El actor organiza su vida en torno a la hija que tuvo con su ex, Eugenia “La China” Suárez.
Existen acontecimientos que resultan reveladores y se vuelven ese punto de inflexión en el que la vida parece reacomodarse bajo la lupa de nuevas necesidades y sentimientos renovados. Para Nicolás Cabré (35) ese momento de replanteo llegó hace dos años y medio, cuando se convirtió en papá de Rufina, la hija que tuvo con su ex, Eugenia “La China” Suarez (23). Dispuesto a no perderse cada instante de los primeros años de su beba, el actor decidió dejar de lado todo aquello que no sea verla crecer. Un tiempo sabático en el que también digirió algunas tristezas y que, reconoce, lo convirtió en un hombre pleno que volvió al trabajo con otro entusiasmo.
Cabré no es el tipo de artista al que le guste hablar de una vida sentimental que, para su descontento, muchas veces lo tuvo en las páginas de la revistas. Su relación tirante con la prensa es casi folklore nacional. Pero la paternidad parece haberlo relajado. Está cambiado, con ganas de hablar; le sale naturalmente porque, además de estar fascinado con la experiencia, hoy organiza su vida alrededor de su hija. El actor está de regreso al teatro y acaba de estrenar “El quilombero”, la comedia de origen francés que lo tiene en el escenario del Lola Membrives, bajo la dirección de Arturo Puig—con producción de Gustavo Yankelevich—y junto a un elenco que también integran Luis Ziembrowski, Alejandro Müller, Marcelo De Bellis, Mauricio Macu y Mercedes Oviedo.
“Ser papá me hizo el hombre más feliz del mundo. Y hoy las prioridades, mis necesidades, son otras. Rufina en dos meses empieza el jardín. Hacer teatro me permite poder llevarla y traerla del colegio. La verdad es que tengo ganas de estar ahí”, confiesa a CARAS Nicolás, quien reconoce que le ofrecieron hacer la obra en el momento justo. Organizar su vida en torno a su hija es su mayor deseo. “Acepté hacerla porque principalmente me gustó la obra. Es una comedia que cuando la leí me pareció una linda propuesta para hacer. También es una posibilidad de hacer el tipo de humor que a mí me gusta. Mi personaje—Francisco Pignon, un fotógrafo que se cruza con Ralph, un sicario—tiene una psicología rara, perturbada, que me divierte tratar”, agrega.
Después de 26 años trabajando como actor, Cabré dice que a todos les llega la necesidad de algún tipo de revisión: “Soy lo que soy por muchas cosas de las que reniego. Creo que todos en algún momento nos replanteamos cosas. También por las cosas que te va poniendo la vida en el camino. Creo que la paternidad y algunas pérdidas hicieron que sí o sí pueda ver, gracias a Dios, qué cosas sí quería o a cuáles deseaba prestarle atención”, afirma. También dice que no quiere llegar a los 50 trabajando si parar y darse cuenta que Rufina ya creció. “Cuando dejé de trabajar durante un año y medio para quedarme en casa muchos me preguntaban si seguía ahí y si algún día iba a salir (risas) No tengo ganas de que mi hija me vea en la tele, quiero que me vea parado en la puerta del colegio o acompañándola a natación. Y es lo que hoy por hoy disfruto y me llena como persona”.
—¿Cómo se siente organizar la vida entorno a un hijo?
—Rufina es lo más maravilloso que me pasó en la vida y me pasa todos los días. Hacer teatro me permite hacer lo que quiero y estar pleno. Si hoy me decís que tengo que estar encerrado en un estudio doce horas voy a decir que no. Antes aceptaba un proyecto por tener ganas o porque me gustaba, hoy ya estoy en segundo plano. Ya no soy el protagonista de mi vida. Más adelante las prioridades serán otras, pero mientras pueda quiero estar todo el tiempo posible con mi hija.
—¿Ser padre era como te lo imaginabas?
— No, uno desconoce. Yo aprendo todos los días. Escuchás experiencias, te dicen, pero me dediqué a ver que pasaba. Me decían: “cuando nazca vas a ver”. Pero hasta que no lo vivís no te das cuenta. Tuve una imagen paterna muy fuerte y siempre dije y digo que ojalá llegase a ser el dos por ciento de lo que fue mi papá conmigo. La paternidad es lo más genuino y lo más real que he vivido.
—¿Tu hija te cambió entonces?
