Por Edgardo Martolio | Mientras todos se distraen con Pisculichi, Sánchez, Mercado, Vangioni, Barovero y los de arriba, el ‘Muñeco’ relaja su estructura en los "dos del fondo".
Edgardo Martolio
El rapado y moreno Carlos Sánchez es, individualmente, el jugador más participativo que tiene el equipo del ‘Muñeco’ Gallardo. El más difícil de ser sustituido, el que va de área a área con la misma dinámica en el primer minuto o en el último. Completo (cada vez con más gol). Pero su virtud no es secreto, eso ya lo sabía todo Godoy Cruz –su ex club– cuando se abrió la etapa inaugural de la Copa Sudamericana con sendos triunfos ‘millonarios’. Sánchez vive una fase rotunda, indiscutible.
El otro uruguayo del plantel, Rodrigo Mora, por su desmarque es el atacante que más preocupa a las defensas rivales, aunque parte de la prensa y casi toda la gente lo destaquen a Teófilo Gutiérrez. Tras los dos tantos que le hizo al propio Godoy Cruz en el segundo match, todos los técnicos rivales lo advirtieron como ya lo habían notado los DT locales en el campeonato de Transición. Un petiso que cabecea entre gigantes. Movedizo y solidario. Pero él también dejó de ser un arma secreta. De los uruguayos de River se cuidan todos y del colombiano también, aunque Teo –no siempre– hace más barullo que otra cosa: dentro y fuera de la cancha (en River nunca alcanzó el nivel que mostró en Racing dos años antes).
Leonardo Pisculichi, aunque haya salido a la media hora de casi todos los segundos tiempos de la Copa, es el armador ideal, porque piensa bien y rápido y juega por derecha tanto o más que por izquierda. Toca de primera o gambetea con la misma facilidad que se desmarca para recibir y organizar. Además, sus pelotas paradas y tiros de media distancia complicaron a todos los arqueros, aunque recién haya convertido goles a partir de semifinales en la Sudamericana. En las dos victorias ante Estudiantes de La Plata, Pellegrino lo hizo marcar como se marca al que te destruye si lo dejás jugar. Y, de yapa, digamos que es un deleite verlo maniobrar. Pero nadie puede decir que ‘Piscu’ es uno de los secretos del entrenador riverplatense, su propio volumen de juego lo descubre hasta a los ojos de quien poco sepa de fútbol. ¿O acaso no era así ‘de bueno’ en Argentinos Juniors?
Las subidas de Leonel Vangioni por izquierda, hoy por hoy el lateral más eficiente de los que aún juegan en Argentina; los zapatazos del incansable Ariel Rojas que se tornó vital a medida que el equipo fue cansándose; la entrega ‘mascherana’ de Leonardo Ponzio que hizo olvidar a quien lo había colocado en el ostracismo, el tucumano Matías Kranevitter; los cabezazos del ex racinguista Gabriel Mercado, que va y viene por su costado como si fuese el último partido de su vida y, cuando puede, cierra atrás y tira paredes del medio hacia adelante, tampoco son un secreto de siete llaves. Como no lo son las ganas de los pibes que Gallardo supo mechar (me entusiasma, por su evolución, Augusto Solari) o la enorme suerte de un arquero regularón como Marcelo Barovero, que hasta penales decisivos atajó.
Nada de todo lo relatado es (o fue) secreto ni en el Transición ni en la Sudamericana. A ninguno de estos jugadores los ignoró técnico alguno, menos aún Juan Carlos Osorio, el entrenador de Atlético Nacional de Medellín, uno de los cinco mejores de Latinoamérica en la actualidad que, vaya a saber uno por cual motivo, no dirige a la selección de su país. Osorio, en las finales, con su buen equipo, el más parecido a River de todos los que el reciente campeón enfrentó, anotó en sus ya famosos papelitos cada detalle de estos cracks ‘millonarios’, tomó las debidas precauciones, imaginó todos los escenarios posibles y ensayó como repeler al mejor equipo del momento. Porque las descriptas son evidencias que nadie podía negar allá por septiembre y mucho menos tres meses más tarde…
Pero había un secreto a develar y el técnico del verdiblanco de Antioquía, a diferencia del resto de entrenadores y a juzgar por sus declaraciones previas a las finales coperas y por cómo paró al equipo en la cancha en Medellín y en Buenos Aires, lo descubrió. Osorio fue quien más advirtió a su elenco de un peligro que podía resolver la Copa en las dos áreas, como finalmente sucedió: los zagueros centrales de River. Sí, allí estuvo escondida casi que invisiblemente la herramienta decisiva de este River que llenó y llenará los ojos por otros motivos (cuando hace correr la pelota por abajo, siempre para adelante y cambiando sin vibraciones de un lateral hacia el otro) pero que gana a partir de sus zagueros centrales…
El arma letal de Gallardo fue, en ambos certámenes de este segundo semestre, la pareja de centrales, cualquiera de ellas, de las varias que alineó, ya que puede formar más de una. River tiene los cuatro mejores ‘backs’ del fútbol argentino. Fueron fatales y no necesariamente por los goles convertidos, que llaman la atención, pero no son todo, apenas significan una parte de lo mucho que estos jugadores significan para los de Núñez –¿o Belgrano? –. Jonatan Maidana (29 años, 1,83m), Germán Pezzella (23 años, 1,87m), Ramiro Funes Mori (23 años, 1,87m) y el colombiano Éder Álvarez Balanta (21 años, 1,81m) son individual y colectivamente, los cuatro mejores centrales que juegan en nuestras canchas. Son la envidia de todos los entrenadores. ¡Cuatro! Además, está el pibe Emanuel Mammana que no sólo puede jugar adentro, como bien lo hace en el lateral derecho. La joyita más reciente.
