En Nueva Jersey, Sabella puso un equipo diferente al habitual: se vieron demasiados altibajos. Mascherano y Di María fueron los más destacados.
Javier Mascherano es otra vez capitán más allá de los protocolos. Sin Leo Messi, la cinta es suya y la cancha también. Gesticula el hombre por el que su compañero de Barcelona Piqué pidió un monumento. Hace el gesto con la mano, de replegarse mejor. Acaba de salvar del incendio a Lucas Orban, una prueba de Sabella. El rubro laterales hace vulnerable a un equipo galáctico, que si no tuviera el talón de Aquiles del fondo estaría blindado de oro. Por la banda derecha el entrenador probó con Facundo Roncaglia, un plan B de Pablo Zabaleta. El defensor de la Fiorentina padeció la velocidad de Jefferson Montero, que lo condenó al ridículo en todo el primer tiempo.
Mascherano, como si fuese un mimo con un ataque de histeria, seguía haciendo señas para ordenar a una defensa con mandíbula de cristal, que se salvó de un cabezazo de Valencia que rebotó en el palo, con Romero vencido.
Movidas. De entrada Ecuador se adaptó mejor al frío, a un piso raro made in Estados Unidos y a un rival sin Messi; fue rápido y vertical. Argentina, lo contrario. Masticó cada jugada a una velocidad que se asemejó más a la lentitud que a la prudencia. Sin embargo Sabella no hizo cambios en el entretiempo, a pesar de ser un partido ensayo y con licencias: en uno de las pocos partidos que habrá antes del Mundial, se podían hacer seis cambios por equipo. Una marca del DT argentino es inyectar confianza. La modificación fue táctica, sin cambiar piezas.
A la media hora, el esquema mutó 4-3-3 a 4-4-2. Di María pasó a jugar por derecha y Ricky Alvarez por el otro lado.El jugador elástico del Real Madrid se desdoblaba y aportaba variantes para remates de media distancia: en ocho minutos del segundo tiempo probó cuatro veces; fue el poder de fuego de Argentina en ese arranque de la segunda parte que puso al equipo de Sabella en serio en el partido.
Higuain jugaba con los espacios y sin la pelota. Hizo de jugador fantasma, que abría caminos con movimientos imperceptibles. Su juego invisible permitía que Di María encontrara huecos para patear sin ninguna oposición y hasta alguna entrada peligrosa por izquierda de Ricky Alvarez.
Sabella tocó el equipo después de un tiempo prudencial. Zabaleta entró para la última media hora por el amonestado Roncaglia, Lucas Biglia por Ever Banega y Kun Agüero por Ezequiel Lavezzi. El delantero del PSG francés tardó 58 segundos para impostar un partido que no tuvo: antes del minuto de juego propició una jugada de ataque, con un buen remate cruzado que se fue cerca. Después, la nada. Sabella siguió con los cambios hasta casi completar los cupos y midió a un equipo que todavía busca su mejor versión. En la fría noche de Nueva Jersey fue endeble en la primera parte y protagonista después. Le costó adaptarse a la velocidad de Ecuador y a jugar sin Messi, el que electrifica a todos cuando las ideas no abundan. Al final, un tiro de Maxi Rodríguez dio en el palo. Recién entonces, Argentina mostró algo de su poder.