El jueves, en Minnesota, falleció uno de los artistas más disruptivos y revolucionarios que hayan dado el rock y el pop. Icono de los 80, su influencia fue mundial y se estirará en el tiempo más allá de su propia vida.
El momento en que los habitantes de este hermoso planeta recuerden y ejerzan de verdad la ley universal de Dios, amor para todos, ése será el momento en que se acabe el sufrimiento y la pena”.
Estas palabras pertenecían a Prince Rogers Nelson, Prince a secas, el artista que redefinió la música negra y el sonido de toda una generación. Como Los Bea-tles, los Stones, Michael Jackson o The Police, Prince fue uno de esos raros y contados artistas que ofrecen un producto tan original que generan un antes y un después de su aparición.
Prince fue un artista, un ícono de los 80, probablemente la década más creativa de la historia de la música moderna junto con los 60. Su aparición en la escena musical causó una fuerte conmoción por su imagen, ambigua e irreverente, y su música transgresora y experimental.
Después de sacar un par de discos entre 1978 y 1979, Prince arrancó la década prodigiosa con Dirty Mind, un álbum que llegó a nuestro país importado y que fue el disparador de la atención de la mayoría de nosotros hacia su propuesta artística. Particularmente porque la tapa lo mostraba con un viejo sacón del que asomaba un escueto slip. Traten de imaginarse esta imagen en la grandiosidad de una tapa de un álbum de vinilo. La música del disco era minimalista y poderosa, con letras cargadas de cruda sexualidad, una bofetada a la pacatería de la América blanca.
En 1982 Prince ya era un personaje de la música a tener en cuenta por todos aquellos que estaban atentos a las vanguardias. Y él no los decepcionó, su álbum 1999 no sólo fue su primer gran éxito comercial sino que dejó claro hacia dónde iba su música. Temas como Little Red Corvette llegaron a las radios y las discotecas locales, y ya se empezaba a hablar de los kilométricos shows de un artista salida de un lugar del que nunca antes habíamos escuchado hablar…Minneapolis. Resulta que de la América profunda venía la revolución de la música negra.
Después de unas giras de conciertos con su banda, que ya se hace llamar The Revolution, Prince filma una película y compone y graba la banda de sonido. Purple Rain, disco y película, fueron lanzados en 1984 y ya nada sería igual. Con récords de venta tanto en cine como en disquerías, tres premios Grammy y un Oscar por la banda de sonido, Prince conquistó el planeta. Sólo en los Estados Unidos Purple Rain vendió 15 millones de discos y convirtió esa canción en un clásico imperecedero.
Siguieron los discos, películas dirigidas por él de escasa calidad cinematográfica pero con tremendas bandas de sonido. El mago de Minneapolis cierra la década con dos grandes trabajos. En 1987 editó Sign’O’the Times, álbum doble de más de 80 minutos donde aborda el rock y el pop en todas sus variantes posibles. Las letras son lúcidas, crudas, hablando del sexo, el sida y todas las circunstancias del fin de época. Y un título que se instala definitivamente en los medios como frase total: “signo de los tiempos”. La despedida de los 80 sería la banda sonora del Batman de Tim Burton. Ver al Guasón Jack Nicholson repartiendo miles de dólares mientras la gente se arroja desesperada tratando de atraparlos, mientras de fondo suena el funk orgiástico de Prince es un placer inigualable.
Con nada más ni nada menos que esto, Prince definió una década y marcó estándares musicales que fueron una y otra vez recreados por todos los artistas que vinieron. Sin embargo, el éxito no lo estancó y lejos de entregarse a la somnolencia de la fama, siempre siguió experimentando y produciendo música.
También fue un rebelde y no tuvo miedo de enfrentar a la industria que lo había hecho rico y famoso pero que le exigía lo que no estaba dispuesto a entregar. Por eso litigó y hasta se cambió el nombre en su intensa y prolongada batalla.
Primero reemplazándolo con un símbolo y luego llevando grabada en su rostro la palabra “Slave” (esclavo) y también como El Artista conocido como Prince o simplemente El Artista.
“Cuando me llamaban Prince nadie me trataba como tal. El símbolo era una forma de evitar tener que firmar autógrafos y un truco para alejarme de mi ego. El Artista me gusta mucho: me siento en paz, feliz, lleno de amor y de vida. Toco treinta instrumentos, nunca echo de menos la inspiración, y no le temo a nada. El temor es ignorancia, y yo lo entiendo todo”.
La incógnita de su autobiografía
Quizás anticipándose a un inevitable final, Prince anunció que publicaría su autobiografía que se titularía The Beautiful Ones. Sin sorpresas al menos desde el título, correspondiente a un tema del mismo nombre compuesto por él e incluido en Purple Rain, el álbum de 1984 que lo llevó al éxito mundial. Según parece, el libro compila sus memorias de sus primeros años hasta la formidable actuación en el clásico show del entretiempo del Super Bowl de 2007. Según comunicó la editorial Random House, quien lanzará la obra, estará a la venta en 2017. En el comunicado de prensa describen el libro como “un viaje poético, nada convencional a través de la vida y el trabajo creativo de Prince –desde la familia que le educó y las personas, lugares e ideas que incendiaron su imaginación creativa hasta las historias detrás de la música que cambió el mundo–”. La pregunta que queda en el aire es, ¿estará terminado el libro? porque un año parece demasiado tiempo.