El vasco encaja en el perfil que enmarca el cambio de rumbo del club: que el entrenador sea de la camada de futbolistas que fueron exitosos en los años dorados de Bianchi. Asumió ayer y entrará a la bombonera mañana, ante Velez.
La V por la V ante la V. Vasco por Virrey contra Vélez fue la cuenta que hicieron los dirigentes de Boca para desbloquear la trampa de los resultados. Arruabarrena les habló unos quince minutos a los futbolistas antes de comenzar la práctica. Un saludo bautismal para el grupo que le soltó la mano a Bianchi. Sin Riquelme, el Virrey se había quedado sin escudo protector. Apenas el Cata Díaz, capitán nombrado por el entrenador, le pidió a Daniel Angelici que siguiera Bianchi.
Arruabarrena, el plan B, ya estaba activado una semana antes de ayer, cuando fue designado. Ante la imposibilidad de Guillermo Barros Schelotto (tiene contrato con Lanús hasta diciembre de 2015), el nuevo técnico debía responder al estándar de Macri. El jefe de Gobierno de la Ciudad había explicitado el perfil que le gustaba en cada oportunidad que le preguntaban. Fue en noviembre de 2012, en FM Imagina, cuando dijo: “Yo siempre apuesto por Guillermo, Palermo o el Vasco Arruabarrena. Alguno de los que representan la historia. Tenemos que empezar esa etapa. Me inclino por los ex. Alguno que haya ganado todo, que conozca a los hinchas. Si el Vasco se sienta en el banco, ¿quién le puede decir algo a ese tipo que dejó la vida en cada título?”, reflexionó.
Antes de lo que él mismo lo hubiese esperado, la oportunidad le llegó a aquel zurdo que fue vital en la primera Libertadores ganada en la era Bianchi: Arruabarrena tiene 39 años y un pasado de entrenador con paradas en Tigre y Nacional de Montevideo, apenas. Le tocó, ahora, ser el reemplazante del Virrey en un cargo no demasiado amable con los ex futbolistas surgidos de las divisiones juveniles de Boca: el Vasco es el segundo que llena ese formulario de los últimos veinte entrenadores de la Primera que tuvo el club. El otro, el Chueco Abel Alves, llegó como interino y cuando el presidente Ameal lo confirmó en el cargo, duró ocho partidos.
La escena del rápido arreglo se desarrolló en la madrugada del viernes, cuando Angelici y Arruabarrena terminaron de ponerse de acuerdo. Los detalles administrativos quedaron para ayer a la mañana. Y a la tarde, cuando no habían pasado ni 24 horas de la salida de Bianchi, el nuevo técnico ya estaba dirigiendo la práctica de sus nuevos jugadores. Los que no tuvieron ni tiempo de digerir el adiós de Bianchi. No porque no lo esperaran, ni lo desearan en algunos casos: lo que todavía hacía ruido era la caída de una estatua que parecía intocable.