De todas las revoluciones generadas por la renovada TV que hace furor en Estados Unidos, ninguna produce ganancias y alteraciones de los relatos como la nueva televisión homosexual.
Se puede hablar de muchas revoluciones generadas por la nueva edad dorada de la televisión en Estados Unidos. Cualquiera puede patalear sosteniendo que Breaking Bad, Game of Thrones, Mad Men o Los Soprano son cualquier cosa o la Capilla Sixtina catódica. Pero hay un factor innegable de la nueva TV, la que está alterando modos del cine (que sólo se hace más grande y menos profundo) y modos de contar actuales, un factor que se da en series, realities y novelas: el fenómeno llamado “nuevo mainstream”.
¿Cómo definir ese nuevo mainstream? ¿Relatos adultos, ganas de temas de género, desparpajo en la comedia? Quizás, pero no. Primer factor para identificar el nuevo mainstream: en la actualidad, la medidora de rating e investigadora de mercado norteamericana Nielsen estableció que en el 32% de toda la televisión vista en el horario estelar (el prime time) se daba la presencia en pantalla de un personaje o persona homosexual, o una trama de esas características. Y que una de cada cinco ficciones y uno de cada cinco realities son definidos bajo la categoría de ser “exclusivamente LGBT” (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Es decir, el cambio radical es la inclusión y la forma en que se la construye, y se la vende, en la televisión norteamericana. Cómo una franja marginada del consumo televisivo es ahora uno de los factores más determinantes a la hora de pensar nuevas formas de televisión, de crearla y de venderla.
Se pueden pensar varios dinogays en términos evolutivos: desde la sitcom Will & Grace, primera sitcom con un gay como protagonista, hasta ambas Queer as Folk (la original y la estadounidense, precursoras de series como The L Word), o también el instante en que Ellen DeGeneres cerró su sitcom Ellen saliendo del closet (y hoy no sólo es diva de la mañana, sino que fue la primera conductora del Oscar, y hay que considerar que es la edición 86, que admite públicamente ser homosexual) o el instante en que la hermosamente maricona Glee le tiró purpurina y música en la cara a toda una generación (ahí están en su germen los personajes gays de Dawson Creek y de Buffy la cazavampiros). Pero la realidad es que hasta los bastiones más conservadores (Fox, por ejemplo, que es junto con ABC el canal con más personajes LGTB) entienden que el 25 % del dinero destinado a la publicidad va a programas con contenidos LGTB. Lo gay, como muestran los 43 personajes LGTB que hay hoy en la TV norteamericana, vende. No por nada la más mítica y pura telenovela norteamericana, la muy moralista y con un gran porcentaje de audiencia católica Days of Our Lives (NBC), tuvo este año su primera boda gay. Y no fue un mero gesto. Fue un programa de tres capítulos, con picos de rating dentro de la serie, y la pareja en cuestión ahora ha invitado a la ex de uno de ellos a mudarse a su hogar junto a bebé. Algo que muestra, ahora sí, las formas de la TV de absorber a las nuevas familias (que representan una de las tres franjas que más consumen programas con contenido LGTB; las otras dos son empleados de fábricas y mujeres con educación universitaria de entre los 25 y 49 años). Obviamente son programas que funcionan sobre todo en las costas Este y Oeste ,y no tanto en el público del medio (considerado el más conservador)
La realidad que han probado shows como la cancelada The New Normal, Modern Family, el reality de drags queens Drag Race, la serie Looking y la película para TV de HBO The Normal Heart, entre otros programas con contenido LGBT, es que esa presencia en series (los personajes LGTB representan más del 4,2% de los personajes que existen en la televisión estadounidense, y ese porcentaje crece año a año) no sólo es el reflejo de veinte estados que han legalizado el matrimonio sino de la cantidad de publicidad que se pone en esos shows (casi el 30% del presupuesto total de publicidad en TV de tanques de Hollywood va a programas con contenidos LGTB, y la lista sigue con tiendas –27%–, tarjetas de crédito –25%–, compañías de teléfono y computadoras –24%–). Y al parecer el 44% del público LGTB afirma en que la publicidad en esos programas los lleva a comprar productos de esas compañías.
Pero no todo es color de rosa en el nuevo mainstream, que es capaz de lograr que protagonistas de realities megaexitosos como Duck Dinasty sean vetados por sus comentarios homofóbicos (Phil Robertson era una de las cabezas del reality más popular en Estados Unidos, que llegó a casi doce millones de espectadores). Contra el matrimonio de Modern Family o las relaciones homosexuales que se dan en Orange is the New Black hay quejas. Y no puritanas. Michael Lannan, creador de Looking, dijo: “En Looking intentamos lo que no sucede en nuestra TV gay: crear una sensación cercana a la vida homosexual. Porque se muestra y no, no hay besos casi en Modern Family y tampoco se ahonda en la complejidad de relaciones gays contemporáneas. Hay y no hay. Es imposible ignorarlos, pero todavía falta para que sean naturalizados. Por ahora, es más un impulso publicitario”. La TV gay es una realidad, sea ficción o reality, que está modificando la pantalla de EE.UU.: ¿cómo será la onda expansiva de ese fenómeno en Argentina?