Paraná – Hay un viejo refrán que dice que «El vivo vive del zonzo, y éste de su trabajo», pero más que zonzo, Rubén D’ Acosta pudo haber tenido muy buenas intenciones para con un hombre que le
confesó que quería trabajar, y que su situación era tan extrema que estaba pasando hambre. Aunque posiblemente, también analizara que podía contar con algo de mano de obra barata.
Lo cierto fue que en un marco de irregularidad total, Rubén puso su vehículo habilitado como taxi en la ciudad de Paraná en manos de un desconocido.Como corolario, el peón le llevó el auto en el turno noche y nunca más volvió. Acosta contó que al auto, un Fiat Uno, «lo tenía como una ayuda de mi sueldo, porque soy jubilado, gano poco y tengo una hija a cargo», explicó.