El miércoles, frente al mar, el genial guitarrista sufrió una descompensación fatal. Su fundamental aporte segúnsus colegas.
El mundo de la música amaneció el miércoles con la implacable noticia de la muerte de Paco de Lucía. Lo lamentaron todos: melómanos del público, intérpretes profesionales, académicos, los grandes del género popular y los más eminentes músicos clásicos, consternados y estupefactos, inundaron las redes sociales para expresar su lamento. El inmenso músico español, uno de los máximos responsables de la popularización definitiva y global del flamenco, sufrió un infarto masivo mientras jugaba con su hijo en la playa, cerca de su casa en Playa del Carmen, México, donde vivía con su familia. Fue llevado de urgencia al Hospital de Yucatán y allí murió.
Poco puede decirse de novedad respecto a Paco de Lucía. Basta con recorrer la web buscando la noticia de su obituario para encontrar todo tipo de dato posible sobre su biografía, sus ideas y pensamiento, sus discos y la historia de sus recitales. Preferimos dialogar con sus colegas argentinos e indagar desde allí en la pérdida que sufrió el arte esta semana, y aprovechamos a visitar un ensayo del Cuarteto de Guitarras In Crescendo, uno de los conjuntos de cámara más prolíficos de la escena musical porteña, para dialogar con sus integrantes, y tuvimos un diálogo telefónico con Miguel de Olaso, guitarrista y laudista con gran actividad como solista y docente en todo el país.
Juan Pablo Bujía, Andrés Novío, Ezequiel Marín y Leonardo Galán, los In Crescendo a pleno, evocan entonces al desaparecido guitarrista: “Tuvimos el privilegio de escucharlo en su último concierto en Argentina en el Teatro Gran Rex el año pasado. Fue un concierto maravilloso e inolvidable. Cuando uno es guitarrista y puede ver y escuchar a un colega de tamaña trascendencia, las cuestiones relacionadas al propio instrumento quedan de lado y éste pasa a ser un medio para la obra de arte en si misma. Paco era un artista integral. Poseedor de una técnica sin precedentes, y una concepción musical acabada. Cada gesto técnico, cada recurso siempre estaba al servicio del discurso musical. Eso sin dudas provoca en los oyentes cierto grado de magnetismo y concentración dado que todo lo que se produce es un hecho musical contundente sin ningún tipo de efectismo ni artificios”. Por su parte, De Olaso, parco pero contundente sin dudar una palabra y con el mismo aplomo que caracteriza sus conciertos, nos dijo: “Lo escuché en vivo cuando era adolescente, no me acuerdo en qué teatro, acá en Buenos Aires… (¿Coliseo, Opera, Gran Rex?). Me produjo un impacto tremendo, aunque yo ya conocía sus grabaciones. Es que era un artista que trascendía el instrumento, y tenía un dominio técnico descomunal. Un genio. Sin embargo, creo que su mayor magnetismo pasaba por su personalidad. No conozco a fondo toda su obra grabada, no tengo todos sus discos, pero en general lo que más me gusta es escucharlo solo con su guitarra”.
La coincidencia de conceptos, desde la diversidad de estilos de los entrevistados, es total: lo que impactaba en Paco de Lucía no era su técnica, sino su manera de decir, su discurso, que iba mucho más allá del instrumento. Era músico y no sólo guitarrista (él mismo era muy consciente de su talento técnico y en varias ocasiones expresó que para él no era difícil tocar, como lo había hecho con soltura desde los siete años, sino crear un discurso, buscar un concepto artístico en cada obra y concierto). Paco de Lucía murió junto al mar, tal como había nacido.