En defensa de Rojo

En defensa de Rojo Tras la polémica que generó la columna anterior, la segunda parte de un análisis sobre la selección argentina. En defensa de Rojo

La columna anterior “Teléfono Rojo, teléfono blanco” generó polémicas que conviene aclarar. Dos nombres propios aparecían particularmente registrados en esa crítica, tras el empate ante Rumania: el del entrenador Alejandro Sabella y el del lateral izquierdo Marcos Rojo, aunque el cuestionamiento englobaba a muchos más que ellos dos… Vamos por partes, como diría Jack. Soy ‘sabellista’. El entrenador me suena honesto, muy profesional, poco amigo del show-of, parece buena persona y con pergaminos suficientes para dirigir a la Selección Nacional; además no sobran técnicos con todas esas cualidades, por lo que merece crédito y, si es posible, larga vida en el cargo. Por ello, entonces, por ser ‘sabellista’, me permito criticarlo cuando creo que está equivocado. Hago lo mismo con mi hermano y él conmigo y no por eso nos enfrentamos.

Cuando digo, convencido, que Marcos Rojo es uno de los problemas de Sabella, como el resto de los defensores (todos), no lo descalifico, apenas lo identifico. No podría descalificarlo porque no es su culpa ‘no jugar como Philipp Lahn ó Paolo Maldini’. Marcos Rojo juega como sabe y puede; no lo veo retacear esfuerzos ni patear en contra. Si convocado, feliz de la vida, se pone la camiseta celeste y blanca y sale a la cancha a dar todo de sí. Es profesional y argentino. Se llena de orgullo y no renuncia a la Selección como tampoco lo haría yo ni usted, ni nadie que ame al fútbol y haya soñado con ser seleccionado, con jugar un Mundial. Sus límites no son su obra ni tiene la obligación de verlos. Hasta la autocrítica tiene sus fronteras. No sería de este mundo si, al ser llamado, le dijese al entrenador: “Mire, profesor, creo que Ansaldi ó Milton Casco son mejores que yo, convóquelos a ellos” (suponiendo que los citados sean realmente mejores: los menciono porque esos dos nombres fueron dichos por quienes coincidían con ‘el problema Rojo’ apuntado en la columna original). Él ex Estudiantes de La Plata cumple su papel y es el técnico quien tiene que evaluar si ‘ese rendimiento’ es suficiente para ser titular ó es más de lo que ofrecen otros jugadores de su misma posición. Los chacareros de mi zona decían que ‘la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer’. Yo digo lo que veo y discuto aquello que creo incorrecto. Hago lo mismo con mi hijo y espero que luego él lo haga conmigo.

Personalmente no sugerí nombres porque por un lado no sobran y, por otro, no quiero caer en ‘la fácil’, esa de que ‘quien está en el banco es el mejor’… hasta el día en que juega, claro. Además, ya se sabe que cuando un periodista propone nombres, al menos en la Argentina, se llena de sospechas. Aquí, cuando uno critica es porque no le pagaron y cuando uno elogia es porque cobró. Por eso es tan difícil construir nada. Si la policía pega es bruta, si no pega es cómplice. Si el político hace es corrupto, si no hace es un vago inútil. Creo que quien así piensa de los otros es porque se ve espejado en la situación y sabe que así actuaría si le apareciese la oportunidad. Pero sigamos con la Selección. Hecho el descargo a favor de Marcos Rojo, vuelve la responsabilidad a la mochila de Sabella que tiene el derecho de equivocarse, como cualquiera, y a los periodistas nos cabe cuestionarlo.

Sabella se abrazó a una idea, a un esquema, a ciertos nombres y, como los resultados se le dieron favorablemente, sospecha, desde la lógica estadística, que está en el camino cierto. Pienso lo opuesto, creo que está equivocado. Ese es el punto. Si personalmente tuviese algo contra Sabella seria poco profesional, y nada ético, de mi parte criticarlo sin un fundamento futbolístico. Entiendo el ‘proceso Sabella’, cómo llegó a sus convencimientos, pero no los acepto como válidos. Sabella vivió en Estudiantes un momento maravilloso y, frente a la escases de defensores que hay en nuestro fútbol, se aferró a aquello de ‘mejor malo conocido que bueno por conocer’, dicho de modo exagerado y apenas para transmitir la idea central con una frase por todos entendida. Andujar, Federico Fernández, Rojo, Clemente Rodríguez un año atrás, Graña – debió ser llamado antes, para el 2010- son nombres de su ajedrez y no está mal que lo haya intentado con ellos. Lo grave es que el árbol estudiantil no le deje ver el bosque nacional. Ninguno de esos jugadores es de Selección.

