San Lorenzo es subestimado y sus chances de vencer las reflejan las apuestas: 20 a 1. El plus futbolístico de la argentinidad.
El Barcelona de Pep Guardiola lo tenía todo: talento, sincronización, cracks, a Messi, eficiencia, elegancia. Puro fútbol. Sin embargo, al entrenador lo inquietaba lo intangible de su rival: el gen argentino. Estudiantes era Verón y un ejército de futbolistas que memorizaron un libreto para intentar refrendar en cancha una parábola: que David derrotara a Goliat.
La receta de Guardiola para contrarrestar ese efecto fue, justamente, la aplicación de un anticuerpo argentino: le pidió a Gabriel Milito que completara la charla técnica.
El defensor, que no jugó aquella final del Mundial de Clubes de 2009, les explicó a sus compañeros el auténtico significado de jugar contra Estudiantes. Según el diario Sport de Barcelona, les dijo que “Estudiantes era un equipo que nunca se rendía, que tenía un gran orgullo y les habló de la personalidad de su entrenador, Alejandro Sabella”. El cierre de la nota del medio catalán alude al valor agregado que encarna el jugador argentino: “Los jugadores del Barcelona supieron, cuando levantaron la Copa, que el triunfo era también de Milito”.
Opuestos. San Lorenzo es aquel Estudiantes ante un Real Madrid todopoderoso. Tanto, que ayer Sergio Ramos pasó por encima la referencia de que el Papa es hincha de San Lorenzo: “El Real Madrid es el equipo de Dios, de todo el mundo y por eso tenemos que seguir dando victorias a los aficionados”. La pirotencia no es sólo verbal.
Para traducir en números la superioridad del equipo madridista alcanzan algunas señas. Los futbolistas del Real Madrid están valuados en 688 millones de euros, según establece el sitio transfermarkt.es. La misma fuente establece que el plantel de San Lorenzo se cotiza en 37 millones. El planeta apuestas también indica el desbalance: el Ciclón paga 20 por cada peso apostado. Más que un milagro.
Con ocho tiulares que pasaron por el fútbol de ascenso, San Lorenzo se aferra a ese plus que hasta le confieren los rivales. Iker Casillas le dijo el jueves al diario Marca: “Todos los rivales argentinos son difíciles”. El arquero mundilista comparte esa chapa con sus compañeros: de los titulares de hoy, ocho jugaron en la última Copa del Mundo.
La argentinidad. Si un jugador es representante del valor agregado del futbolista argentino, ese es Javier Mascherano. Capitán en los hechos de la Selección argentina en Brasil 2014, arengó al equipo antes de jugar contra Bélgica. Era el quinto partido, la muralla argentina desde el Mundial de 1990: “Se los digo a todos, estoy cansado de comer mierda, quiero felicidad para los que nos quieren y para todos. Salgamos a jugar el partido de nuestras vidas”. Mascherano apeló a lo invisible: la fibra.
También convenció a Romero: “Hoy te convertís en héroe”. Fue antes de que Argentina definiera su pase a la final contra Holanda en los penales. El arquero, que no es un especialista, atajó los remates de Vlaar y Sneijder.
Después de perder el último partido, Mascherano se plantó ante sus compañeros: “Lo que me hicieron vivir en estos 34 días me ha dado vida para seguir creyendo que se puede, que juntos somos una masa, y somos imparables. Lo hemos demostrado. Llegamos hasta acá desde muy abajo, con muchas falencias, y terminamos jugando una final contra Alemania, con opciones muy claras de poder ganarla”. Hablaba de la capacidad de superación.
A esos valores se aferra a San Lorenzo. Y su presidente, Matías Lammens: “Creo que los jugadores argentinos tienen un plus, algo especial. Hay varios entrenadores que te dicen eso, y no sólo técnicos argentinos. De afuera quieren tener jugadores argentinos porque se agrandan en la adversidad”. Se lo dijo al sitio oficial de la Liga española. Un lugar en el que se desconfía que un David de azul y rojo pueda destronar al Real Madrid.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.