Con los goles a otra parte

Con los goles a otra parte El caso Bou ilustra a una raza: la de los que fueron el desecho de un club y explotaron al ratito. Con los goles a otra parte

Que acá no. Que allá sí. Que un muerto acá. Que la figura allá. El ying y el ying en una misma carrera.
Si alguna vez Menotti le dijo que no a un jovencísimo Ronaldo, que intentaba pasar de Cruzeiro a Boca, y después fue el Fenómeno, deberían aflorar los perdones para los clubes o entrenadores que no confiaron en un futbolista que luego triunfó con otra camiseta.
Como una chica con acné que fue dejada por su novio y con los años se convirtió en la más linda del barrio, el fútbol argentino tiene sus casos. El más reciente es el de Gustavo Bou. Dejado libre por River, pasó de la intrascendencia en Gimnasia (había llegado a préstamo del club de Núñez) a ser el goleador del campeón, Racing. Un paso exprés de la nada al todo.
Igual que Leonardo Ulloa, descartado por San Lorenzo en 2007 y que ayer convirtió un gol de taco para el Leicester, en la Premier League. Dos casos paradigmáticos de un mundo que se dio vuelta como
una taba.

El gran salto. Bou era el jugador de la duda. El vuelto del empresario Christian Bragarnik, que ya había acercado a Racing a otro de sus representados: el entrenador, Diego Cocca. Mirado con desconfianza por los hinchas, Bou quedó escondido en las sombras del banco de suplentes. Hasta que, en la octava fecha, le marcó un gol a Newell’s. Y enseguida dos a Boca, en un minipartido después de la lluvia. Y siguió su racha: dos a Belgrano, dos a Estudiantes, uno a Vélez, uno a Banfield y uno a Quilmes. En la última fecha la tribuna lo entronizó: gritó “Bou, Bou, Bou”. Tan repetidamente que el coro parecía un ladrido unificado. Por eso el goleador agradeció, aunque se permitió una sugerencia: “Si me dicen Pantera sonaría mejor”. Bou, la Pantera, ya tiene una hinchada que lo quiera.
Racing hizo uso de la opción y le extendió su contrato hasta el 31 de diciembre de 2018.

Del no al yes. Cuando se fue de la CAI de Comodoro Rivadavia a Buenos Aires, Ulloa tenía dos ofertas: jugar en San Lorenzo o Racing. Pesó el sentimiento de su abuelo José Omar, hincha del Ciclón. Sin embargo, la letanía de técnicos no hizo otra cosa que mantenerlo siempre como plan B; tuvo a Bambino Veira, Alfaro, Ruggeri, Batista, Ramón Díaz y al interino Gabriel Rodríguez. Hasta que llegó Russo y se terminó la agonía: le dijo que no lo iba a tener en cuenta.
Aquella sentencia lo convirtió en un futbolista itinerante. Se fue a Arsenal, de ahí a Bahía Blanca para jugar en Olimpo y después más lejos, para escaparle a la desgracia. En España jugó en el Castellón, de Segunda división, y en el Almería, ya en la Liga.
En Inglaterra también empezó desde el ascenso. Del Brighton pasó al Leicester, equipo que compró su pase apenas ascendió a la Premier League en diez millones de euros. En lo que va de la temporada, Ulloa ya anotó siete goles. Una marca nada despreciable; el goleador del torneo es Kun Agüero, del poderoso Manchester City, con 14 tantos.

De arco a arco. Lucas Pratto hizo once goles, una cifra sólo alcanzada por Maxi Rodríguez y Silvio Romero, los otros goleadores del último campeonato de Primera división. El delantero de Vélez sedujo a Atlético Mineiro, que acaba de pagar por su pase cinco millones de dólares. Un monto imposible para Boca, que lo quiso. Hubiese sido el colmo. Pratto, que en 2006 había llegado de Cambaceres por recomendación de Palermo, se consagró en la Quinta del club Xeneize. Sin embargo, sin lugar en el plantel de Primera, se hizo un trotamundos: tuvo que jugar en el Lyn de Noruega, la Universidad Católica de Chile y el Genoa de Italia.
La redención también le llegó a Sebastián Torrico, aquel desecho de Godoy Cruz que este año fue campeón de América con San Lorenzo. Y que hace una semana, se dio otro lujo: sobrevivir noventa minutos a Cristiano y Benzema, que no pudieron hacerle un gol.