Por Gonzalo Bonadeo. Tras la derrota en el dobles, la Argentina no tiene margen de error si quiere permanecer en el Grupo Mundial.
Gonzalo Bonadeo
Andy Ram nació en Uruguay pero jugó toda su vida al tenis por Israel. Intentó en singles: apenas ganó cuatro de 17 partidos a nivel de la ATP. Después de explicarle a su público que, durante muchos años, su familia no era mucho más que una voz del otro lado del teléfono, anunció que era tiempo de retirarse. Con apenas 34 años y muchos éxitos como doblista –un abierto de Australia entre sus 19 títulos de dobles de varones, y un Wimbledon y un Roland Garros en dobles mixtos–, Ram advirtió que este repechaje ante la Argentina sería el partido del adiós. En algún momento se especuló con su ausencia, ya que el match no se jugaría en su país. Error. No sólo Ram vino a Sunrise sino que dio una maravillosa y emotiva muestra de épica, calidad y ganas de trascender.
El jueves, durante una muy entretenida charla que tuvimos para la tele con él y con su eterno compañero, Jonathan Erlich –nacido en Belgrano pero radicado en Israel de chiquito–, surgió la insinuación de que le tocara sacar para ganar el partido. Es decir, que él mismo fuese el responsable de terminar el último partido de su carrera. Y así fue. Lo que ninguno imaginó fue cómo sería.
El de ayer fue un dobles indescifrable, donde el juego clásico siempre estuvo del lado de los “locales” pero donde jamás dio la sensación de haber un control sobre el partido. La Argentina siempre vino de atrás: perdió el primer set, ganó el segundo, perdió el tercero y ganó el cuarto. Además, cada vez que una pareja se puso en ventaja, ganó el parcial.
En la columna de ayer, sugerí una cuestión de trayectoria y de jerarquía en beneficio de los israelíes. Si desmenuzáramos el partido en la performance de cada jugador –ejercicio engañoso ya que muchas veces uno es consecuencia, a favor o en contra, de lo que hace el compañero–, podríamos advertir un error en aquel prejuicio. Aun con un comienzo negativo, Delbonis fue el jugador de mejor rendimiento de punta a punta. Fue el único que no perdió el saque y el que se superó pese a ser el de menores virtudes para jugar esta especialidad. Si sirviera de algo –y le importara a alguien–, me gustaría pedir disculpas por no haber confiado en cómo podía jugar Federico el partido de ayer.
Como contracara, Zeballos fue el más flojo de los cuatro. Con apenas destellos de aquel jugador que fue capaz hasta de sobrellevar malos momentos de Nalbandian en alguna Davis pasada, el marplatense se pareció mucho a aquel que no ayudó lo suficiente al buen partido que Schwank jugó ante los italianos en Mar del Plata. Nadie juega mal adrede. Eso está claro. Pero el de ayer fue un encuentro desconcertante de Horacio. Tanto que no sólo se trató de malas ejecuciones sino de tomas de decisiones que parecieron prescindir de una lectura de ciertos momentos sensibles del juego. En todo caso, no se le entra duro a quien no tenga con qué.
¿Y dónde quedan los israelíes en el desglose? Para empezar, salvo en el cuarto set, fueron casi siempre una pareja. Erlich se movía con más firmeza en sus games de saque. Pero cuando Delbonis lo enloqueció sacándole pesado a la derecha, fue Ram el que se hizo cargo de mantener el partido adelante. En realidad, me cuesta detenerme en los tramos previos a la definición. Tan inverosímil y dramática que todo lo anterior pareció banal.
Por cierto, la Argentina quedó demasiado cerca del descenso. Casi que todo se juega a un partido, el de Mayer y Sela. Si se diese el triunfo del correntino, suena improbable que Berlocq –o el mismo Delbonis si fuese el caso– perdiesen con el 800 del mundo que le queda a mano a Israel.
El asunto es cómo hará Leo para sacarse las malas sensaciones del viernes y jugar durante no menos de tres horas sin la angustia de lo que significaría una derrota que deje su nombre vinculado con la pérdida de categoría de una de las grandes potencias de la Davis de la última década. Es jugar contra un muy buen tenista como Sela. Y contra la circunstancia. Da la sensación de que Mayer, aun ubicado en un excelente 25º puesto del ranking, sigue siendo susceptible a este tipo de embudo emocional. Tiene tenis para ganarle a Sela. Pero depende demasiado de que su cabeza piense exclusivamente en la estrategia y los golpes y absorba los inevitables contratiempos que tiene este juego. Sela es, en todo caso, el favorito.
Pero no se llegó a este atolladero porque sí. Ya en la previa de Italia advertimos sobre una serie complicada que podía dejarnos ante un escenario sin precedentes desde principios de 2000. Ojalá Mayer pueda hacer lo suyo, y pensar en Ecuador, Dominicana o Barbados sea para otros. Mientras tanto, el mencionado desenlace del dobles de ayer pareció un mensaje del destino. Un mal mensaje, quiero decir.
Con la ventaja de haber quebrado por quinta vez el saque de Zeballos, los israelíes fueron a la silla 5 a 2 arriba en el último set. Pidieron atención médica para Ram. Problemas musculares en la pierna izquierda. Pareció mitad molestia mitad tomar aire e impulso para el momento decisivo.
Delbonis, una vez más, mantuvo su saque pese a soportar un par de match-points. De inmediato, la epopeya soñada. Ram al saque intentando jugar el último game de su vida. Primer saque a 115 kilómetros por hora. Un saque que le criticábamos a Gaby Sabatini le alcanza al dobles de Israel; 15-0; 30-0 con otra pelota empujada del otro lado. Erlich se agiganta y parece Tim Howard en el Mundial de Brasil. Los argentinos parecen darse cuenta de que Ram no puede moverse.
Israel ya no juega un dobles. Ni siquiera un singles. Tanta cancha libre queda que los argentinos tienen para elegir. Y consiguen dos break-points. Y los pierden así como salvan algún otro match-point. Da la impresión de que, después de ese game, no hay más Ram. Sin embargo, Erlich ataja en la red. Con las cuerdas. Con el marco. Con el codo. Y enmarañados entre la tensión del momento y un día demasiado inestable, parece no haber forma de esquivar la volea del argentino-israelí. Hay atrape: las repeticiones muestran metros de cancha libre, pero varias pelotas van al medio de la cancha y a media altura. Territorio de Erlich.
Ventaja Israel. Saca Ram. Saca a esa velocidad que usan los profesionales cuando en el ATP de Buenos Aires invitan a la cancha a pelotear con el famoso a un hincha en jeans y zapatos náuticos. Sólo falta Sebastián Wainraich animando el momento. Game, set y match. Incalificable derrota. Ni siquiera saca la mufa la emocionante imagen de Ram, el muchacho nacido en Montevideo que todavía debe estar llorando la emoción del retiro perfecto.
Si hoy nos tocara descender, las imágenes de la tarde de ayer en el Sunrise Tennis Club deberían ser parte de la videoteca de nuestras academias. Y si no, también.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.