“…Caballeros del jurado: El mejor amigo que un hombre puede tener, podrá volverse en su contra y convertirse en su enemigo. (…) El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su perro…”
Estas líneas son parte del fundamento de un abogado llamado George Graham Vest, el cual representó en un juicio a un granjero – Charles Burden-, dueño de un viejo perro de caza que fue asesinado a sangre fría por su vecino con varios disparos. El discurso que pronunció el letrado sirvió para que su cliente ganase el juicio, además este veredicto cambió la historia judicial en Estados Unidos en lo referente a los derechos de los animales y por ende sentó precedente penal en la materia.
Con esta síntesis desandamos el origen de ese famoso refrán el cual enfatiza la relación tan amorosa entre hombre y perro. Tal lazo, además, tiene una base científica puesto que la oxitocina, hormona que se encuentra en todos los mamíferos, conocida también como “hormona del amor” es la que relaciona la conducta maternal y paternal entre las personas y entre diferentes especies mamíferas. Es muy probable que también el vínculo comunicativo entre ellas esté fuertemente relacionado con la concordancia afectiva y emocional entre ambas. Por ésto, los estudios científicos han probado que tal hormona juega un papel importante en la habilidad de los perros para interpretar ciertas señales humanas y utilizarlas en su beneficio, como puede ser el interpretar una señal con el índice para encontrar comida, por ejemplo.
La oxitocina es liberada en el cerebro en ocasiones de contacto íntimo como los abrazos o las caricias, y es entonces la que podría generar en los perros una mayor atención a las señales humanas, favoreciendo así una relación más cercana. Los científicos asumen que ella jugó un papel crucial en la domesticación de los perros, la cual data desde hace 10.000 años de antigüedad.
Por ésto y más, no en vano se dice que son amigos incondicionales, ya que son pocos los animales que tienen la cualidad de ser cariñosos y fieles; no piden nada a cambio por su amistad. Les da igual si somos jóvenes o viejos, que seamos altos o bajos, flacos o gordos, siempre nos aceptarán tal como somos; su lealtad es sencillamente, incomparable. En el peor de los días pueden sorprendernos haciéndonos reír. Nos echan mucho de menos cuando nos vamos lejos. Quizá no les guste viajar, pero irán al fin del mundo si es con nosotros. Están dispuestos a correr riesgos si permanecemos a su lado. Nos reconfortarán en los momentos tristes sin hacernos preguntas. Están dispuestos a abrazarnos en cualquier momento del día y, ante todo, permanecerán a nuestro lado hasta el fin de los días.
Quizá lo antes dicho – imaginemos- fue parte de la defensa en forma póstuma a ese fiel perro que murió, no tan en vano. Tal alegato permanece y se mantiene vigente no solo en ese refrán, sino que se hace vívido junto a la compañía diaria con nuestros mejores amigos no humanos. Tenemos dos tareas por delante, desearle, ¡porque no! un feliz día tardío y segundo, intentar lograr un objetivo, tal como lo sentenció Toby & Eileen Green:
“Mi meta en la vida es llegar a ser tan maravilloso como mi perro cree que soy”
¡FELIZ DÍA DEL AMIGO, TAMBIÉN PARA ELLOS!