Mientras casi todos los precios de la economía real suben y suben, hay uno que, por el contrario, no para de caer: es el valor del dólar blue que, a principios de esta semana, perforó el nivel simbólico de los de los $200.
Mientras casi todos los precios de la economía real suben y suben, hay uno que, por el contrario, no para de caer, paradójicamente. Es el valor del dólar blue que, a principios de esta semana, perforó el nivel simbólico de los de los $200, y que ya acumula un retroceso de casi $30 en poco más de dos meses.
Si medimos tu performance de 2022, el dólar paralelo registra un descenso de $12 o -5,8%, dado que terminó el año pasado en $208, y actualmente se ubica en los $196, a menos de $3 del solidario o ahorro que se puede conseguir en los homebanking. Es decir, perdió por goleada con la inflación acumulada en el primer trimestre, que se ubica en torno al 14/15%.
Ahora bien, ¿Qué hay detrás de esta pax cambiaria que ya cumplió dos meses, y que se presume podría extenderse, si no aparecen cisnes negros, por las próximas semanas, apuntando hacia mediados de año? Pero, además, ¿Puede seguir bajando el dólar blue? ¿Cuál es su piso?
En primer lugar, para entender por qué ha bajado el dólar paralelo en los últimos meses, hay que recordar cuánto había subido, en la antesala al anuncio de acuerdo con el FMI por la deuda a fines de enero de 2021. En momentos en los que muchos agentes del mercado especulaban con un inminente default de Argentina con el organismo internacional, el dólar informal llegó a marcar un techo nominal de $223,50 el 27 de enero pasado, en línea con la disparada del dólar contado con liqui, que en aquella jornada llegó a cruzar la barrera de los $230. A una suba desmedida, muchas veces le sigue una baja pronunciada, aunque al blue le ha costado mucho más que a los dólares financieros perforar los $200 (incluso amagan con ubicarse debajo de los $190).
Pero también hay, al menos, otros dos factores que explican la actual pax cambiaria: la suba de tasas por parte del Banco Central (el mes pasado llevó la de referencia al 44,5% TNA, casi 7 puntos porcentuales más que a fines de 2021) para intentar frenar las altas expectativas inflacionarias; y la buena liquidación de agrodólares, dada la disparada de los precios de los commodities, producto de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Este escenario, por un lado, ha incentivado a los inversores a apostar por los instrumentos y/o Fondos Comunes de Inversión (FCI) atados a la inflación (CER) o plazos fijos UVA, los grandes ganadores en el primer trimestre, ante el evidente salto general en los precios.
Por otro lado, ante el ajuste de la tasa por parte de la autoridad monetaria, los grandes inversores empezaron a demandar bonos atados a la tasa Badlar, mientras que, en el caso de los minoristas, se han volcado a renovar sus plazos fijos, ya sin mirar tanto al dólar.
“Con el acuerdo con el Fondo Monetario las cotizaciones financieras se han calmado, llegando a $190 y la diferencia de $12 con el blue en algún punto iba a tender a reducirse, porque el carry trade atraía a $7/8 por dólar, mientras que por el sector agentes compradores no se ve alta demanda”, describe a Ámbito el economista Federico Glustein.
Juan Pablo Albornoz, analista en Ecolatina, señala a este medio que básicamente «se disipó el fantasma del no acuerdo con el FMI y el escenario ultra-pesimista que el mercado cambiario llegó a barajar en la segunda quincena de enero». Para el analista, el dólar «es un termómetro, no siempre perfecto, de la economía argentina. Y acordar con el Fondo significó que ese termómetro no estalle por los aires».
Ahora bien, para Albornoz «la consecuencia de tener semejante brecha cambiaria (llegó a rozar el 113% en enero, hoy está en 75% con el dólar mayorista) no solo se debe a la desconfianza en el Gobierno, sino también a la gran masa de pesos que hay en la economía, resultado de las políticas económicas llevadas a cabo».
Pero desde comienzos de año, el Banco Central viene racionalizando su estrategia monetaria cambiaria. «Redujo la emisión para financiar al Tesoro en el primer trimestre al 0,21% del PIB (versus 0,36% del PIB en igual período del 2021), un porcentaje incluso menor al promedio de los primeros trimestres de la última década, excluyendo al 2020. Y aumentó las tasas de interés, algo que desalienta transitoriamente la demanda de dólares. Y aceleró el ritmo de depreciación del dólar oficial, atacando la brecha ´desde abajo´», añade el analista en Ecolatina.
Por su parte, Lorena Giorgio, economista jefe de Equilibra, recuerda a Ámbito que “la cotización del dólar informal está estrechamente vinculada a la de los dólares financieros, como el CCL y el MEP, en los cuales también estamos viendo una brecha en niveles mínimos de los últimos meses».
Para la especialista, estima que “la pax cambiaria, que se viene prolongando desde hace varias ruedas, se siga extendiendo también algunas ruedas más, en tanto que el carry trade siga siendo visto como una alternativa atractiva de inversión para los pesos”.
En concreto, explica que “estamos ante un escenario en el que el inversor apuesta por un bono CER, mientras se mantiene expectante a una aceleración marcada del crawling peg (devaluación progresiva y controlada por el BCRA) recién en la segunda mitad del año”.
En consecuencia, “todo esto lo que hace es canalizar los pesos excedentes del mercado hacia otros segmentos diferentes a lo que son el dólar informal y los mercados financieros”.
En ese sentido, Glustein remarca que “la inflación más alta de lo esperada y creciente traslada parte de las inversiones al CER y, con la suba de tasas, hay una leve migración hacia tasa fija, relajando las expectativas sobre el blue”.
Por otra parte, el factor estacionalidad que tiene lugar en estos meses, con el mayor ingreso de agrodólares en el año también aporta a la calma cambiaria. Más aun, si tenemos en cuenta que la liquidación de los agro exportadores fue récord para un primer trimestre.
Glustein considera que “los firmes ingresos del agro, registrando en marzo casi 3 mil millones de dólares”, contribuyen al actual período de pax cambiaria.
En tanto que, Albornoz sostiene que «el shock de commodities por la guerra en Ucrania juega a favor para el agro, pero muy en contra en materia de importaciones de energía. Sin embargo, en lo inmediato significó que, a iguales cantidades de soja y maíz, al país le entren más dólares por la suba en los precios. Otra historia será el riesgo relacionado al suministro de energía, pero recién va a pesar más en la balanza dentro de unos meses.