Es indudable que cuando escuchamos la afirmación: “no hay como el amor de una madre”, inmediatamente pensemos que tienen razón. Tanto el amor maternal como el paternal son regalos preciosos; y sabemos que no es necesario que haya un vínculo sanguíneo de por medio, para que se manifieste. Esto no difiere si hablamos de animales.
Las muestras de amor maternal en el reino animal son muy variadas, pero casi todas tienen un elemento común: la abnegación de la madre hacia sus crías.
¿Puedes imaginar que te separen de tus hijos pequeños? ¿Cómo reaccionarías? No hay nada que una madre no sea capaz de hacer por sus hijos. Ellas, guiadas por su inmensa generosidad y su instinto de protección, le dan lo mejor que tienen a sus crías.
Algunas permanecen meses sin comer y los alimentan hasta perder 130 kilos de su masa corporal, como es el caso de la foca de Groenlandia: dan a luz bebés de 90 kilos después de gestarlos por casi dos años, se exhiben como carnada ante los depredadores para salvar a sus pequeños, y sacrifican sus vidas por ellos sin pensarlo un momento.
Vale la pena comentar que las hembras tienen un instinto maternal muy desarrollado: son entregadas, protectoras y cariñosas con sus crías. Este sentimiento nos une entre especies.
El amor maternal es un regalo divino. Sabemos que no es necesario que haya un vínculo sanguíneo, está presente en todas las criaturas y, a veces, entre especies distintas.
No existe tanta diferencia como creemos entre los hombres y los animales. El amor entre una madre y su hijo es un amor que traspasa todas las barreras, que se lleva tan adentro que no importa de la especie que sea. Desde mamíferos a insectos, pasando por reptiles o moluscos, la Naturaleza ofrece innumerables ejemplos del más abnegado instinto maternal.
En un parque temático estadounidense de Florida, un chimpancé desempeña el rol de mamá sustituta de dos cachorros de tigre. Las personas encargadas del lugar cuentan que, antes de este suceso, ésta chimpancé ya había tomado bajo su tutela varios cachorros felinos salvajes, de manera voluntaria.
Una hembra de leopardo, luego de matar a un hembra babuino, decide defender a la cría de su víctima de un ataque de hienas, y adoptarla. Estos son claros ejemplo de que el amor toma la forma de impulso o instinto de protección y no tiene límites.
La madre orangután es la más paciente de todo el reino animal: mientras que en algunas especies las crías se independizan pocas horas o días después del parto, los bebés orangután permanecen junto a sus madres 6 o 7 años. Si obviamos a los seres humanos, ningún otro animal en todo el planeta permanece tanto tiempo junto a sus hijos.
La madre elefante tiene la valentía de parir las crías más grandes de la naturaleza. Los elefantes recién nacidos pesan en promedio 90 kilos, y son enormes incluso proporcionalmente a sus madres. Pero esto no es todo. Las elefantas llegan al día del parto después de llevar en su vientre a una cría durante 22 meses. Los pequeños elefantes son ciegos cuando llegan al mundo y esto hace que su madre, en compañía de todas las hembras de su manada, deban cuidarlo de manera especial.
Esto es solo una pequeña muestra de lo que una madre puede ser capaz de dar por sus hijos. No somos tan diferentes a los animales, por ello debemos respetar y luchas por sus derechos.
“Madre hay una sola”, “Todos los días tenemos que homenajearla, no solo un día”. Adoptemos un nuevo precepto: “El amor de madres une a nos, los animales”.