En este torneo se destaca la presencia de propuestas más audaces y ofensivas. Los nuevos entrenadores que inculcan un fútbol más agresivo.
Alejandro Fabbri
El promedio de goles por partido asombra: es de 2,75 cuando hasta el torneo anterior la cantidad de tantos no superaba los 2,20. Está claro que apenas se ha desarrollado el 25% del actual torneo, pero hay efectos que pueden ser duraderos y existen estímulos que ayudan notablemente para mantenerlo.
La presencia de propuestas mucho más audaces que en los campeonatos anteriores se debe primordialmente a la activa participación de entrenadores que se han definido por inculcar un fútbol agresivo, jugando habitualmente con tres delanteros o con un enganche y dos puntas, más allá de las continuas proyecciones de laterales y mediocampistas laterales.
Parecería existir –por ahora- un efecto contagio que se ha propagado y que tiene a varios abanderados: Marcelo Gallardo mantuvo su estilo audaz y ofensivo, lo mismo que Eduardo Coudet, dueño hoy del mejor equipo del fútbol casero como lo demuestra todas las semanas hasta acá Rosario Central. Rápidamente en la misma lista hay que anotar a Pablo Guede, el reciente técnico de San Lorenzo, que insiste en sumar gente y ambiciones para ganar el partido haciendo más goles que el rival.
Quizá la propuesta de Guede tenga sus limitaciones: quedó claro en la altura de Quito (casi 2800 metros sobre el nivel del mar) que un esquema ofensivo y con presión alta sobre el rival no puede sostenerse durante un partido completo jugando frente a un enemigo natural y devastador como la altitud del lugar donde se disputó el encuentro. Habrá que pensarlo dos veces antes de equivocarse de nuevo.
En esa línea aparece Darío Franco –recuperando sus mejores momentos de aquel Instituto sensación del ascenso en 2011 con un talentoso Paulo Dybala- y vale la pena agregar a Sebastián Méndez, que ha dotado a su modesto Godoy Cruz de un fútbol que invita a verlo y a disfrutarlo. Mucho ataque, mucha búsqueda de toque prolijo y cambio de frente sorpresivo. Ahí se sume el torbellino del Gimnasia de Pedro Troglio, que sea con titulares o con suplentes tras la absurda y violentísima trifulca en el clásico platense del verano, asoma la cabeza con sus intenciones intactas.
Ese preciosismo y ese afán por jugar bien en todos los sentidos lo están desarrollando Pablo Holan con Defensa y Justicia, Juan Azconzábal con Atlético Tucumán, los sanjuaninos de San Martín con Pablo Lavallén, el Unión de Leo Madelón y el Banfield de Claudio Vivas. También se anota el Yagui Forestello con su Patronato entrerriano, que tiene imperiosamente que sumar para evitar la guadaña del descenso pero lo hace atacando y yendo al frente, buscando con prolijidad y mucho esfuerzo lo que intentó Nueva Chicago en la última parte del torneo anterior y no le alcanzó por un mísero punto.
El trabajo ordenado y la búsqueda paciente para encontrar el hueco y el error rival ha fortalecido a Defensa y Justicia, que pese a haber cambiado casi todo el equipo encontró frescura y nuevos jugadores (varios debutantes) un preciocismo que antes no tenía. Lo mismo pasa con San Martín y los chicos que Banfield le está dando chance de jugar.
Jorge Almirón tiene un lugar importante en el grupo de audaces, porque Lanús es un club estabilizado, sin dramas a la vista, con ambiciones de quitarle a Boca (el favorito de la zona 2) ese lugar de privilegio. Lanús se nutrió de dos mediocampistas de Arsenal, mantuvo la base, pero modificó su ataque: llegó el ídolo mayor (José Sand) y la incorporación de Pablo Mouche le permite al técnico disponer de dos wines a la antigua y un centrodelantero de raza que como pasó con el Beto Acosta hace dos décadas, aprendió a jugar y moverse con los años, demostrando que siempre hay tiempo para evolucionar en el buen sentido. Lanús tiene al jugador más veloz del fútbol argentino (Lautaro Acosta) y recuperó a un exquisito mediocampista que necesitaba regularidad en sus apariciones y es la pausa ideal para un equipo tan vertiginoso, como lo es Román Martínez.
Observe usted, que Boca, Independiente y Racing no han sido mencionados. Los tres atacan, aunque los cuadros de Avellaneda compusieron un clásico temeroso, mediocre, chato, que se revolucionó al final con los dos goles. Tienen armas y teorías para jugar mucho mejor de lo que lo están haciendo. Boca cuenta con Tevez y eso ya es una ventaja. El mal momento del verano parece haber pasado, pero la Copa Libertadores exige, enloquece y enceguece. Será cuestión de esperar un poco más, cuando haya que definir prioridades que, por otro lado, parecen cantadas. Lo mismo que para la Academia.