Cuando el Ciclón estuvo en la B jugaba de local en Liniers; la amistad se quebró y ahora ya ni pueden jugar con las dos hinchadas en la cancha.
Cinco días. Miguel atendió el teléfono y la voz de su madre se filtró como una daga. Hacía una hora y media que San Lorenzo había empatado 0 a 0 contra Estudiantes; hacía una hora y media de duelo. Sin vuelta olímpica, uno de los socios refundadores del Ciclón puso el límite.
—Si me llamás para cargar, te corto.
Después de las risas de la madre, los cinco días. El silencio atroz de un hincha que se niega a considerar a Vélez enemigo público. Un hincha que es el socio 115.692 pero que dice ser uno cualquiera de San Lorenzo. El clásico inventado, asegura, se juega de un sólo lado; el lado Liniers de la vida. Ahí vivió Miguel. De ahí es Ana, su madre, socia del Fortín y, desde hace dos semanas, la rival de su hijo. O quizás lo sea desde hace más tiempo. Acaso Raúl Gámez, entonces presidente de Vélez, reveló el plan en un programa partidario de San Lorenzo: “Estábamos buscando un clásico”. Gámez se justificaba por aquella iniciativa llevaba a cabo el 12 de marzo de 2005, cuando desde la dirigencia se decidió que los jugadores mostraran las copas obtenidas antes del partido que Vélez le ganó 2 a 0 a San Lorenzo. El desfile por el campo de juego también pasó por delante de la tribuna de San Lorenzo, que padeció la ostentación: Roberto Pompei, confeso hincha de Huracán, les mostraba la Copa Libertadores. Para muchos, en el fútbol argentino sin ese título no hay paraíso. En efecto, San Lorenzo es el único equipo grande de estas tierras que no cuenta con esa chapa de la que se sirve Vélez para apuntarlo como “el” rival.
Miguel sabe de la carga simbólica de ese llamado. Considera que Vélez es un impostor. El clásico es Huracán y en ese ránking que los hinchas establecen para distanciarse de los rivales, marcan en segundo lugar a Boca; nunca al equipo contra el que tendrán que buscar mañana su undécima vuelta olímpica a nivel local. Ana también lo intuye. Pero llama por teléfono y lo envuelve en la placenta de un partido caliente. Cinco días sin hablarse. El tiempo de duelo, de espera, de parto, de broncas, de silencio. La previa de un cruce que ahora, encima, define un campeonato.
Un click. La caída al abismo de San Lorenzo acabó en una especie de refundación. Golpeado por el descenso de 1981, el Ciclón se reinventó en la B arrastrado por un fenómeno de masas: de aquella campaña de 1982 se recuerda su paso ganador con jugadores de la talla de Jorge Rinaldi, Rubén Insúa, Blas Giunta y Leonardo Madelón. Pero la foto repetida es la de sus hinchas llenando las canchas. Y la postal, el estadio de Vélez. A falta de casa propia, San Lorenzo hizo de Liniers su Boedo.
Fue su único torneo de local en Vélez. Por entonces, el presidente Ricardo Petracca decidió no alquilarle más el estadio a San Lorenzo. Y nació el mito: los de Boedo se convencieron de que los chicos de Liniers y alrededores se hacían de San Lorenzo, contagiados por el fervor de las masas. Del lado de Vélez lo niegan categóricamente.
En esos años Miguel era socio de Vélez, pero no es un caso de reconversión. Su padre era hincha de San Lorenzo y desde bien chico decidió tomar ese legado. “Conozco el barrio, siempre viví en Villa Luro”, señala. Y marca las diferencias entre qué se siente de cada lado, por lo que dicen y no dicen las paredes. La patria del grafitti indica que en Liniers las pintadas son contra San Lorenzo. Por Boedo, el aerosol se olvidó de Vélez. “Lo mismo pasa con las canciones”, dice Miguel. “Ellos de diez canciones nos nombran en diez y media. Nosotros, en ninguna”.
La rivalidad llegó tan lejos que hubo que negociar las condiciones para el partido de mañana. En la cancha que San Lorenzo llenaba en 1982 no habrá hinchas del Ciclón; sólo socios de Vélez. Y en caso de que el equipo que será el más visitante del mundo sea campeón, ni siquiera tendrá vuelta olímpica. El Comité de Seguridad decidió que los jugadores de San Lorenzo festejen contra su tribuna, en la que habrá un puñado de dirigentes.
Para custodiar un partido con una sola hinchada, Vélez tendrá que pagar 480 mil pesos, que incluye el gasto de 700 policías y 120 personas de seguridad privada.
Gámez reconoce que se les fue la mano con aquella muestra de trofeos. “Yo pensé que era algo de folklore para generar un poco más de pica y una competencia con ese clásico que estábamos buscando”, le dijo al programa radial Hablemos de San Lorenzo.
Jorge es socio de San Lorenzo, vive en Villa Luro, tiene 63 años, y le cuesta creer cómo el partido tranquilo se convirtió en una olla a presión. Cuenta que llegó a gritar goles de San Lorenzo en la platea de Vélez, cuando el rival era justamente Vélez. Y que no pasaba nada. Y que sus amigos del barrio son de Vélez, dice, y que antes podía ir con ellos a la cancha. Ese pasado resulta imposible en este presente. Los últimos partidos fueron con una sola parcialidad o a puertas cerradas.
Como Miguel, Jorge también fue socio de Vélez cuando era chico. El club que conoció desde adentro hoy es el escenario de un nombre que no pasa el derecho de admisión: San Lorenzo.
Julio Baldomar, vicepresidente de Vélez, aboga por que no pase nada raro. “Tomamos todas las medidas para que no haya desbordes”, asegura. Aquel partido inofensivo dejó de serlo hace rato. Ya pasaron más de cinco días. Mucho más de cinco días.
El estadio sería habilitado hoy
El estadio José Amalfitani será inspeccionado nuevamente hoy por los organismos de seguridad y allí se definirá si está en condiciones de recibir público para el partido de mañana ante San Lorenzo. El vicepresidente segundo de Vélez, Julio Baldomar, aseguró que la cancha estará habilitada.
“Estamos molestos porque este partido parece que será una guerra. Tiene que ser una fiesta”, expresó el dirigente en radio La Red.
El directivo informó que debido al show que brindó Stevie Wonder el jueves en el estadio, todavía están poniendo en condiciones al estadio y que los organismos se seguridad le pidieron “habilitar la puerta 2 y quitar materiales del recitales”.
“Mañana (por hoy), a las seis de la tarde se hará una nueva inspección y no habrá ningún problema con la habilitación”, agregó el vicepresidente.
Darío Ruiz, Encargado de Seguridad, dijo que si Vélez no cumple con los requisitos, el partido se jugará sin público. “Vélez tiene tiempo hasta mañana para poner el estadio en condiciones y que el partido se juegue. Si el partido no se juegan, tendrán que poner la cara los dirigentes locales”, comentó el funcionario gubernamental, también en La Red.