Frente a la Escuela 44 se realizaba una fumigación terrestre sin haber sido avisado con la anterioridad que establece la normativa vigente y con un fuerte viento en dirección al establecimiento. La directora encerró a los chicos en el establecimiento y llamó a la policía.
El día jueves, alrededor de las 13:00, al ingresar a clases la docente y los niños de la escuela N°44 República Argentina, ubicada en la zona rural de Santa Anita, advirtieron con preocupación que se estaba realizando una fumigación terrestre en el lote frente a la escuela. El trabajo se realizaba sin haber sido avisado con la anterioridad que establece la normativa vigente y con un fuerte viento en dirección al establecimiento. Inmediatamente la directora de la escuela procedió a resguardar los niños dentro del edificio y dar aviso a la policía y a las autoridades locales.
Haciéndose rápidamente presente el intendente de Santa Anita Horacio Amavet, logrando detener el irregular procedimiento. Destacamos que la ordenanza de la localidad establece la prohibición de fumigar a menos de 1000 (MIL) metros de las escuelas, por lo que se esperaba hoy realizar una denuncia municipal. Es oportuno recordar que el año pasado, en fecha 4 de Diciembre, la comunidad de esta escuela sufrió un episodio de fumigación aérea que produjo intoxicaciones agudas en la docente y los niños. El hecho fue denunciado en Fiscalía de Concepción del Uruguay, Unidad Fiscal Nº 4, actualmente a cargo de la doctora Melisa Ríos sin conocerse novedades de trascendencia hasta el momento
Glifosato en el agua
Por otra parte, la directora de la escuela Nº42 «Paso a Paso» de Almada, en Pehuajó Norte (departamento Gualeguaychú), recibió los estudios que confirman la presencia de glifosato en el agua del pozo, un mosquito fumigaba a menos de 100 metros del establecimiento. María Cristina De Zan es la directora de la escuela. Hace 24 años que trabaja allí y explicó que «desde que comenzó la siembra directa iniciaron la fumigación». Pero reconoció que en ese momento no se hablaba de las terribles consecuencias para la salud de tal actividad. «No había protocolo alguno que indique cómo actuar. Es decir, nosotros dábamos clases mientras el mosquito giraba alrededor de la escuela. Tragábamos el veneno, porque le sentíamos el gusto amargo, sin saber lo que realmente lo que eso significaba», lamentó.
No obstante ello, la docente notó que algo pasaba en el rendimiento de los niños. «Tengo una estadística que fui armando en base a cómo fue disminuyendo el rendimiento de los chicos. Además comenzaron a aparecer muchos problemas renales, pero desconocíamos las causas, por lo que nunca tomamos ninguna medida», reconoció. Según el diario El Día, el pozo de la escuela, única fuente de agua al alcance de alumnos y docentes, es uno de los más profundos de la zona con 52 metros. «Hace un tiempo, yo estaba de licencia y mi suplente, Rosana Benítez, envió la muestra a Obras Sanitarias y algo dio mal. Entonces tomó intervención Noelia Indart, directora de Ambiente y las muestras fueron derivadas a Santa Fe», relató De Zan.