—Todo cambia. Estoy feliz. Ella te hace cambiar. No sé si estoy mas bueno, no tengo idea (risas). Si sé que el foco no pasa por mí. Antes caminaba por el barrio en el que vivo y cuando me señalaban los chicos y los padres decían “ahí está Cabré”. Ahora esos mismo chicos, que son sus amiguitos, dicen “ahí está el papá de Rufina” Creo que a lo mejor estoy más relajado.
—¿Cómo lograron tener una relación tan buena, como ustedes lo confesaron, con tu ex, “La China” Suarez, mamá de Rufina?
—Se dio. Nosotros desde un principio supimos ver y entender que somos los papás de Rufina. Y la prioridad y la energía está puesta ahí. Y no siempre estando de acuerdo, porque que tengamos una excelente relación no quiere decir que estemos de acuerdo siempre. Pero yo estoy orgulloso de la relación que tenemos como padres. El secreto es ese: Rufina. Ella tiene que estar bien. Con el tiempo llegamos a esto que somos hoy: dos personas distintas, que nos equivocamos o acertamos, pero siempre aprendiendo. Tenemos una gran relación porque siempre le estamos preguntando al otro. Nuestra relación se basa en que somos los padres de Rufina. Hablamos y nos dedicamos a eso.
—Ella siempre te ologia como padre y vos también a ella.
—Es que es una madraza. Con “La China” lo que hicimos fue sacarnos de foco. Entonces hoy nos ayudamos, nos aconsejamos. De verdad, estoy feliz. Y creo que es lo mejor que le puede pasar no sólo a Rufina, sino a nosotros mismos. Con nuestros errores, con nuestras diferentes formas de ver las cosas, porque por algo nos separamos, pero siempre escuchando al otro y entendiendo.
—¿Es Rufina la única mujer que consentís en todo?
—Y, sí, te gana. Creo que fue la primera sensación que tuve con ella, cuando nació y la alcé. La miré y dije “Perdí. Ya está: me ganaste”. Como hombre ver el momento en que nace tu hijo es espectacular. No te está pasando a vos, pero arranca todo ahí. Es maravilloso. La vi, la tuve y perdí. Va a llegar un momento en que me diga “Papá no me molestes más”, pero yo hoy quiero vivir cada momento de ella. De todas formas hay límites que están marcados. Pero Rufi es una diosa, no genera problemas.
—¿Es una nena tranquila?
—Sí, tiene una personalidad tranquila, es espectacular. Pero igual ella es un terremoto y muy compañera. La verdad es que no me puedo quejar, estoy fascinado.
—Llegado el momento, ¿te gustaría tener otros hijos?
—Estoy muy tranquilo. No soy de planificar. Las cosas pasan, no fuerzo situaciones. Hoy por hoy soy feliz, estoy absolutamente pleno. No tengo tiempo de pensar. No hay necesidades. Después, el día de mañana, a lo mejor sí, a lo mejor no. Hoy mi única preocupación es que Rufina sea feliz.
—¿Pero estás soltero?
—Estoy (sonríe) estoy muy bien. Estoy perfecto. Capturado por la paternidad y por la vida. Este tiempo que me tomé me ocupé de mi familia, de mis amigos, la verdad es que estoy feliz, tranquilo, que era lo que me hacía falta. Cuando te preguntás varias veces ¿Qué hago acá? O te sentís en una camisa que no te queda muy bien y no tenés las respuestas, a mí me vino muy bien haber vuelto a trabajar de la forma que lo hice. La estoy pasando bien, disfrutando el trabajo. Lo necesitaba.
—¿Cómo vivis cada estreno?
—Por lo general me doy cuenta cuando termina todo que a lo mejor estaba nervioso o tensionado. No vivo el nerviosismo previo. Sí que hay algo que es nuevo y ocupa tu atención, pero soy bastante frío en ese aspecto. No se me nota. Quizá cuando llego a casa a dormir lo noto.
—¿En quiénes confíás para que te den un crítica de tu trabajo?
—Siempre están esas personas que sabes que te dicen la verdad. Espero la devolución de mi representante, pero la de mi mamá, no (risas) Están los amigos por lo general para decirme esas cosas, se han animado a decirme, aunque muchas veces creo que han exagerado.
—¿Te afecta la presión de tener que hacer un éxito?
—No es una presión que viva. He hecho programas que no han ido tan bién y para mí fueron maravillosos o programas que han ido muy bien y digo, no sé si estuvieron buenos. No paso el éxito por ese lado. Yo nunca pregunto cuánto se vende, mi única preocupación es que la gente se vaya de la obra despues de haberse reído.