Por Maria Isabel Latorre.
Entre Ríos, cuna de héroes, orgullosa diosa del bravo charrúa y el indómito guaraní. La tierra emparentada con la selva y las cuchillas con sus celosos montecillos montieleros y sus altivas cuchillas ondulantes que vienen de Corrientes y burlan la vigilancia de los ríos limítrofes son un escuadrón de colinas que penetran y se abren en dos bandas rumbo al sur que nos muestran la claridad del valle y el aroma del aire de su floresta atravesando con ánimo esforzado, la selva de Montiel. Invasión curiosa del trópico en nuestro suelo que aplaude su Palmar con presencia de rojizos atardeceres, sus campos gritan su cosechar. Entre Ríos, hermosa provincia para embriagarse de verdes y azules, de todos los azules de agua y de cielo que se busquen. Tierra inmensa y fecunda entre ríos, surcada de ellos, arañada de arroyos en todo su cuerpo que dentro de sus aguas ostenta su propia riqueza.
Entre Ríos, para el géógrafo: una isla en tierra firme. Para el poeta: una lira en que sus brazos se hacen ríos. Para el criollo: una tierra madre. Para el extranjero: una tierra novia. Hasta sus hombres son canto. El entrerriano que no se sienta tal que arroje la primera piedra. Entre Ríos. La iluminada, como la llamó Don Linares, que vio nacer al Supremo, bravo patriota de un pueblo noble que amó su hidalguía. Y de Urquiza Señor de la la Organización Nacional.. Diosa de islas que forman su Delta en el sus mañanas. Inmaculada tierra que abrió sus brazos al inmigrante quiera labrando futuro, se cobijó en su suelo y su amparo. Entre Ríos, brava tierra de corceles y palmeras, de flores y de montes , de ríos y de llanos que dan vida y alimentan su sangre montielera. Diosa señera de luz y libertad, nacida de la entraña idealista de Tomás de Rocamora que la bautizó ¡Entre Ríos1, para su gloria y su grandeza.