Tres prestigiosos coreógrafos argentinos analizan el programa de Tinelli. Frente a sus críticas, los protagonistas destacan los aspectos positivos de mostrar danza en la pantalla chica.
Bailando por un sueño”, el concurso más visto de la televisión argentina, se acerca al final de su edición 2014. Pese a la reducción en el encendido de la televisión abierta, sigue promediando más de veinte puntos de rating. El ciclo, conducido por Marcelo Tinelli, arranca en estos días la competencia a través del ritmo llamado pop coreano o k-pop, del que participarán las ocho parejas que continúan en el reality show: las de Jesica Cirio, Pedro Alfonso, Noelia Pompa, Hernán Piquín con Cecilia Figaredo, Eleonora Cassano, Laura Fidalgo, Diego Reinhold y Anita Martínez con el Bicho Gómez.
Este año, ShowMatch congregó a bailarines profesionales de trayectoria internacional: Piquín, Figaredo, Cassano, Fidalgo, y los ya eliminados Maximiliano Guerra y Mora Godoy. Cassano marca diferencias entre su pasado escénico y su presente televisivo: “El nivel artístico ya lo bailé; ahora me estoy divirtiendo. Ahora bailamos, sin desmerecerla, Lady Gaga. Son cosas totalmente diferentes [a lo que hacía en el mundo del ballet], aunque de mi parte sigue habiendo el mismo compromiso para hacer bien las cosas, con calidad y excelencia. Por ejemplo, pensé que se podía hacer un reggaeton sin hacer cosas desagradables a la vista. Yo no me iba a poner en cuatro patas, porque a mí me resulta feo, y mantuve mi decisión a pesar de que me trajo mis problemitas”. Con esto último, la artista, que supo hacer 32 rond de jambe fouetté interpretando con Julio Bocca a la Kitri de Don Quijote, alude a la crítica de Graciela Alfano, quien, como el resto del jurado, no se ruborizó al reclamarle a la estrella: “Te faltó el perreo”.
En este contexto, los tres coreógrafos con más trayectoria en la Argentina, y actualmente en actividad, ofrecen su perspectiva. Mauricio Wainrot, director del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, hace una separación tajante entre los escenarios profesionales y los programas de televisión que incluyen danza; a estos últimos los califica de “programas de una banalidad y vulgaridad por demás ostentosa y hasta en algunos casos vergonzante”, los cuales “no tienen nada que ver con nuestro trabajo escénico y formativo de profesionales, y los determinados y precisos estudios que se imparten en nuestras escuelas para formar bailarines, coreógrafos, maestros, directores y críticos, ya sea en el Taller de Danza del San Martín, Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, IUNA y otras escuelas privadas de gran seriedad”.
Por su parte, Ana María Stekelman, quien desde 1993 lleva adelante su compañía Tangokinesis, es igualmente rotunda en la crítica al programa: “La palabra ‘Danza’, con mayúscula, está desapareciendo. Hacer un buen ballet lleva diez años; y si vos estudiás 15 días, no sos una bailarina. La danza en la televisión juega con el impacto, con la desnudez, algo que a mí no me interesa. La gente se engancha porque viene cansada, prende y ve cualquier cosa. Los productores están más atrasados que el público, y esto es muy doloroso para quienes hacen arte en serio. Sin embargo, veo el programa de Tinelli porque tengo que estar informada. No todos los días, porque no lo soporto. Cuando quiero vaciarme la cabeza, cuando quiero ser una verdadera ameba, miro un poquito de Tinelli, que es la banalización de la danza, como parte de una época de banalización de muchas cosas. Allí hay gente que está para ganar dinero y hace lo que puede. Cada bailarín hace lo que quiere, no los puedo juzgar… Piquín, un gran bailarín, hermoso, bueno, si él quiere estar ahí, bailar con esta chica, la Pompa… Al que hay que juzgar es al director, a Tinelli; no se puede juzgar a los bailarines que van ahí porque no pueden bailar en el Colón, no pueden bailar en el Cervantes, en ningún lado. Si éste fuera un país donde Piquín pudiera bailar, por ahí bailaría en otro lugar [en vez de en ShowMatch]”.
Frente a estas lapidarias consideraciones, el actor Bicho Gómez, actualmente participante, afirma sin titubear: “Hay mucho arte en ShowMatch. Va mezclado con el show, con la cosa mediática. Hay mucho para ver. Y para los que lo critican, tienen el control remoto con el que decidir qué ver. Hay público para todo: ShowMatch, El elegido o programas por cable. No me parece un programa chabacano o vulgar. En él hay artistas que han recorrido el mundo mostrando su arte y representando a la Argentina: Piquín, Cassano, Fidalgo. Son ellos los que quedaron como últimas parejas. Y eso lo eligió la gente con su voto”.
Como parte de esta discusión, Oscar Araiz, uno de los pilares de la danza contemporánea en la Argentina y responsable del área de danza en la Universidad de San Martín, declara simplemente no ver el programa de Tinelli y agrega: “La aceleración publicitaria, el nivel sonoro y el vértigo me afectan negativamente. Es una de las razones por las que veo poco la televisión en general”. Y sobre la supuesta popularización de la danza que brindaría “Bailando por un sueño”, prefiere reflexionar, más bien, sobre el término “popularización”: “¿Podríamos distinguir entre masificado y popular? ¿Son diferencias culturales? ¿Políticas? ¿Económicas? Existen expresiones populares que disfruto: expresiones musicales, festivas, teatrales, literarias, plásticas y, mucho, el género humorístico. Encuentro historia en esos géneros. En cambio, no logro aprehender sentido y razones sobre la llamada ‘masificación’. Supongo que hay en ella ventajas (información) y desventajas (deformación)”.