Probablemente hoy la Argentina tenga la peor defensa de su historia y una de las peores del próximo Mundial. Eso es lo que Sabella tiene la obligación de ver primero, de aceptarlo después y de revertir finalmente. Allí debe aparecer su trabajo, su búsqueda. Armar la delantera con Messi, Agüero, Higuaín es fácil. Se da el lujo de no convocar a Tévez porque total están Palacio y Lavezzi. Usted, yo, muchos dirigiríamos ese ataque. Juega sólo, saben todo, son los mejores del planeta. Pero, no hay un Messi en el fondo, no hay un Agüero para los laterales, no existe un Di María para el arco. Allí entonces es cuando se ven, realmente, los técnicos. Además los entrenadores tienen un momento y los seleccionadores una generación en sus manos. Milagros no hacen (sólo Carusso Lombardi…). Martino fue bien en Paraguay y muy bien en Newell’s, pero destrozó al Barcelona; Bielsa es indiscutible, pero el Atlético Bilbao juega mejor y gana más desde que se fue. Bianchi muestra que envejeció. Ramón Díaz no puede volver a ser el Ramón que ya fue y podría seguir nombrados otros. ¿Por qué, entonces, Sabella no puede estar equivocado? ¿Por qué no puede ser otro del bien sucedido que fue en Estudiantes? ¿Por qué no puede ser un buen técnico de club y menos efectivo en la Selección?

Sabella, a mi juicio, está confundido porque tiene elementos para legitimar su confusión. La Argentina que él dirige es, de las grandes selecciones, de todas las que por historia y presente son candidatas al título, la que tiene el mejor índice de rendimiento, entre todas ellas desde el Mundial de Sudáfrica hasta el presente. No es poca cosa para ‘creérsela’. Computados los amistosos oficiales de la FIFA del último miércoles de carnaval, la Selección Argentina de Sabella es la más eficiente entre lo que podría llamarse ‘la elite’ mundial. El colega brasileño Rodrigo Mattos tomó 55 partidos jugados entre los 10 mejores equipos clasificados en el ranking de la Federación Internacional desde agosto de 2010 hasta esta semana y la Argentina, en estos cuatro años, posee un aprovechamiento del 66,7%, siendo doblemente meritorio porque fue la Selección, de este grupo, que disputó más cotejos entre esa elite: 17. Su récord incluye diez victorias, cuatro empates y tres derrotas (dos ante Brasil y una con Uruguay). Venció a Alemania, a España, a Italia, a Brasil, a Uruguay y a Suiza. Pareciese estar todo dicho. Pero no lo está.

No lo está porque el equipo supo ganar pero todavía no supo jugar y la gran culpa de esa frustración está en la defensa. Gana porque tiene el mejor ataque del mundo. Sus cuatro fantásticos no los tiene ni Alemania que es el conjunto más equilibrado y el principal candidato a conquistar el título en julio próximo. El hecho de que Suiza, con 58,3% de eficiencia sea la segunda mejor Selección ayuda a esclarecer que no todo está en los resultados. España y Holanda son mejores equipos que el helvético… No sólo porque Suiza apenas enfrentó a otros cuatro países del mismo ranking, sino porque una victoria ó una derrota, la mayoría de las veces está separada por los dos centímetros de un poste que hacen que una pelota entre o no. Lo que debe analizarse es mucho más que eso, que el resultado final. El funcionamiento de un equipo, independiente de la suerte o de esos dos centímetros, engloba todo lo demás… menos la suerte y esos dos centímetros. Y la Argentina no tiene ese funcionamiento. Las cosas se le simplifican porque Messi mete un gol de tiro libre por debajo de la barrera cuando todos esperan el envío por elevación y saltan. Se le simplifican porque Di María ó Agüero dejan de a cuatro en el camino cuando encaran y porque Higuaín tiene partidos donde marca hasta tres goles. Y punto.

Alemania aprovechó apenas el 54,5%, España el 50% y Brasil el 49% de sus enfrentamientos con otras Selecciones de ‘la elite’. Bien menos que la Argentina, pero todos ellos tienen equipos más equilibrados y consolidados que el de Sabella. Además, las estadísticas pueden manipularse, porque si no tomamos los cotejos disputados desde la Copa de Sudáfrica, venimos más hacia aquí en el tiempo, Brasil bajo el comando de su actual entrenador, Luiz Felipe Scolari, conquistó el 72 % de los puntos. Entonces, en este momento crucial, no miremos números, miremos conjunto, funcionamiento, equilibrio, mecánica, plantel, alternativas, variantes, posibilidades. No esperemos que un Perú nos permita meterle seis goles, ni esperemos otra ‘mano de Dios’, ni que un Codesal no le de un dudoso penal a Alemania para que nos gane. Es cierto, ya casi no hay tiempo para mucho, pero algo –siempre– puede corregirse. Y el único que puede hacerlo es Alejandro Sabella. Marcos Rojo no tiene nada más para entregarle a la Selección que aquello que sus límites le permiten… Sabella, en cambio, aún puede modificar su Selección y, quizá, el humor de los argentinos en el próximo julio…

(*) Periodista, director de Perfil Brasil y creador de SóloFútbol.