Por Juan M. Herbella | La historia del futbolista que sufrió miocarditis y volvió -con un desfribilador- luego de quince meses.
Juan Manuel Herbella
Era el partido inaugural de la temporada de la tercera división del fútbol alemán, entre el Stuttgarter Kickers y Rot-Weiß Erfurt. Los equipos no se sacaban ventaja y para el atacante del Kickers, Daniel Engelbrecht, este era su torneo para el despegue definitivo. Había sido prestado por el Bochum en el semestre pasado y ahora le habían confirmado su continuidad en el club. Al iniciarse la jugada, se desmarca del defensor corriendo hacia el lateral. En la platea, los espectadores, observan su carrera diagonal en busca de un mejor espacio para atacar.
La marcha de Engelbrecht cambia de repente. Se observa cierta debilidad en sus rodillas. Trastabilla, como un boxeador que recibe un golpe de knock out pero aún continúa en pie. Por unos segundos está conciente, pero parece no estarlo: simplemente mueve las piernas. Da un par de pasos, busca seguir el partido, antes de caer torpemente. La cabeza choca contra el pasto y rueda sobre su espalda. Forcejea oponiéndose a la situación, intenta sentarse agarrándose el pecho. Su brazo derecho está extendido, la palma hacia arriba. Jugadores de ambos equipos corren hacia él.
Las imágenes son impactantes. El público y los protagonistas quedan en estado de shock. El juego se detiene por diez minutos para que el jugador sea atendido. A tal punto llega el estupor general que, al reiniciar el partido, esos mismos futbolistas que no habían podido hacerse un gol en ochenta y cinco minutos, se hicieron dos en los cinco restantes: uno por lado. Mientras tanto Engelbrecht, en el hospital, comenzaba una nueva vida.
A partir de ese día, la vida de Daniel Engelbrecht cambió por completo. Luego de los primeros exámenes, los especialistas le comunicaron que tenía una miocarditis (una inflamación de músculo del corazón) de causa indefinida. Se necesitaban más estudios y nadie le garantizaba que pudiese seguir jugando. Era el adiós a su sueño de llegar a la Bundesliga.
Pese a que los médicos le aconsejaron no jugar al fútbol profesionalmente, Engelbrecht decidió volver. “A menudo he luchado contra la muerte, así que nadie se esperaba que pudiera volver a jugar. Este es el mejor día de mi vida”, dijo en una entrevista a la cadena Sky Sports luego del regreso simbólico, jugando los últimos tres minutos, justamente frente al Rot-Weiß Erfurt. “Fue un momento indescriptible. Tengo la suerte de estar vivo, otros en mi situación han muerto”.
Luego de quince meses de incertidumbre (desde 10/8/13 hasta 22/11/14) y con cuatro operaciones de por medio, Daniel regresó a las canchas para hacer historia, convirtiéndose en el primer futbolista profesional alemán, en retornar a la actividad con un desfibrilador implantado en su pecho. Al partido siguiente, contra el Wehen Wiesbadense, se volvió un héroe al convertir sobre la hora, para darle la victoria a su equipo (2 a 1). Previo al receso invernal, jugó entre quince y veinte minutos en los últimos dos partidos, ante Jahn Regensburg y Sonnenhof Grossaspac.
Aunque parezca extraño, Daniel Engelbrecht no es el pionero en jugar con un cardiodesfibrilador implantado. El privilegio lo ostenta el defensor belga Anthony Van Loo. En 2009, un año después de la colocación, durante un juego definitorio entre su equipo (Roulers) y el Antwerp, sufrió una arritmia cardíaca pero el desfibrilador se activó automáticamente y le devolvió el ritmo a su corazón. Hoy, Anthony, sigue jugando (en el Kortrijkla) en la primera división de Bélgica.
Luego del receso por las fiestas y de la pretemporada en Tenerife, donde en un amistoso se despachó con un triplete (ante UD Guarcacho), Daniel se prepara para su nuevo desafío. La cicatriz púrpura de cinco centímetros en el lado izquierdo de su pecho, le recuerda constantemente la presencia. El contacto con el bulto cuadrado bajo la piel, del ancho de un paquete de cigarrillos, es lo más cercano que está de tocar a su “Ángel de la Guarda”. Un pequeño alambre se extiende desde ahí hasta su corazón, siendo invisible al ojo. Si el dispositivo detecta que está en peligro, el implante puede llegar a descargar hasta 800 voltios: más del triple de una “patada” en el toma corriente. “Estoy en torno al 65 por ciento. Todavía estoy usando medicamentos. Ya cumplí un año con el desfibrilador (18/12/13). Ahora me propongo jugar un partido completo”.
El Stuttgarter Kickers marcha tercero en el campeonato y, de terminar en ese lugar, ascendería a Bundesliga 2. El domingo reinicia el torneo y enfrenta al Mainz 05, en el Stadion am Bruchweg (Mainz). Daniel estará presente.