Si bien durante algún tiempo su obra fue un secreto a voces en la Argentina, de un tiempo a la fecha se consiguen con facilidad novelas y cuentos de una de las mejores escritoras en lengua castellana. Una escritora que hizo de la huida una compleja y poderosísima literatura.
Para nadie es un secreto. Bemoles más bemoles menos, México sigue siendo un país en el que la justicia y la transparencia son dos ramas de la literatura fantástica, esa que de manera original y alucinante supo cultivar como nadie Elena Garro, una de las mejores escritoras latinoamericanas de todos los tiempos, y a no dudarlo, un personaje que ha sido defendido con la misma intensidad con la que ha sido defenestrado.
Y es que, a poco que se analice, las descripciones entre oníricas y fatalistas que pueblan sus libros siguen estando desoladoramente vigentes. El sentimiento permanente de persecución y paranoia, incubado en las entrañas de un estado represor y demoníaco, ha cambiado su cara, pero no sus métodos. México, como bien lo describió hace 23 años Mario Vargas Llosa en un célebre congreso –del que tuvo que salir huyendo– sigue siendo presa de la dictadura perfecta, un régimen autoritario y maquiavélico al que lo mejor que le sale, además de cooptar y mimar a sus artistas e intelectuales, es reprimir a la gente y enriquecer particulares.
El caso de Elena Garro es conflictivo y escabroso no sólo por la suculenta, aunque tristísima telenovela mexicana del siglo XX que estelarizó junto a su marido, Octavio Paz; una historia que como detalle encantador tuvo la gracia de implicar al galán porteño del siglo XX, Adolfo Bioy Casares, en una apasionada historia de cartas, viajes, ciudades rutilantes y consumados adulterios. Manuel Puig, siempre atento a la comedia, no la habría escrito mejor.
Sin embargo, ese mismo halo de culebrón que cobra su vida, además del entramado político del que no la exime ni su delicado equilibrio mental, ni la inquina de los enemigos que supo construirse así como tampoco sus decisiones conscientes –está comprobado que trabajó como espía durante parte del sexenio de López Mateos y también en el de Díaz Ordaz– son las que la ubican en lugar conflictivo, toda vez que en México nada es lo que parece y a poco que se escarbe medio mundo termina enfangado.
La leyenda negra es cierta. Fue espía pero también fue espiada. Fue infiel pero también corneada. Y por lo que puede colegirse de libros como Testimonios sobre Elena Garro de Patricia Rosas y Uncivil Wars. Elena Garro, Octavio Paz and the battle for cultural Memory de Sandra Messinger, Garro padeció en Paz al prototipo del macho mexicano: para joder a una dama da casi lo mismo ser astronauta que carnicero. Paz, quien pensaba que la mujer debía ser “el reposo del guerrero”, la llevó a casarse a escondidas y la hostigaba de manera permanente. Empero, no deben comprarse pleitos ajenos. Leyendo las cartas de juventud que le envía el poeta a la muchacha, y que son testimonios de una sensibilidad desaforada, es posible tocar el corazón de un hombre de 21 años. El poeta no fue bien correspondido y la mujer resultó una majadera.
La novela Y Matarazo no llamó da cuenta de uno de los instantes más soterrados de México y también uno de los más turbios: la guerra sucia, un episodio que comprendió desde finales de la década de los sesenta y hasta finales de la década de los setenta, y que a diferencia de lo que sucedió en otros países sudamericanos, se trató de una guerra selectiva bajo la cobertura de una prensa sometida. Hasta hoy, los pormenores de esa infamia orquestada desde el estado siguen siendo desconocidos por el grueso de la población, sin que nadie haya sido condenado nunca por esos crímenes de guerra. Ni se sepa con precisión el nombre y el número de muertos.
En la novela de Garro se dan cita lo histórico y lo personal, de ahí que se trate de una novela política que devela no sólo el entorno opresivo de un hombre atribulado, luego de una tortura psicológica por parte de la policía secreta. Para tristeza de todos los mexicanos esta representación sigue siendo un hecho constante en buena parte del país. Hace más de 80 años Graham Green, en un libro que es un canto a la infamia, consideró que el país era un territorio sin ley. Y tuvo razón.
El ritmo de la prosa de Garro es naturalísimo, exacto como quien platica una historia sucedido en otro tiempo. El entorno paranoico es desquiciante. Alguien se siente perseguido y observado, próximo a sucumbir, y aunque uno no quiera desterrar la esperanza sabe que en un país gobernado por priístas el final es siempre el mismo: o te chingas o te jodes.
El argumento de la novela es una vigencia pavorosa: un gremio se manifiesta y el gobierno lo reprime, como ha sucedido siempre en la historia de México, llámense obreros, estudiantes o maestros.
Ahora, que México hace agua por todos lados, luego de un sexenio de terror, la única certeza posible es que nadie ha llamado todavía. Ni llamará jamás.