Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Esta mañana el sol salía sobre el Río de la Plata y lo podía ver desde la autopista. La luna en cuarto menguante como resistiéndose a dejarse ganar por el día, era apenas cubierta por algunas nubes. Estoy regresando temprano a Gualeguaychú. Mientras manejaba veía a los ocasionales compañeros de camino que iban en sus vehículos y pensaba «tengo que cambiar el auto», y al mirar a otros me daba cuenta de que no era tan necesario reemplazar el que estoy conduciendo ahora. Los carteles de los costados me ofrecen cosas que no necesito o me invitan a placeres a los cuales he renunciado. En una parte hay hombres que se ocultan tras los árboles, jóvenes que emprenden su camino para el trabajo, para el estudio ó algún otro destino buscando renovarse en la vida. Y voy rezando… «crece la luz bajo tu hermosa mano, Padre celeste, y suben los hombres matutinos al encuentro de Cristo Primogénito…». Un nuevo día viene a nosotros y nos adentramos a él. Buscamos también la alegría del encuentro, la alegría de la misión asumida y desarrollada. Al rato paso de los Salmos a la Radio. Algunos reportajes cuentan acerca de un país que no veo tan extendido en esas alegrías, expectativas que no están en el corazón de muchos de nuestros hermanos. Tal vez habría que decirles a quienes viven en casillas de chapa, de madera, de lona, de plástico sobrante de silobolsa, que están equivocados en su pobreza, que hay otro país que otros ven y ellos no alcanzan a percibir. También hay otras voces que anuncian desastres o presagian angustias severas. ¿Hay luces de esperanza? Sí.
Han sido buenas noticias las que nos llegan del Papa Francisco que vuelve a invitarnos a nuestro compromiso por la paz, por la justicia, por la libertad; van pasando fragmentos de sus discursos y predicaciones de su viaje al África, su compromiso con los más pobres que nos mueve también a nosotros a tomar ese mismo camino y servir a los más pequeños de este mundo. Así les habló a los jóvenes en el Estadio Kasarani (Nairobi, Kenia): «¿Se puede justificar la corrupción, el pecado, por el sólo hecho de que todos están pecando y están siendo corruptos? ¿Cómo podemos ser cristianos y combatir el mal de la corrupción? Yo me acuerdo que, en mi patria, un joven de 2022 años, quería dedicarse a la política, estudiaba entusiasmado, iba de un lado para otro y consiguió un trabajo en un ministerio. Un día tuvo que decidir sobre qué cosa había que comprar y, entonces, pidió tres presupuestos, los estudió y eligió el más barato, el más conveniente, y fue a la oficina de su jefe para que lo firmara: `¿Por qué elegiste éste?’. `Porque hay que elegir el más conveniente para las finanzas del país.’ `No, hay que elegir aquel que te dé más para ponerte en el bolsillo.’ Y el joven le contesta a su jefe: `Yo vine a hacer política para hacer grande a la patria’. Y el jefe le contesta: `Y yo hago política para robar’. Un ejemplo, no más, pero no sólo en la política, en todas las instituciones, incluso en el Vaticano, hay casos de corrupción. La corrupción es algo que se nos mete adentro; es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil, y después terminamos mal. De tanta azúcar fácil terminamos diabéticos o nuestro país termina diabético. Cada vez que aceptamos una coima, y la metemos en el bolsillo, destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y destruimos nuestra patria. Por favor, no le tomen el gusto a ese `azúcar’ que se llama corrupción». Y en la República Centroafricana, habló de fraternidad ante la comunidad musulmana local:
«Cristianos y musulmanes somos hermanos. Tenemos que considerarnos así, comportarnos como tales. Sabemos bien que los últimos sucesos y la violencia que ha golpeado su país no tenían un fundamento precisamente religioso. Quien dice que cree en Dios ha de ser también un hombre o una mujer de paz. Cristianos, musulmanes y seguidores de las religiones tradicionales, han vivido juntos pacíficamente durante muchos años. Tenemos que permanecer unidos para que cese toda acción que, venga de donde venga, desfigura el Rostro de Dios y, en el fondo, tiene como objetivo la defensa a ultranza de intereses particulares, en perjuicio del bien común. Juntos digamos `no’ al odio, `no’ a la venganza, `no’ a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, Dios salam». Cuánto de bueno está sembrando el Papa Francisco en sus viajes. Su paso lleva un mensaje al que no podemos no estar atentos, escuchando, tratando de traccionar con esa fuerza que la búsqueda del bien común imprime y contagia. Se acerca el día de la Virgen. Este 8 de Diciembre el Papa Francisco dejará inaugurado el Año Jubilar de la Misericordia. El domingo que viene se realizará en cada Iglesia Catedral la solemne apertura de «La Puerta de la Misericordia», un ritual muy sencillo y bello, que no se hace muy seguido. Te invito a participar y escuchar el llamado que Jesús nos hace. Recemos por las nuevas autoridades que asumirán sus responsabilidades el 10 de diciembre. Que tengan en su horizonte el bien de la Patria, especialmente a los más pobres.