Tras abrir un paréntesis en su carrera deportiva, el ahora actor estrenó un unipersonal en Carlos Paz. Revela cuáles son sus problemas físicos y detalla sus próximos pasos en el mundo del espectáculo.
La vida de Sergio “Maravilla” Martínez tal vez en algún momento se transforme en una película. Ribetes no le faltan. Se fue del país en 2002, cuando la crisis hacía estragos en las calles, y se radicó en Madrid en búsqueda de un sueño donde mal no le fue. Tras decenas de batallas arriba del ring se transformó en uno de los campeones del mundo más queridos por el público argentino. Participó en “Bailando por un sueño”, y las cámaras del show más grande de la televisión le otorgaron la popularidad que le faltaba y el mes de junio pasado disputó la que hasta ahora resultó su última pelea como profesional frente al puertorriqueño Miguel Angel Cotto, donde cayó derrotado en el mítico Madison Square Garden.
Hoy se encuentra en Carlos Paz, buscando abrirse un nuevo camino arriba del escenario, lugar donde se convierte en el protagonista exclusivo de A veces me dicen Maravilla, una especie de stand up autobiográfico en el que mezcla humor y poesía, cuenta parte de su historia y relata hechos que divierten y emocionan al público que dice “presente” en el teatro Holiday de la villa serrana.
En diálogo con PERFIL, Martínez contó cómo vive este presente alejado del boxeo, intentando seducir a un público desde un lugar distinto al cuadrilátrero.
—¿Cómo surgió la idea de hacer este espectáculo?
—Hace cosa de dos años estaba dando una charla en San Luis y después en Buenos Aires, y me di cuenta de que la gente me prestaba atención. Fue algo que me pareció curioso y pensé qué bueno sería que yo pudiera por lo menos decir algo, que la gente se vaya con algo y pueda pasarla bien. Y bueno, comenzamos a darle forma a este espectáculo.
—¿El guión lo escribiste solo?
—Sí. Tengo un amigo al cual admiro mucho, que se llama Hovik (Keuchkerian), que es uno de los monologuistas más importantes de España y él fue quien me impulsó a escribir y contar mi vida, los problemas que afronté y cómo hice mi carrera de la nada. El me ayudó a darle la vuelta, me dio algunos consejitos y le hizo algunos retoques para que fuera divertido y no sólo drama y poesía. Trabajé muchísimo con el texto, llevo mucho tiempo puliéndolo, confiaba plenamente en que iba a gustar.
—¿Te sentís tan cómodo en un escenario como arriba del ring?
—Sí, porque son parecidos. En el boxeo todo es una actuación. Parece raro decirlo, pero es una actuación. Yo cuando boxeaba actuaba: en la previa, cuando discutía con mi entrenador, frente a la prensa, con el entorno. Todo es una actuación en la que siempre me sentí cómodo. Este show es una salida más que tengo para no morirme empantanado y no quedarme quieto en el lugar. Está bueno ponerse metas, objetivos. Esto es una aventura para mí, y la verdad es que hasta ahora el público fue muy generoso conmigo. Fue muy bonito ver cómo estallaban de la risa, cómo se emocionaban. Estoy diciendo cosas que jamás conté y la respuesta del público es maravillosa.
—¿Y cuál es la principal diferencia entre el boxeo y el espectáculo?
—Que en el ring, sé quién me va a pegar, pero acá no (risas).
La vuelta al ring, lejos
La carrera del quilmeño Martínez, al menos en lo que a su repercusión en los medios se refiere, fue meteórica. Pudiendo desarrollar su evolución como futbolista en España, regresó una década después al país con el éxito y el reconocimiento que antes le habían sido esquivos. Luego, llegó la lesión. A pesar de que no se considera un ex boxeador, el deporte que lo catapultó a la fama no aparece en el futuro inmediato de Martínez: “Por el momento tengo que seguir un tratamiento con mi pierna debido a que tengo modificada la suela y la pisada de todos mis calzados. Una vez que arregle ese tema vamos a ver si puedo volver a entrenar, si no lamentablemente tendré que dar un paso al costado. Soy consciente de que tengo casi 40 años y el cuerpo no responde como si tuviera 20. Pero por ahora no pienso mucho en eso, tengo dos meses de temporada aquí en Córdoba. Voy a estar en Mina Clavero, La Cumbre, Cruz del Eje y Capilla del Monte, la ciudad que siento como mi segunda casa, donde encuentro paz y tranquilidad. Vengo a las sierras desde los 19 años, cuando no tenía un peso y venía de mochilero. Ahora a veces recorro 10 mil kilómetros sólo para estar allí 24 horas, cerca del Uritorco, mi lugar en el mundo.