Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social Hace unos años, un sacerdote comenzó así su predicación: “Queridos hermanos, tengo que decirles, con vergüenza y dolor, que en esta semana que pasó lo desprecié a Jesús”. Todos en el Templo nos quedamos entre sorprendidos y preocupados. Hizo una pausa y continuó. “Le encargué a un hombre me pintara una puerta de la casa parroquial, y la dejó bastante mal.
Le pagué lo convenido, pero con enojo le dije que era un inútil, que no servía para nada. Esa noche soñé que Jesús tenía su rostro. Me dio mucha vergüenza haber despreciado a ese hombre trabajador y sencillo que quiere ganar el pan con el sudor de la frente. Lo llamé al otro día, y lo contacté con un feligrés de la Parroquia que es pintor de oficio para que le enseñara, y le di trabajo nuevamente para que pintara cuatro puertas más, que fueron quedando bastante mejor.” ¡Cuántos desprecios a Jesús! Cómo, sin darnos cuenta, nos dejamos llevar por los impulsos del momento y somos desatentos, groseros y hasta violentos, sin caer en la cuenta de la verdadera presencia de Jesús en los demás.
Corremos el riesgo de expresar nuestra devoción en un bello Cristo tallado en madera, pintado o en una estampita, y humillarlo en los ya humillados. En el Evangelio de San Mateo se nos regala la hermosa Parábola del Juicio Final, en la cual Jesús se identifica con los que sufren: “Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver” (Mt 25, 35-36). Y ante la pregunta de cuándo hicimos esto, la respuesta es “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 40). Ya el profeta Isaías siglos antes de Jesús, había enseñado de una manera clarita y hermosa: “Este es el ayuno que yo amo ──oráculo del Señor──: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne” (Is 58, 6-7).
Durante la Cuaresma el ayuno y las privaciones tienen una finalidad solidaria. Buscan restaurar la justicia y promover la ayuda a los más necesitados, para que aquello que logremos ahorrar se destine al bien de los pobres y abandonados. En nuestras Parroquias, Capillas, Comunidades Educativas estamos promoviendo un mismo gesto solidario, que nos ayude a estar cerca de los hermanos que la están peleando para salir de la droga. Francisco nos enseña que “la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor ‘visceral’ ” (MV 6). Buscando cómo hacer efectivo este llamado, desde el Consejo Pastoral y el Consejo Presbiteral de la Diócesis proponemos, como gesto de este Año Jubilar, recaudar dinero en todas las comunidades para una obra de misericordia concreta: construir una “casa amigable” de alojamiento para hermanos en proceso de recuperación por adicciones. El problema es de todos y la solución también.
“En cada uno de estos ‘más pequeños’ está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros los reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado.” (Francisco, MV 15) Nuestro Papa estuvo esta semana de visita en México. Allí se encontró con jóvenes y, entre otras cosas, les dijo: “Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte. Eso es mentira y lo decimos de la mano de Jesús. Es también de la mano de Jesús, de Jesucristo el Señor que podemos decir que es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza.
Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Son las ambiciones ajenas las que a ustedes los marginan, para usarlos en todas estas cosas que yo dije, que saben, y que terminan en la destrucción. Y el único que me puede tener bien fuerte de la mano es Jesucristo, Él hace que esta riqueza se transforme en esperanza». Es el mismo Francisco que nos sigue alentando para que no marginemos e incluyamos, con comprensión y “escuchaterapia”. Es necesario hacer el esfuerzo de acallar muchos ruidos que nos rodean y distraen. Es necesario escuchar el clamor de los pobres y hacernos cargo de la carne de Cristo que sufre en ellos. La “vida interior” no nos lleva a vivir protegidos y encerrados como caracoles, sino en salida al encuentro de los hermanos. La casa contará con 16 plazas que serán utilizadas por personas de todas las ciudades de nuestra Diócesis. El espacio permitirá recibir y hospedar por un tiempo breve a hermanos con problemáticas vinculadas al consumo de drogas, mientras se discierne su “pequeño plan”.
La casa amigable estará próxima al actual “centro barrial” del Hogar de Cristo Nazareth, que funciona en el Barrio Franco (Gualeguaychú). Para alentarnos en la solidaridad, al comenzar la Cuaresma se han entregado sobres donde cada familia podrá colocar el dinero que ahorre con las privaciones de estos 40 días, y entregarlo como ofrenda el Jueves Santo. En casa, en el aula, en el barrio, la creatividad irá orientando la generosidad, y tal vez reemplacen el sobre por una cajita que, colocada en un lugar visible, nos recuerde que hay hermanos que esperan nuestro aporte. Cómo nos amonesta con ternura la primera Carta de San Juan: “Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad”. (I Jn 3,18) En el sobre no va lo que sobra sino aquello de lo cual podamos privarnos para que otros tengan lo necesario. Todos nos maravillamos de la vida y la obra de la Beata Teresa de Calcuta. Acojamos también su enseñanza de “dar hasta que duela y, cuando duela, dar todavía más”. Que se note tu amor por Jesús en el hermano.