La Cooperativa Eléctrica de Concordia difundió un cuadro con la composición del consumo de energía en Concordia, con valores de mediados de 2021, con la actividad comercial e industrial ya repuestas tras el parate al que obligaron la pandemia y cuarentena en 2020.
“Al bajísimo consumo del sector industrial y comercial, se le contrapone un altísimo consumo de los entes estatales”, resalta el periodista Guillermo Pérez, director del diario Redes de Noticias, al desmenuzar la información. Aquí, su análisis:
Fuentes de la Cooperativa Eléctrica aclararon que el consumo de entes estatales, que incluye los tres niveles del Estado (Nación, Provincia y Municipalidad), incluye también al consumo por alumbrado público, que es el 8% del consumo total. Lo que deja al consumo estatal en torno del 10%, que sigue por encima del consumo industrial, que es del 9,83%.
En Concordia, del 18,22% informado que consumen los entes estatales solamente el 0,82% lo consumen las oficinas nacionales, el 1,87% las provinciales y el 15,53% las municipales, a lo que hay que restarle el 8% del alumbrado público, lo que deja un 7,53% del consumo explicado por la Municipalidad contra un 9,83% de las industrias: 2,3% apenas es la diferencia entre lo que consume la Municipalidad y “todas las industrias” de Concordia.
En este punto hay que volver a hacer varias aclaraciones, antes de entrar en las odiosas y muy útiles comparaciones.
El primer punto que van a denunciar quienes defienden el slogan de “Concordia pujante” es que la nave insignia del Parque Industrial de Concordia, la ex Masisa, no le compra la energía a la Cooperativa Eléctrica sino directamente en el mercado mayorista. Fuentes del sector aclararon que aunque se la agregue a la cuenta, no alcanza a mover ese indicador.
El otro punto, y que merece un informe dedicado exclusivamente, es que “el complejo industrial de Concordia” está conformado especialmente por los aserraderos, desperdigados por toda la geografía del departamento en muchos casos ex profeso fuera de cualquier radar que lo pueda incluir en una estadística. Un sector que ha hecho de la informalidad su garantía de supervivencia y que en muchos casos los medidores de luz ni siquiera están a nombre del usuario. Estamos hablando de un centenar de establecimientos entre Colonia Ayuí y la ruta 18. Las conexiones en la Cooperativa Eléctrica correspondientes al rubro no llegan a 50 y no todas están declaradas como Industrias.
Como contraparte, en el Parque Industrial de la ciudad, las conexiones declaradas son 20, entre las que hay que contar a Prosegur, que no tiene necesariamente una actividad industrial; la planta transmisora de la televisión pública y otras similares que no revisten característica industrial ni tienen personal al efecto. Las conexiones declaradas como industriales en toda el área de concesión de la Cooperativa Eléctrica, de acuerdo al criterio de la Secretaría de Industria de la provincia, son 91.
Odiosas y muy útiles comparaciones
El Balance Energético Nacional, revisando las planillas del 2019 para evitar la distorsión de la cuarentena en 2020, muestra que el consumo eléctrico a nivel nacional está liderado por el sector industrial (39%), seguido por el residencial (34%) y después el público y comercial con un 24%. El sector público ni siquiera está discriminado en las planillas que están a disposición.
Para amargarse un poco más con una comparación más cercana, la composición del consumo de Gualeguaychú es inversa a la de Concordia. Allí, la industria explica el 55% del consumo, las casas de familia el 25% y el comercio el restante 20%.
Del sueño industrialista a la realidad zafrera
Concordia debe ser uno de los peores remedos de la realidad argentina. Como en un salón de espejos deformes que devuelven diferentes imágenes, Concordia devuelve el reflejo más triste: el de lo que pudo ser y no fue.
Un enclave nacido como una necesidad económica por la dificultad de superar con las jangadas el Salto Grande, vio escurrirse una y otra vez la oportunidad de ser económicamente sobresaliente. Los vaivenes en el rumbo de la economía del país hirieron de muerte el sueño industrialista de Concordia.
La estratégica ubicación que entusiasmaba al Coronel Espino a recomendar su localización a comienzos del siglo 19, sirvió para que se convirtiera en punto de referencia para radicaciones de gran envergadura que le dieron un enorme impulso económico.
Llamada en su momento la capital económica de la Mesopotamia argentina, gozaba del privilegio de tener una altísima actividad independiente de la administración pública.
Así, la industria saladeril se convirtió desde las primeras décadas del siglo 20 en el frigorífico CAP Yuquerí; los hermanos Bovino plantaron aquí el centro de su Compañía Citrícola Argentina Bovino S.R.L., que luego se convertiría en el gigante Pindapoy y el ferrocarril Urquiza, incluso muchos años antes de su nacionalización, tenía en esta ciudad su cuartel general, por citar algunos de los ejemplos más significativos.
El puerto, hasta su declaración de «puerto sucio» en la década del 40 como consecuencia de la multiplicación de problemas de orden laboral, le daba vida a toda la zona sur de la ciudad y a las barracas, vacías hoy en su gran mayoría o redefinidas con escasa actividad.
El progreso de la ciudad parecía no tener techo lo que atraía a gentes de otros lugares a radicarse en Concordia y el comienzo de la construcción de la represa de Salto Grande sumó otro empujón al enorme impulso que traía.
Desde la mitad del siglo 20 para adelante, los concordienses podían elegir en qué trabajar. La única desocupación que había es la que se conoce como «friccional», cuando una persona deja un trabajo para buscar otro mejor, en la certeza de que lo conseguirá.
En 1975, Concordia tuvo un «pico» de desocupación del 6,2%, y durante el resto de la década el índice estuvo por debajo del 3,5%.
Para 1980, la desocupación era del 1,3%, aunque la estadística no muestra cuáles eran los niveles de actividad de la ciudad. Pero está claro que ese fue el punto de inflexión en la historia económica de la ciudad. Está claro también que no fue un solo factor sino la combinación de varios la que determinó el derrotero siguiente.
La globalización, la apertura comercial, la ineficiencia, los equívocos y la mala fe se unieron para desafiar aquel estado de cosas. El desafío le tocó a una sociedad dividida tras la restauración de la democracia y la respuesta no estuvo a la altura de las circunstancias.
La historia local tiene incontables citas sobre el desarrollo de la actividad citrícola, que crecía a la par del resto de la actividad económica que sostenía a la ciudad.
En mayo de 1985 se dejó de relevar la desocupación en Concordia, cuando el índice era de 13,6, un 8,6% superior a la medición anterior. Cuando se retomó la medición diez años después, en mayo de 1995, la tasa era del 16,6% y en la medición siguiente -en octubre- del 20,6%, al tope de la tabla nacional.
La respuesta a aquel desafío fue creer que con la cosecha se podía suplir toda la actividad anterior. Como no alcanzó vinieron los Planes de Emergencia Laboral y después llegó la panacea de la cosecha del arándano que hasta iba a permitir incorporar mujeres a la actividad laboral.
El cuadro siguiente muestra a una ciudad con la tasa de actividad entre las más bajas del país y, según las propias entidades representativas, un 70% de la población económicamente activa vinculada a la actividad zafrera. El dato de la tasa de actividad es alarmante. Un 36% de la población trabaja o pretende hacerlo: poco más de un tercio de la población trabaja o pretende hacerlo.
Es difícil cuantificar qué margen de maniobra tienen las autoridades provinciales y locales ante las dificultadas como las que vivió Concordia, pero ante el desafío de reinventarse, comunidad y dirigencia no supieron estar a la altura de las circunstancias.
Fuente: Diario Redes de Noticias