Miles de personas participaron ayer en Washington de una masiva marcha contra la injusticia racial y la brutalidad policial, la más grande realizada en la capital estadounidense desde que se desató la mayor ola de protestas en medio siglo tras el asesinato a manos de un policía blanco del afroamericano George Floyd, quien fue despedido por una multitud cerca de su ciudad natal en Carolina del Norte.
Al menos 200.000 manifestantes eran esperados por la tarde en las calles del centro de Washington, valladas por policías y vehículos militares, mientras que las convocatorias se replicaron en otras ciudades del país, como Nueva York, Chicago y Seattle, e incluso del extranjero, como Londres, París y Sydney.
La muerte de Floyd, ocurrida el 25 de mayo, causó una ola de indignación y protestas en Estados Unidos, luego de que un video mostrara que el afroamericano falleció mientras era arrestado en Minneapolis por el agente Derek Chauvin que lo redujo en el piso y le clavó la rodilla en el cuello durante casi nueve minutos pese a que gritaba que no podía respirar.
Aunque al principio episodios aislados de disturbios o saqueos en diversas ciudades empañaron las marchas mayoritariamente pacíficas y derivaron en el despliegue de la Guardia Nacional en algunos estados, las marchas de hoy marcaron el cuarto día de reclamos en las calles sin incidentes.
En la mañana, unas 15.000 personas provenientes de todo el país se acercaron a Raeford, una pueblo de apenas 5.000 habitantes en Carolina del Norte, para velar el cuerpo de Floyd, reportó la cadena ABC.
Una larga fila de gente, con pancartas y flores, se agolpó desde temprano frente a la iglesia bautista local, donde más tarde unos 125 allegados despedirían a Floyd en un funeral privado.
Todas las banderas de los edificios públicos de Carolina del Norte ondearon durante todo el día a media asta, en memoria de Floyd, oriundo de la vecina Fayetteville.
«Sin justicia no hay paz», «poder negro» y «George Floyd» fueron algunos de los cánticos entonados por los asistentes, entre ellos familias con niños y adolescentes, cuando llegó el coche fúnebre con el féretro.
«Podría haber sido yo, podría haber sido mi hermano, mi padre, cualquiera de mis amigos negros», dijo un mujer que acudió al homenaje, citada por la cadena USA TODAY.
Tras el velorio público, familiares y allegados participaron de un funeral privado, en el que intervinieron religiosos, parientes y miembros de la comunidad local.
La intimidad del servicio contrastó con las manifestaciones que se produjeron en diversas localidades del país para protestar contra la violencia policial hacia los afroamericanos y exigir reformas policiales y judiciales.