno integrado por seis personas, algunos de ellos extranjeros, en un nivel intermedio de la banda, quienes “abrieron una gran cantidad de cuentas bancarias y las colocaron a disposición permanente de la asociación, para que se pudiera depositar/transferir en ellas el dinero obtenido por los engaños”. También “se encargaban de reclutar a otras personas para que pusieran sus cuentas bancarias a disposición”.
Justamente entre aquellos reclutas se encontraban los dos hermanos concordienses y ocho personas más. “Son considerados miembros de la agrupación criminal porque pusieron sus cuentas bancarias a disposición permanente del accionar criminal, recibían directivas, trazaban planes delictivos, tenían el acuerdo de entregarles el dinero obtenido -descontando el porcentaje que les correspondiese- y, en su gran mayoría, trataban de reclutar a otras personas”, sostuvo el juez en el procesamiento. El rol de los imputados
El primero en entrar a la banda con este rol fue el muchacho D.E.A., un barman de 26 años, quien luego sumó a su hermana “para que colocara su cuenta bancaria a disposición”, pero además “sirvió de testaferro (de dos integrantes de la organización) para la obtención de un vehículo con sus datos personales, pero que utilizaran estos últimos y en sí era propiedad no declarada de ellos”.
Ambos participaron de esa manera en numerosas operaciones delictivas de estafas, que se enumeran en el procesamiento. Por ejemplo, en una de ellas le sustrajeron a una mujer 278.000 pesos, para tener una idea de los montos que robaban.
Al igual que la joven, D.E.A. no negó haber prestado su cuenta bancaria, pero de algún modo se justificó, al sostener que nunca les preguntó a sus amigos por el origen del dinero de las transferencias que recibía, como así tampoco lo sorprendieron las sumas de dinero involucradas, en tres operaciones probadas. Afirmó que “jamás” pensó que podían estar haciendo algo fraudulento, pero que le quedaba un dinero que por la situación que estaba atravesando, le venía bien.
Ambos fueron procesados como miembros de una asociación ilícita de carácter transnacional y coautores del delito de estafa, y quedaron con prisión preventiva, además de ser embargados en 15 millones de pesos.
El abogado de Paraná, Pedro Fontanetto D’Ángelo, representa en esta causa a una joven procesada, de nacionalidad venezolana. Consultado por Uno, dijo: “Es una de las causas de crimen organizado más importante que yo he participado y que he visto, porque es una organización transnacional, en la cual hay personas de todos los continentes, hay africanos, centroamericanos, obviamente argentinos, ente ellos los entrerrianos. Pero lo llamativo y lo más importante es el tráfico de divisas al exterior, estaba hiperorganizado, había una jerarquización de la banda como pocas veces he visto, con lineamientos, directivas, roles bien asignados, con velocidad a la hora de sacar el dinero producto de las estafas”.
Además, el defensor destacó que “la investigación empezó hace dos años y nunca se levantó la perdiz, y avanzó para después detener personas, imputar y procesar, a diferencia de otros casos que me parece erróneo que primero se detiene y después se empieza a investigar, y luego se ven en los juicios absoluciones”.