Dos entrenadores argentinos que revitalizaron a Chile y lo dejaron en un lugar envidiable.
Alejandro Fabbri
Hoy está en la cresta de la ola. Envuelto en la popularidad y en la masividad que le ha dado la televisión a su imagen pequeña, calva y saltarina. Jorge Sampaoli ha plantado bandera y se suma al cada vez más numeroso grupo de entrenadores que han tenido escasa actividad profesional como futbolistas y se han preparado a conciencia para dirigir en el nivel más alto.
Arrancó en la B Metropolitana dirigiendo al modesto Argentino de Rosario, hasta que decidió probar suerte en Perú: Juan Aurich, Sport Boys, Coronel Bolognesi y Sporting Cristal fueron los clubes donde mostró su crecimiento. Primer paso en Chile por O’Higgins de Rancagua, subcampeonato en Ecuador con el Emelec de Guayaquil y regreso a tierra trasandina para hacer historia en la Universidad de Chile.
Tres campeonatos nacionales con la popular U de Chile y una Copa Sudamericana fueron avales más que suficientes para ponerlo en carrera para suceder a Claudio Borghi, otro argentino talentoso que no había podido seguir el camino exitoso de Marcelo Bielsa en el combinado rojo. Es que Bielsa –santafesino como Sampaoli, con inferiores en Newell’s como Sampaoli, ultraofensivo como Sampaoli- dejó la vara demasiado alta.
Hoy por hoy, Chile es mucho más que lo fue durante casi un siglo.
La campaña de Bielsa asombró a toda Sudamérica. Arrancando en agosto de 2007, llevó a Chile a una ronda eliminatoria impresionante, que le permitió escoltar a Brasil un punto por detrás, superando claramente a argentinos, paraguayos, ecuatorianos y uruguayos.
Chile accedió al mundial 2010 y allí volvió a ganar un partido fuera de la Copa que organizó en 1962. Habían pasado 48 años. El juego de Bielsa –un 3-3-1-3 inamovible- enloqueció a jugadores y prensa. Con su alejamiento finalizó un ciclo, pero la semilla había sido plantada.
Bielsa hizo dos cosas fundamentales en las que nadie había reparado antes. Y fue Sampaoli quien mantuvo esa línea identificatoria. Está claro que el actual técnico tiene un respeto reverencial por Bielsa y así lo ha hecho saber reiteradamente. Sus estilos son similares, la idea de jugar y atacar en bloque, de abrir la pelota por los costados, de ser veloces y profundos, de tener la pelota con el argumento de utilizarla para lastimar al rival, son elementos comunes a ambos entrenadores.
Esas dos ideas que Bielsa pudo inculcar en sus jugadores hoy las disfruta Sampaoli. Parecen sencillas, simples, pero deben haber costado tiempo de entrenamiento, de machacar en las razones para hacer lo que había que hacer, a pesar de las quejas. Bielsa les quitó a los futbolistas chilenos su complejo de inferioridad. Los hizo darse cuenta de que podían, de que no eran mejores los rivales porque tenían lustre e historia. Que valía la pena salir a jugar de igual a igual porque los iba a dotar de un plan de juego, de una coordinación básica para que no pasaran papelones y además, ganaran los partidos. Había que intentarlo y lo hicieron.
Sampaoli quiere lo mismo. Recibió a un plantel ávido de mejorar lo que habían hecho en Sudáfrica, cuando entre España y Brasil –nada menos- los dejaron afuera. Y si bien han aparecido jugadores nuevos en la Selección, hay un grupo básico que abrevó de dos manantiales similares, los de Bielsa y Sampaoli. Porque Claudio Bravo, Medel, Valdivia, Mauricio Isla, Arturo Vidal, Alexis Sánchez, Gonzalo Jara y Jean Beausejour, más Orellana, Paredes y Carmona, explican con buenos rendimientos, su continuidad internacional.
Sampaoli siguió con el legado de Bielsa y Chile disfruta de los éxitos.
El otro convencimiento que costó tiempo y esfuerzo, fue la decisión de salir a atacar en todos lados, arriesgando más de la cuenta, pero manteniendo la presión en el campo contrario. Así nació una selección chilena moderna y efectiva, que a veces daba ventajas defensivas, pero seguía inalterable en la búsqueda del arco contrario.
Fue entre 2007-2010 y se mantuvo la idea central entre 2013 y hoy. Quizá con más variantes en la media cancha, sin jugadores de altura para defenderse por vía aérea y sin un delantero con potencia física y alto nivel, Sampaoli se las ingenió para poner en cancha un cuadro duro, rápido, que aprovecha sus potencialidades y ha perdido el miedo. Hoy por hoy, Chile es mucho más que lo fue durante casi un siglo.
Dos argentinos, Bielsa y Sampaoli, han contribuido muchísimo para dejar a la Roja en un lugar envidiable. Han convencido dos veces a un país reacio al aplauso fácil y al abrazo con los que viven del otro lado de la Cordillera que no para de asombrarse. Y todavía falta mucho más.