La regulación del cannabis está siendo revisada en varios países del mundo, ya sea por la posibilidad de usar sus componentes para tratar ciertas enfermedades, o por su consumo recreacional en forma de marihuana. Si bien actualmente prima la tendencia a la despenalización de la droga, algunos cardiólogos advierten sobre sus efectos adversos. En este sentido, un reciente estudio presentado en el Congreso AHA mostró que los hombres que fuman marihuana tienen más riesgo de padecer síndrome de Takotsubo que el resto. La polémica por los usos del cannabis continúa.
Se estima que 182 millones de personas fuman marihuana en el mundo, según datos de Naciones Unidas de 2014. En la Argentina, casi el 12% de los estudiantes de nivel medio consumió marihuana en el año previo, de acuerdo con la última encuesta oficial realizada en el país. “Desde el año 2009 se visualiza un sostenido aumento en el consumo de marihuana entre la población escolar”, afirmaron los expertos del Observatorio Argentino de Drogas. Cerca del 79% de los estudiantes argentinos que probaron alguna vez en su vida marihuana continúa consumiendo de manera ocasional o frecuente. ¿Es inofensivo este uso del cannabis o puede tener efectos nocivos en la salud de jóvenes y adultos?
Desde que Uruguay legalizó el cultivo, propuso la venta en farmacias y permitió el consumo de marihuana, otros lugares decidieron seguir su ejemplo. En Estados Unidos, la ley federal aún considera ilegal al cannabis, pero estados como Alaska, California, Colorado, Oregon, Massachusetts, Maine, Nevada y Washington permiten hoy la posesión de marihuana con fines terapéuticos y/o recreacionales. La comercialización de cannabis con propósitos médicos (para casos de dolor crónico, esclerosis múltiple, cáncer, convulsiones) está regulada por licencias en cada uno de los estados norteamericanos. Hasta el momento, la FDA sólo autoriza la venta de tres productos que contienen formas de THC sintético para pacientes con Sida que sufren anorexia y para las náuseas asociadas a la quimioterapia.
Una Carta Médica que acaba de publicar la revista JAMA hace una revisión de los usos terapéuticos del dronabinol, la nabilona y los nabiximoles (mezcla de THC y CBD) que se comercializan en Estados Unidos, Canadá y Europa para tratar distintas dolencias. En primer lugar, advierte que no existen estudios que permitan indicar el cannabis para el dolor oncológico intratable, aunque sugiere que los cannabinoides podrían ser utilizados como segunda línea en estos pacientes. En cambio, varios estudios respaldan actualmente el uso de extractos de cannabis (nabiximoles) para tratar síntomas de la esclerosis múltiple como disfunción urinaria, dolor neuropático y espasticidad. De todos modos, el único uso para el que existen evidencias suficientes por ahora es el de dronabinol o nabilona para tratar náuseas y vómitos causados por quimioterapia. Para el resto, dicen los autores, todavía falta documentación.
Este escenario ha llevado a los profesionales médicos a evaluar la seguridad y eficacia del cannabis en relación con las condiciones de salud, escribieron Robert L. Page y su equipo de la Universidad de Colorado, Estados Unidos.
En una declaración publicada en Circulation, los investigadores señalaron que aunque se ha demostrado que el cannabis alivia el dolor y otros síntomas en ciertas afecciones, han visto limitados a estudiar sus efectos sobre la salud debido a las restricciones de la ley federal. «El cannabis sigue siendo una sustancia controlada por el programa I, que no considera un uso médico aceptado, un alto potencial de abuso y un perfil de seguridad dudos», escribieron los investigadores.
La declaración aborda cuestiones relacionadas con el consumo de cannabis por parte de personas con enfermedades cardiovasculares o personas con mayor riesgo. Los estudios de observación no han mostrado beneficios cardiovasculares asociados con el cannabis, citaron los autores. Los productos químicos más comunes en el cannabis incluyen THC (ácido tetrahidrocannabinólico) y CBD (cannabidiol).
Algunas investigaciones han demostrado asociaciones entre las características cardiovasculares del CBD, incluida una presión arterial más baja y una inflamación reducida, según se cita en el informe. Sin embargo, el THC, el componente del cannabis vinculado con efectos de “euforia” o intoxicación, se ha asociado con anomalías del ritmo cardíaco. Los autores citaron datos que sugieren un mayor riesgo de ataques cardíacos, fibrilación auricular e insuficiencia cardíaca, aunque afirman que se necesita más investigación para arribar a mejores conclusiones.
La declaración describe formulaciones de cannabis comunes que incluyen extractos vegetales, formas cristalinas, productos comestibles y tinturas. Además, la declaración señala que los productos de cannabis sintético se comercializan y usan en los Estados Unidos sin estar sujetos a regulación.
“En los últimos 5 años, hemos visto un aumento en el consumo de cannabis, particularmente durante la pandemia de COVID-19 en Colorado, especialmente entre adolescentes y adultos jóvenes”, dijo el Dr. Page en una entrevista. “Debido al aumento repentino, los profesionales de la salud deben familiarizarse no solo con los beneficios, sino también con los riesgos asociados con el consumo de cannabis, independientemente de la formulación”, dijo.
“Dado que la enfermedad cardíaca sigue siendo una de las principales causas de muerte en los Estados Unidos, comprender los riesgos cardiovasculares asociados con el cannabis es crucial en este momento”, dijo el Dr. Page.
También señaló que las actitudes populares sobre el cannabis podrían representar riesgos para la salud cardiovascular de los usuarios. “Uno de los principales conceptos erróneos sobre el cannabis es que como es ‘natural’, debe ser seguro. Como con todos los medicamentos, el cannabis tiene efectos secundarios, algunos de los cuales pueden ser de naturaleza cardiovascular”, dijo. “Pueden ocurrir interacciones medicamentosas significativas, ya que el CBD y el THC, ambos encontrados en el cannabis, inhiben el CYP3A4, que metaboliza una gran cantidad de medicamentos utilizados para tratar muchas afecciones cardiovasculares”, acotó.
“Es necesario que se produzca una discusión abierta sobre los riesgos del consumo de cannabis entre el paciente y los proveedores de atención médica”, advirtió Page. “Además, los pacientes deben ser transparentes con respecto a su consumo de cannabis con su cardiólogo y proveedor de atención primaria. La historia del cannabis seguirá evolucionando y es un objetivo que se cambia rápidamente”.
En la Argentina, un proyecto de ley para autorizar la comercialización y el uso de aceite de cannabis en casos de epilepsia refractaria ya fue aprobado en la Cámara de Diputados y aguarda ahora su paso por el Senado. Si recibe luz verde, el aceite de cannabis podrá obtener autorización de la ANMAT para su importación y aplicación terapéutica en ciertos pacientes mientras se investigan sus efectos en forma científica. “La discusión que existe hoy con el cannabis medicinal es la misma que ocurrió en el pasado con la morfina, derivada del opio”, recuerda Carlos Damín, Jefe de Toxicología del Hospital Fernández en un informe oficial publicado por la Sociedad Argentina de Cardiología. “Fumar marihuana no tiene ningún efecto terapéutico pero si obtenemos un compuesto farmacéutico de la planta y probamos que es seguro y efectivo, ¿por qué no indicarlo para ciertas enfermedades? El tema es hacer investigación seria y detectar cuáles son los efectos adversos a largo plazo”, enfatiza el también profesor de Toxicología de la UBA.