El fútbol mundial carece de buenos centrales, hay pocos. Sergio Ramos (España) por citar uno, tal vez el más eficiente de todos, debe ser el mejor del momento. En la reciente Copa FIFA disputada en Brasil esa fue la posición peor ocupada, la de menos destaque. Los brasileños Thiago Silva y David Luiz eran los mimados de todos, pero fracasaron cuando tuvieron que demostrar su real valor. La Selección Argentina misma tuvo allí –en realidad en toda la defensa– su talón de Aquiles, con jugadores mediocres a excepción de Ezequiel Garay que creció en la propia competición. Al resto, seamos justos, lo salvo Javier Mascherano que no dejaba pasar a nadie y el arquero Sergio Romero cuando pasaba alguno.
Argentina hace años que no produce buenos centrales y a alguno con potencial que anda por allí, como Lisandro López (ex Chacarita y Arsenal), no se lo tiene en cuenta. Por eso alegra, más allá de River, que surjan jugadores en esa posición con posibilidades de verlos vistiendo la camiseta nacional en Rusia 2018. Los cuatro son distintos y uno es extranjero, pero juegan como nadie en el fondo Millonario, respaldando a un arquero que en cada pelota cruzada por ‘aire’ hace agua, fuera los excesivos rebotes que genera. Ellos lo protegen. Y resuelven. Y, de plus, van a la otra área –acompañando una jugada o en las pelotas paradas– para sobresalir e, inclusive, convertir.
Si el Cata Díaz es lo mejor de Boca, estos de River lo superan fácil. Tod
os ellos. Si el ya veterano Cristian Tula era el más importante del fondo de Independiente, hoy la comparación parece un chiste. San Lorenzo también es deficitario en ese sector pese a la inquebrantable voluntad de Walter Kanneman ya transferido a México. Lanús, seis meses atrás, vendió al último bueno que había por aquí, Paolo Goltz. Y Racing tiene al otro que se les asemeja a los de River, el cordobés Luciano Lollo, de enorme torneo Transición. Pero faltan. No hay. Es una falencia en casi todos los equipos. Tomáz Berra, de Rosario Central, pareció que podría ser, en el inicio de este semestre, así como se insinuó el menor de los Burdisso hace un par de años. No lo hace mal la zaga de Newell’s, a veces resuelve bien la de Estudiantes, tanto como la de Gimnasia, pero… A su vez, Sebastián Domínguez de Vélez está envejecido. En fin, en ningún club se encuentra nada parecido a lo que hoy posee exuberantemente River.
En el pasado la Argentina tuvo grandes zagueros centrales. Sin ir al amateurismo emergen nombres en Racing, el club que parecía hipnotizarlos, que renuevan la nostalgia: ‘Pechito’ della Torre, José Salomón, Pedro Dellacha, Roberto Perfumo y el propio Alfio Basile. En otro estilo Federico Sacchi. ‘Hacha Brava’ Rubén Marino Navarro en Independiente. Más aquí Roberto Rogel en Boca y antes en Gimnasia y Esgrima La Plata. Aunque discutido, incluyamos a Ramón Aguirre Suárez del Estudiantes donde se lucía el doctor Horacio Raúl Madero. El gran tucumano José Rafael Albrecht en San Lorenzo de Almagro. Más cerca en el tiempo Pancho Sá (Boca e Independiente), la técnica de Jorge Ginarte (Los Andes y Huracán), Ramón ‘Cacho’ Heredia (San Lorenzo), Ángel Bargas (Chacarita) y después Daniel Passarella, que en River se tornó gigantesco, más que el mismísimo José Manuel Ramos Delgado, quien precisamente fue el Pelé de la defensa del Santos en la época de Pelé…
Pero el tiempo pasó y también nosotros tuvimos que empezar a conformarnos con zagueros que sólo pegaban, como Pedro Monzón, de Independiente, o el excesivamente habilidoso para esa función, Néstor Fabbri de All Boys y Racing. Tan opuestos, pero era lo que había, salvo el ‘Cabezón’ Ruggeri, que en River y Boca demostró su personalidad y cerró la lista de verdaderos grandes zagueros. ¿El ‘Tata’ Brown? Ok. Lo siguieron el mayor de los Burdisso, Nicolás (Boca), Fernando Cáceres (Argentinos Juniors), Mauricio Pochetino (Newell’s), Leandro Cufré (Gimnasia), todos buenos defensores, pero lejos del nivel de los anteriores. Sólo Walter Samuel, también originario de Newell’s, como Gabriel Heinze, y Roberto Ayala de Ferrocarril Oeste y River, los superaron –Ayala, con la mano en el corazón, fue más mito que realidad–. Aunque lejos, todos muy lejos de un Salomón, un Perfumo o un Passarella. Y hasta del mismísimo Oscar Ruggeri.
