Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Hay situaciones en la vida en las cuales experimentamos la fragilidad, tocamos el límite. A veces, ante sufrimientos propios o que asumimos como tales, alguien llega a balbucear «no doy más» o «no aguanto más». Y también sentimos –tal vez en esas circunstancias– que sacamos fuerzas no sabemos de dónde, para seguir adelante. Esa fuerza interior, y que viene de lo alto, es provocada por el Espíritu Santo. Él es fortaleza en la debilidad, consuelo en la tristeza, aliento en el desánimo, suave compañía en la amarga soledad. También el Espíritu nos trae la paz en el corazón, en la familia, en la sociedad… Es el Espíritu de la PAZ (con todas las letras en mayúsculas) que tanto anhelamos y buscamos. Hoy celebramos en toda la Iglesia la Fiesta de Pentecostés, a cincuenta días de la Pascua, la muerte y resurrección de Jesucristo. Él guía a la Iglesia con la luz y la fuerza del Espíritu Santo. Un himno antiguo lo llama «dulce huésped del alma»; es nuestro maestro interior. Permanece en nosotros desde el día del Bautismo. San Pablo afirma que «la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).
El Concilio Vaticano II en su Constitución Dogmática acerca de la Iglesia, nos enseña que «El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos. Guía la Iglesia a toda la verdad, la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos» (LG 4). Después de aquel primer Pentecostés los Apóstoles predicaron por todo el mundo conocido. El Espíritu Santo los alentó en la misión durante esos primeros pasos de la Iglesia. También hoy es el mismo Espíritu (no uno más diluido) quien nos anima a dar testimonio del amor de Dios con audacia. En su peregrinación por Tierra Santa, Francisco invitó a los presidentes de Israel y Palestina a rezar junto a él por la Paz. La cita será esta tarde. ¿Cómo pensás acompañarlos? Hay un camino seguro: la oración. Pongamos nuestro corazón a arder en deseos de Paz delante de Dios para que Él ablande a quienes son responsables de las naciones. Muchos, muchísimos, queremos la paz, la concordia, la justicia. Pero unos pocos algunos muy poderosos– quieren la violencia. Unos movidos por cuestiones ideológicas seudoespirituales, otros porque lucran y se llenan los bolsillos vendiendo armas.
Venzamos el mal haciendo el bien como nos enseña San Pablo (Rm. 12, 21). Por favor, rezá por la paz. Ayer fue el día del periodista, y el domingo pasado la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, cuyo lema fue: «Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro». Un saludo a los comunicadores y amigos periodistas que se dedican a mostrar la verdad, y promueven la amistad social. Este fin de semana se realiza en todas las Iglesias del país la colecta Nacional de Caritas. Con el lema «Compartir es amar. Pobreza cero. Seguimos apuntando alto» movilizamos el compromiso para con nuestros hermanos más pobres en quienes vemos y servimos al mismo Jesús. La colecta no es una organización social o filantrópica. Es un hecho espiritual y religioso que expresa nuestra devoción a Cristo presente en los hambrientos, los sedientos, los que sufren. (ver Mt. 25). Si no recibiste el sobre o no te es posible pasar por ninguna Parroquia o Capilla, podés colaborar también llamando al 0810 222 74827. No te quedes afuera. El mes de Junio tradicionalmente se dedica a promover nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que nos acerca al Dios hecho hombre en Jesucristo que nos ama hasta el fin. Una de las oraciones que solemos repetir nos alientan en la fe: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». Breve y hermosa oración, que en este mes podemos proponernos realizar con frecuencia.