Los fiscales Lisandro Beherán y Martina Cedrés permanecieron durante más de cinco horas en la casa del reconocido abogado e historiador de Gualeguaychú, Gustavo Rivas. Se llevaron como prueba más de 100 videos en distintos formatos para ser peritados y digitalizados.
La denuncia contra el letrado no deja de causar conmoción en Gualeguaychú por el grado de las acusaciones contra uno de los personajes que siempre estuvo involucrado en los hechos sociales y culturales más relevantes de los últimos años.
A las 11 de la mañana, los fiscales llegaron al domicilio en Mitre 7 para realizar el allanamiento de rigor y buscar el material que sostuviera lo que se denunciaba a través de la revista Análisis.
Respecto al procedimiento, según da cuenta El Día, los fiscales dejaron la vivienda a las 17 de este jueves y ordenaron el secuestro de unos 100 videos almacenados en diferente formatos: VHS, Súper VHS, 8mm, además de material tecnológico como tablets, computadoras, discos rígidos, diskets, CD ROM, CD, una cámara Polaroid, un proyector y una cámara para filmar en Súper 8.
Todo el material secuestrado será remitido a Paraná para que sea revisado por los técnicos y todo el contenido sea digitalizado para soportes actuales.
La denuncia de Análisis
La revista Análisis, de Paraná, publicó ayer un informe sobre el reconocido abogado Gustavo Rivas. ” Los cálculos más moderados indican que, por lo menos, corrompió a más de 2.000 adolescentes de entre 15 y 16 años, entre 1970 y más allá del 2010″, relata la nota.
“Los abusos del doctor”, es el título de la tapa de la revista Análisis. Adentro, el reconocido periodista de investigación Daniel Enz -quien presentó hace pocas semanas El Clan, el libro en que denuncia los negociados durante la gestión Urribarri en la provincia- hace un exhaustivo relato de lo que denuncia como “graves abusos y corrupción de menores”.
Les pasaba videos pornográficos; los masturbaba; les practicaba sexo oral; se hacía penetrar o colocar elementos importantes en su ano, en encuentros semanales en su casa. Nunca nadie lo denunció ante la justicia, por temor al poder que sigue teniendo en la sociedad de Gualeguaychú. Por primera vez, Análisis cuenta en detalle las atrocidades cometidas por el abogado, después de casi un año y medio de investigación periodística.
Cada viernes o sábado se preparaba como nunca. Disfrutaba esas tardes, mirándose al espejo y engominándose el pelo. Había que ajustar todos los detalles para fotografiar o filmar a sus víctimas. Ya sea en su domicilio particular o bien en la vieja casona de Urquiza al Oeste, en Gualeguaychú, que ya no es de su propiedad. Ningún pormenor debía quedar al azar: la heladera tenía que estar llena de fiambres y quesos y no podían faltar bebidas. Con alcohol y sin alcohol. El proyector de 8 milímetros o el video de VHS -según la época- debía funcionar correctamente y las películas pornográficas compradas en Capital Federal tenían que renovarse cada semana. En esa misma Buenos Aires hacía revelar el material fílmico, para que nadie se entere en Gualeguaychú. Solamente había que cargar dinero a la billetera, subirse a su moderno vehículo y empezar a recorrer. Así comenzaría la caza. Como un lobo hambriento. Ese mismo ritual lo cumplimentó casi a rajatablas durante más de 40 años y a la vista de todos. Pocos desconocían en Gualeguaychú cuáles eran las preferencias del doctor.