Sí, no hay más zagueros centrales como aquellos. Ni aquí ni en el mundo. Por eso continúa jugando en el fútbol europeo y en la Selección un caduco Martín Demichelis que nunca confirmó aquello que insinuó con brillo en el River del Ingeniero Pellegrini. Y se convoca para la blanquiceleste a Federico Fernández, de buenas intenciones, pero que ni en Estudiantes era figura. Mediocre actual suplente del Swansea de Gales. Como la mayoría de los que juegan en nuestra Primera ‘A’ (Lucas Landa, que jugó en Colón hasta diciembre en la B Nacional, era mejor que casi todos ellos). Por eso alegran los cuatro de este River Plate que, aunque diferentes entre sí, saben complementarse y cada uno se distingue por propia identidad…
Las vueltas de la vida: Pensar que hace poco River tuvo en su zaga al pésimo paraguayo Adalberto Román, antes a Gustavo Lombardi, ya declinante a Jorge Balbis, un tal Bustos, Daniel Lonardi, el ‘Bicho’ Pellerano, Rubén Paira, y Carlos Panizzo entre otros a los que le quedaba muy grande el puesto y mucho más la banda roja. Aunque supo compensar, también tuvo en esa posición al paraguayo Celso Ayala y a Berizzo, al uruguayo Nelson Gutiérrez y a José Luis Pavoni, a César Augusto Laraigneé y otro gran uruguayo: Roberto Matozas; ‘Puchero’ Varacka y Alfredo Pérez; al inolvidable Ricardo Vaghi…
Volvamos al presente. El mejor de los cuatro actuales, el más completo es el bahiense Germán Pezzella, tan bueno por arriba como por abajo y útil en las dos áreas (salta como pocos: es una especie de Passarellita). Es rápido y no prioriza el foul, cruza bien, juega con los ojos abiertos y tiene fundamentos para apoyar a los de más adelante. Después, otro crack, que no podrá jugar en nuestra selección, claro, pero es fenomenal: el negro Alvarez Balanta, el más joven del cuarteto, cuya intimidad con la pelota parece impropia de un defensor. Ramón Díaz lo usó mucho y Gallardo poco, pero por falta de oportunidades y por volver de una severa lesión. Es completo.
Jonatan Maidana, ex Boca, tiene un único problema: primero busca la pierna rival, después, si sobra, va a la pelota. Si no fuese por ese defecto que nunca corrigió, sería otro impecable; de todos modos tendría la titularidad asegurada en cualquier equipo local. Es de los que se hacen respetar en cualquier cancha. Y, finalmente, Ramiro Funes Mori, el mellizo mendocino que se quedó en el club, que es el menos dotado de los cuatro pero, tras aquel gol a Boca en la Bombonera silenciada, mostró que con su personalidad puede ser un zaguero primera clase: Martino lo va a convocar en cualquier momento. Además de central juega y bien, porque lo hizo preferentemente en inferiores y en algún seleccionado juvenil, de lateral izquierdo. Es cierto, a veces se atolondra, pero suma más de lo que resta. Y es joven. No en vano lo postergó al bogotano Álvarez Balanta.
Allí está el secreto de Gallardo. En esos cuatro nombres de una misma posición, aunque de dupla conformación. Mientras el mundo y los rivales se distraían con la pegada de Piscu, el va-y-ven de Sánchez, los goles de Teo y Mora, el esforzado orden de Rojas y el sacrificio de Ponzio, las proyecciones de Mercado y Vangioni, los milagros de Barovero, o el atrevimiento de los pibes, el ‘Muñeco’ relajaba su estructura en los ‘dos del fondo’, se llamen como se llamen, jueguen los que jueguen, porque cualquiera de los cuatro es mejor que todos los demás defensores centrales del fútbol de aquí y de las redondeces… Pezzella, Maidana, Alvarez Balanta y Funes Mori son el secreto de River, de un River que da gusto ver en la cancha, gane o pierda. Aunque casi nunca pierde. Principalmente por causa de ellos cuatro…
IN TEMPORE: Néstor Femenia, indígena Qon de siete añitos, ya no podrá verlos jugar: murió tuberculoso y desnutrido dentro del mapa argentino como morirán muchos otros niños si no se hace algo, de verdad, con los pueblos aborígenes contemplados en el artículo 75, inciso 17, de la Constitución Nacional. Con la indignación no alcanza.